Cuando llegan finalmente los días de elecciones se terminan los tiempos de las especulaciones, los pronósticos y los vaticinios: hablan las urnas y podemos comenzar a analizar los resultados.
El primer dato asoma claro y contundente: Juntos por el Cambio ganó en los 5 distritos más poblados del país, que concentran más del 65% del total de los habitantes en suelo argentino: Provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza.
De allí se desprende que hoy la principal fuerza de la oposición es la que cuenta con mayores chances de hacerse con un triunfo en 2023 que le permita volver al gobierno. ¿Cómo hizo la coalición que hace tan sólo dos años dejaba el poder para posicionarse de esta manera?.
En principio, podemos hablar de dos factores claves: el primero de ellos, parafraseando a Perón cuando le preguntaban cómo haría para retornar al poder y respondía “yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos”, la oposición dejó el centro del escenario al oficialismo que, luego de un auspicioso comienzo en cuanto al manejo de la Pandemia, comenzó a perder apoyo social a partir de la combinación de una situación económico apremiante y una serie de errores no forzados, que lo condujeron a una situación de marcada debilidad de cara a la contienda electoral.
Un ciclo político que se cierra
En segundo lugar, Juntos por el Cambio supo aprovechar la herramienta de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias para ampliar los márgenes de su construcción política. Así, a diferencia de un Frente de Todos que impuso lista única en casi todos los distritos, la principal coalición opositora se sometió a una competencia interna que revitalizó sus fuerzas en un momento en el que lo necesitaba: en cada uno de esos distritos en lo que hoy se impone JxC, antes hubo una PASO que logró evitar fugas y amalgamó intereses que amenazaban con entrar en disputa.
El principal desafío para la oposición de cara al 2023 tiene paradójicamente mucho que ver con sus principales fortalezas en lo que ha sido esta campaña legislativa. Y eso podría resumirse en un concepto: no hay un claro ganador al interior de su coalición, que se perfile como “número puesto” para conducir a esa fuerza política al gobierno.
Horacio Rodríguez Larreta logró que sus candidatos del AMBA se impusieran de un lado y del otro de la General Paz y por eso corre con ventaja, aunque enfrenta por un lado la presión de los “halcones” de su espacio -que tienen una posición más rupturista frente al Gobierno- y las demandas de un radicalismo fortalecido al interior de la coalición a partir de figuras nuevas como Facundo Manes y Martín Lousteau.
¿Cuántos “caciques” hay hoy en la tribu de JxC? Anotamos al propio Larreta, Bullrich, Vidal, Macri, Manes, Lousteau, Morales y siguen las firmas. ¿Podrá mantenerse la unidad de cara a una elección ejecutiva para la que falta tanto tiempo? Cabe suponerse que las ambiciones personales pueden jaquear una construcción que no resultó fácil en este 2021. Faltan dos años: un milenio para la volátil política argentina.
Por el lado del Frente de Todos, los resultados de las elecciones generales confirmaron una dura derrota en todo el país que le quita oficialmente el privilegio de ser la primera minoría a nivel nacional. Cierto aire de “derrota digna” en la Provincia de Buenos Aires, sumado a un crecimiento generalizado con respecto a las PASO, evita en principio las consecuencias más rupturistas dentro del espacio. Asimismo, hay dos datos no menores en lo que hace a la gobernabilidad: el FdT sigue siendo la primera minoría en la Cámara de Diputados -desterrando la idea de que la presidencia de la Cámara iría para Juntos por el Cambio- y consiguió la mayoría en el Senado bonaerense.
La primera aparición pública del presidente Alberto Fernández -con un mensaje grabado en formato Cadena Nacional- estableció a las claras el gran objetivo de la segunda parte de su gestión: el acuerdo con el FMI. El proyecto que enviará al Congreso Nacional reconoce en cierta manera la debilidad en la que queda subsumido el oficialismo: primero que nada, por no haber podido resolver la negociación hasta ahora y luego, por necesitar un pronunciamiento de la oposición para enviar una señal al FMI.
El presidente volvió a hablar de una Argentina de pie y de la necesidad de compatibilizar crecimiento y mayor equidad, haciendo mención a la gestión de Néstor Kirchner, que lo supo tener como jefe de Gabinete. Sin embargo, los momentos son bien distintos y hoy cualquier tipo de acuerdo con el FMI parece ir de la mano de un ajuste: he ahí la necesitad también de compartir la autoría del mismo con la oposición.
Paralelamente, hay una convocatoria a la Plaza de Mayo para celebrar el Día de la Militancia, explicitando en cierta forma la necesidad del Gobierno de contar con una “Plaza del Sí”, a tan sólo un mes del famoso Día de la Lealtad Peronista que terminó con dos plazas movilizándose en días distintos. Reordenar y conducir a la tropa propia es el primer desafío de un Fernández, luego de una campaña post PASO en la que consiguió mejorar los números a partir de una fórmula sencilla: homogeneizar el discurso dentro de la fuerza, hablar más de Economía y menos de la Pandemia y organizar la pelea “de abajo hacia arriba”, donde los intendentes del Conurbano tuvieron un rol fundamental.
El segundo desafío para el presidente pasará por saber interpretar el mensaje de las urnas y timonear la crisis económica a partir de un llamado al diálogo a la oposición, en pos de los famosos “consensos básicos” sobre los que las dos principales fuerzas políticas deben acordar para darle algo de previsibilidad a la situación del país. Un país pendular, que oscila entre una orilla y otra sin poder avanzar.