OPINIóN
Columna de la USAL

Yoga, cuerpo y pandemia

Durante la pandemia, el cuerpo fue el espacio donde se han suscitado grandes cambios; y en él hemos experimentado diferentes vivencias.

Yoga
Yoga | Anil Sharma / Pixabay

Recuerdo que nuestro último artículo se enmarcó en los inicios de la pandemia. A partir de entonces, los cambios han sido múltiples y, de algún modo, la existencia se ha desarrollado en forma digitalizada. ¿Qué ha sucedido con el cuerpo?

El cuerpo se ha ausentado, virtualizado… el cuerpo ha sido amenazado.

Quisiera reflexionar acerca del cuerpo. Permitir que la biología del cuerpo se exprese a través del vehículo de la palabra, para que ella vislumbre algo de la realidad; y nosotros podamos comprender algo de nuestras circunstancias humanas. La observación y la comprensión son uno de los pilares de la práctica de Yoga. Sin ellas, la vida transcurriría sin la luz de la inteligencia y, por ende, sin un sentido que la vertebre.

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Yoga, un camino hacia la plenitud

Durante la pandemia, el cuerpo fue el espacio donde se han suscitado grandes cambios; y en él hemos experimentado diferentes vivencias: el cuerpo-ausente y el cuerpo-presente pudieran ser dos formas de representar algunos aspectos que ha adquirido este espacio vital.

En un juego de paradojas, el cuerpo ha sido el escenario donde, por un lado, se encarnó la pandemia retirándolo del espacio público al privado y, por otro, interpeló a revivir la dimensión afectiva más íntima de la vida.

El rostro tapado por el barbijo, la vida relegada a ‘quedate en casa’, el distanciamiento social y el no poder tocar con naturalidad los objetos sin ser sanitizados han sido la expresión de esta ausencia del cuerpo en diferentes formas de repliegue. Dicha ausencia ha tomado el rostro del miedo y el fantasma más temido por el hombre, que es la muerte.

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Relegado por seguridad y supervivencia a la esfera privada, el cuerpo en casa fue empujado a nuevas experiencias. La ausencia externa ha sido condición de posibilidad de un cuerpo más presente. Ha despertado a una cercanía olvidada, la de los cuerpos del propio clan, la familia, la amistad.

La intimidad, inicialmente, tomó la forma de resistencias, roces, encuentros y desencuentros que vitalizaron la vida afectiva. Algunos vínculos se fortalecieron; otros desfallecieron. La pandemia ha visibilizado realidades. Nos ha interpelado a la reflexión, con el cuerpo, a través del cuerpo, en un arco de tensión entre la vida y la ausencia de ella. Entre la salud y la ausencia de ella.

Asimismo, pudiéramos agregar un nuevo rostro del “cuerpo-presente”: su dimensión espiritual. Este cuerpo digitalizado, este cuerpo vitalizado afectivamente, es llevado a una nueva reflexión: la valoración de la vida. Y, de algún modo, la valoración del sentido de la existencia: la vida es sagrada.

Debemos cuidarla, agradecerla, amarla.

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Entonces, este cuerpo tocado por la pandemia, atormentado por el covid-19 puede desembocar en una nueva experiencia del cuerpo, un cuerpo bello. Bello porque puede integrar la ausencia y la presencia, la amenaza y la intimidad. Bello porque la fatalidad ha devenido en valoración y sacralidad de la existencia. Un cuerpo que siempre es vehículo de transformación.

Una de las acepciones del término Yoga es integración. En Yoga trabajamos para integrar los diferentes matices de la experiencia vital. La vida es un juego de luces y sombras. Y el hombre deber estar ahí, enraizado en la realidad, invitado a fortalecerse en la dinámica de la propia existencia.

Integrar, fortalecerse ¡son un ejercicio! Y el ejercicio por excelencia en Yoga es la práctica de la meditación: el silencio interior. La condición de posibilidad de experimentar la intimidad con la sacralidad de la vida.

 

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Para ello, todos los días, buscá un lugar cómodo en tu casa, sentate en una silla o en el piso, cerrá los ojos, permanecé en quietud física, enfocate en la respiración natural, en los pasajes nasales, permití que la mente se serene, y dejá que amanezca el silencio. Un silencio amable, dulce, tibio, reparador. 

Y, en el hondo silencio, permití que un aspecto misterioso y luminoso asome su rostro y deje su perfume.

Y luego de estar un ratito saboreando de la vida interior, acogé la vida con sus matices. Y, sobre todo, agradecé la vida, ¡el don de vida que te es dado! Y así comprenderás qué es Yoga en su seno, en su espíritu. Y el cuerpo amenazado devendrá en un cuerpo de esperanza.

OM SHANTI. ¡PAZ!

 

* Piltch Esteban. Coordinador Tecnicatura Universitaria en Yoga, Universidad del Salvador.