OPINIóN
Combinación de inteligencia artificial y sensibilidad

Estado de bienestar 4.0

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Premio Nobel. Robert Shiller fue uno de los pocos que predijo la crisis financiera del 2007-2009. | cedoc

Hay otro mundo posible. No es el mundo de las fake news y los trolls, donde la información anónima se vuelca para confundir, agredir, sembrar odio y despertar iras. Ese otro mundo más inclusivo, desde la dimensión de las políticas públicas, tiene mucho que ver con poner las ciencias del comportamiento al servicio de la economía de la vida y la comunidad del cuidado.

¿Cómo reaccionan las personas frente a las normas, qué las mueve a tomar decisiones, qué sesgos cognitivos y conductuales inciden en el momento de educar a sus hijos, decidir el pago de impuestos, usar o no un barbijo, respetar el medio ambiente?

Desde el Estado a menudo seguimos conviviendo con un modelo mecanicista propio de la revolución industrial. Suponemos que por el simple hecho de redactar una ley, o dar un incentivo económico, o amenazar con una pena, los programas de política pública se cumplen. Pero la reacción de quienes son destinatarios de esos objetivos puede ser muy diferente. 

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En contextos de incertidumbre y equilibrios múltiples, no hay lugar para decisiones puestas en piloto automático, ni para suponer de antemano que los seres humanos se mueven sólo por fríos intereses racionales o cálculos de renta. Las emociones, las motivaciones, los contextos sociales y la psicología también cuentan.

Una mirada parcial de las conductas no enriquece el concepto de ciudadanía plena

La cuestión tiene consecuencias a nivel macroeconómico. Robert Shiller, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2013, uno de los pocos que predijo la crisis financiera del 2007-2009, menciona la relevancia de las finanzas conductuales en la actualidad: “Todavía subsisten ideas del modelo que hemos estado criticando, el modelo financiero del siglo XX, según el cual la gente junta información, optimiza y cambia su comportamiento”. Nada más alejado que la mano invisible para entender el impacto de las decisiones públicas sobre las expectativas, los hábitos de consumo, las propensiones a ahorrar o gastar.

Es por estas razones que resulta tan significativa la creación, impulsada por el Consejo Económico y Social (CES), de la Unidad de Ciencias del Comportamiento y Políticas Públicas, en el ámbito de la Presidencia de la Nación, como primer paso para una auténtica política de Estado. https://bit.ly/unidad-ciencias

Se trata de conjugar dos herramientas formidables: el big data con las ciencias de la conducta. La inteligencia artificial con la sensibilidad irremplazable del ser humano. La tecnología dura con la tecnología blanda. 

La Argentina tiene más de 150 académicos especializados en la materia, en una red que incluye a neuro científicos, abogados, politólogos, sociólogos, antropólogos, matemáticos, médicos, economistas y ambientalistas, entre otros. Esa red será fortalecida desde el CES, con carácter multidisciplinario y plural, a través del llamado a un concurso de investigación para desarrollar proyectos que permitan fortalecer los programas de gobierno en los Estados nacional, provincial y municipal. 

Hay más de 200 oficinas estatales en el mundo que incorporan estos avances, cuyo origen tuvo que ver con los gobiernos de Obama en los Estados Unidos y Tony Blair en el Reino Unido. A nivel académico, varios Premios Nobel de Economía fueron reconocidos con esta especialidad, y recientemente las Naciones Unidas lanzaron una iniciativa para fortalecer su aplicación a nivel global, asociada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Precisamente dos de los expertos más reconocidos –Cass Sunstein, del equipo actual del presidente Joseph Biden, y David Halpern, del equipo del primer ministro Boris Johnson en el Reino Unido-, participaron del Foro del lanzamiento del CES en la Casa Rosada. Ambos enfatizaron la importancia de tener en cuenta “los detalles de comportamiento” al momento de diseñar los programas de gobierno, desafío que se conjuga con la necesidad de hacer rendir mejor los recursos presupuestarios. Esto último es clave para los países en desarrollo, donde se pueden lograr grandes impactos a bajo costo. En materia de políticas sociales, la aplicación de este enfoque holístico brinda la oportunidad de construir una versión 4.0 del Estado de Bienestar cuando se trata de diseñar intervenciones públicas de alto impacto.

La cantidad de ejemplos a nivel mundial y de la misma Argentina son inspiradores. La nutrición infantil puede mejorar con estimulación temprana;  la vacunación de los grupos más vulnerables puede optimizarse con los adecuados mensajes de texto; el ahorro de consumo del agua puede ser una realidad apelando al deber cívico; la lectura de cuentos puede mejorar los procesos de aprendizaje en niñas y niños; la opinión de un compañero de estudio puede ser clave para evitar la deserción escolar; la información adecuadamente formulada y personalizada puede marcar la diferencia para el control en tiempo y forma de las mujeres embarazadas; la advertencia a los médicos de los efectos no comprobados de un medicamento puede disminuir la emisión de recetas y el gasto en salud injustificado.

Obviamente, no se trata de magia. Muchos otros factores inciden en el real impacto de una política pública. Pero como “el diablo muchas veces está en los detalles”, las ciencias de la conducta son un medio poderoso para personalizar y, en definitiva, humanizar las decisiones que toma el Estado. Y encarar con mejores herramientas la revolución pendiente que existe cuando se trata de transformar la realidad: la revolución de la implementación apropiada. 

El desafío es dejar de pensar en términos de macro reformas estructurales

Durante mucho tiempo la política ha estado hipnotizada por el análisis de las ciencias del comportamiento desde una perspectiva puramente electoralista. Focus groups, encuestas cuali-cuantitativas, chequeos de frases, colores y tonos de los mensajes para atraer un voto, que se suman en la actualidad al manejo de enormes volúmenes de datos personales. Lo mismo ocurre con las campañas de marketing masivo y de consumo privado.

Esta mirada parcial e incompleta de las conductas no enriquece necesariamente el concepto de ciudadanía plena e ignora el potencial impacto sobre el bien común de su aplicación a las políticas públicas. Por el contrario, el camino que plantea la constitución de oficinas de ciencias del comportamiento en todo el mundo es inclusivo, sensible y destinado a simplificar y facilitar la vida, especialmente de aquellos sectores más vulnerables de la sociedad, que son quienes más necesitan políticas públicas eficaces. 

El desafío es dejar de pensar exclusivamente en términos de macro reformas estructurales. Detrás de la economía de los grandes números y de las meras “transformaciones caligráficas” de medidas burocráticas, pueden quedar aplastadas las sensibilidades más profundas de las personas, sus valores, sus sentimientos de pertenencia y solidaridad, su dignidad. Atender al pequeño detalle, también puede ser una manera de desatar grandes nudos.

*Presidente del Consejo Económico y Social y Secretario de Asuntos Estratégicos.