OPINIóN
Oscar 2024

En lo que hace pensar “Pobres criaturas”

Opinión sobre una de las películas más nominadas para la 96° edición de la entrega de los premios de la Academia de Hollywood, que será el 10 de marzo.

Pobres criaturas
Pobres criaturas. | Marie Claire

El próximo 10 de marzo se llevará adelante una nueva entrega de los Premios Oscar, edición 2024: Pobres criaturas, del director Yorgos Lanthimos, tiene once nominaciones, entre ellas a “Mejor Película”, “Mejor dirección” y “Mejor actriz principal”. Merecidísimas todas.

Lo que Pobres criaturas nos deja es una lectura en clave de moralidad y un análisis introspectivo de cómo hemos descubierto la vida nosotros. Es una distopía fascinante que habilita un montón de aristas para pensar en profundidad: la ciencia, el dominio, las elecciones versus las imposiciones, el género, las libertades, los vínculos, la violencia, las mentiras, el empoderamiento… 

La película nos ofrece una multiplicidad de visiones, todas controversiales, que dejan caminar con una cuota de sopor sapiente porque las verdades construidas se desmoronan una a una, en un avance, desarrollo y crecimiento espectacular del personaje principal.

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La propuesta que trae Yorgo Lanthimos es audaz y desafiante. Como me dijo mi hermano, que de cine entiende y mucho, para convencerme de que no espere a que la película estuviera en plataformas: “te va a gustar porque evoca a David Cronenberg”. 

La historia que cuenta es una búsqueda (un recorrido) que logra dar marcha atrás con la concepción griega -y quién mejor que él para desandar el camino tan transitado- de que nadie escapa de su destino. Ahora bien, ¿podemos cambiarlo, torcerlo y evitarlo de manera individual? ¿O solo a partir de la intervención ajena? 

En una mirada extraña, dentro de un mundo fantástico ambientado en un abismo témporo-espacial que estamos habilitados a situar en lugares conocidos (el niño salvaje de Aveyron como contexto me resultó inevitable), se pone en juego la otredad frankensteiniana que no necesariamente aboga por lo colectivo, pero sí por la necesidad de un vínculo (de múltiples vínculos) que sostengan lo que somos. Porque somos en sociedad, nos guste más o nos guste menos.

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El proyecto del que parte la protagonista es abyecto, es monstruoso, es perverso. Quizás, incluso, despreciable. ¿Morboso? Por qué no. Pero el personaje que interpreta Willem Dafoe tiene reminiscencias del exquisito Mason Verger que encarnó Gary Oldman en Hannibal. Entonces, es complejo saber qué sentimientos o sensaciones produce. No sé si hay un nombre que lo defina con precisión. Por inmoral y por encantador. Es difícil elegir y sostener a lo largo de las dos horas y media la misma vara para interpretar -digerir, fagocitar- todo lo que tiene para contar este científico sobre su pasado transmutado en el presente en el que lo encuentra el film. 

El linkeo entre los dos personajes (el de Dafoe y el de Oldman) se da, así, desde el poder sobre el cuerpo ajeno: el significado de las manos creadoras realmente brilla en un alto grado de esplendor dentro del quirófano de Godwin Baxter. Quizás quedó un poco fácil el juego de palabras con la primera sílaba del nombre y el accionar de un dador de vida.

Mención aparte a los cielos acuarelados y a la estética furiosa e irradiante que tienen un plus extra en cuanto a lo cautivante de la imagen (mi pareja me comentó que cada espacio parecía una reconstrucción de los hoteles de Las Vegas; la verdad es que algo de ese encanto tiene, sí). Le agregan el toque mágico a una historia que no permite desconcentrarse. La trama es, realmente, una propuesta novedosa, con tintes de esferas que sí se han explorado anteriormente pero a través de una mirada fresca y, sobre todo, muy lúcida.

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Para finalizar, por supuesto que el avance de la ciencia nos hace un clic interesante. Esta distopía a lo Mary Shelley del siglo XXI es concebida en un mundo tecnológico, plagado de inteligencias artificiales y con la incorporación de hologramas a la cotidianidad de nuestras vidas diarias… Da miedo, da morbo, da creepy… Da que pensar, que no es poco dicho todo lo anterior. 

¿Se puede juzgar a Bella en su devenir? ¿Desde dónde, con qué criterios, con qué herramientas? ¿Con qué óptica es válido pensar en las decisiones que toma? ¿Quién es Bella, en realidad? ¿Puede ser? ¿Puede intentar ser? ¿Es? ¿Fue moldeada a imagen y semejanza de quién, de quiénes? ¿Es empatía, proyección o identificación lo que genera en el espectador? ¿O todo eso junto? ¿O nada de eso? ¿Cuánto tenemos de una criatura armada como proyecto

¿Quién nos puede decir con certeza para qué estamos en este mundo, con qué finalidad hemos venido y qué es lo que, en definitiva, se espera de nosotros? Me quedo pensando en que es una verdadera lástima que Francis Bacon no haya llegado a ver esta película. Le habría encantado.