Las fake news o falsas noticias no son algo nuevo ni surgido gracias a la Internet. En todas las épocas y en todos los países, los engaños disfrazados de noticias han sido moneda corriente y parte del juego sucio de cualquier contienda. En ese extenso recorrido de falsedades, también han aparecido aquellas construcciones pseudo periodísticas surgidas del arte o la imaginación, y que tenían como único objetivo el entretenimiento o la distracción.
Para ejemplificar éste último caso, basta recordar aquella lograda dramatización radial que en 1938 realizó el gran Orson Welles, de la obra de H G Wells, "La guerra de los mundos", que describe una violenta invasión de marcianos a la Tierra. La construcción de Welles en audio fue tan perfecta y creíble, que muchos oyentes en diferentes partes de Estados Unidos, creyeron que era cierta e hizo que decidan emprender camino para intentar huir hacia algún lugar alejado y protegido.
Queda claro que las falsas noticias siempre existieron, pero éstas durante mucho tiempo han sido limitadas, y salvo algunas excepciones, de relativa efectividad.
Pero los tiempos han cambiado. Porque así como en la era analógica las noticias eran escasas y pagas, y con Internet se hicieron abundantes y gratis; en la era del celular y las redes sociales, las fake news se multiplican, se expanden de manera veloz y llegan a una numerosa audiencia que las cree.
Esas noticias que no son reales y se reproducen, tienen el objetivo puntual de engañar; y en muchos casos buscan beneficiar a algún poder para tapar, ocultar o distraer. Las fake news pueden ser propaganda pura o también pueden promover la provocación y el odio. En todos los casos intentan generar opiniones, acciones y reacciones de parte de la gente.
Un informe reciente de la Consultora Gartner señaló que para el año 2022 (en cinco años), en los países centrales y en desarrollo, la mayoría de la gente va a leer más noticias falsas que reales. Ante ese dato, surge una pregunta puntual: ¿De qué manera va a influir ese tipo de consumo en la política y la democracia? Sin dudas va a tener un gran impacto e innumerables consecuencias. Porque hay que recordar que la gente, para votar y elegir a sus representantes de manera consciente, debe contar con buena información.
Fake News y elecciones de Brasil
Brasil es el primer caso de elecciones presidenciales en el contexto de fake news de amplio alcance (la segunda vuelta se realizará éste domingo entre el extremista de derecha, Jair Bolsonaro, y Fernando Haddad, referente del PT). Según señalan las crónicas de ese país, la divulgación de falsas noticias fue la regla de ésta contienda electoral.
Algunos ejemplos de las innumerables mentiras expuestas en la primera vuelta fueron que Haddad renunciaba a su candidatura, que Lula llamó a votar por Bolsonaro o que grandes empresas realizarían miles de despidos si ganaba el PT. Y éstas son solo una pequeña muestra del concierto de falsedades que se han multiplicado en la segunda vuelta y que incluyeron acusaciones infames de todo tipo y magnitud. Una de las tantas, una falsa foto de una supuesta joven Dilma Rousseff en compañía de Fidel Castro y un lacónico mensaje: “estudiante socialista”.
Hay un factor central a tener en cuenta en la distribución de las fake news en Brasil y que definen la gravedad del problema. Para distribuir los mensajes, en primer lugar se ha utilizado Whatsapp, la aplicación de mensajería instantánea de Facebook y que tiene 120 millones de usuarios en esa nación. Según una encuesta reciente, el 44 por ciento de los votantes del vecino país utilizan esa aplicación para obtener información política y electoral y compartirla entre sus contactos.
Hasta hace algún tiempo las fake news se transmitían en redes sociales como Facebook o Twitter, y aunque también de esa forma lograban una efectiva llegada (en especial por la acción de los algoritmos que definen lo que cada usuario verá o no verá), en esos espacios podían ser desmentidas por otros lectores o foristas. Pero al ser transmitidas por Whatsapp, en círculos cerrados o grupos de una misma identificación, la falsa información se convierte en un camino sin salida. Los referentes envían los engaños o las lecturas falaces a un público cercano, sin capacidad de reacción y respuesta.
Ante el gran escándalo que ha provocado la expansión de informaciones mentirosas en el contexto eleccionario de Brasil, la semana pasada Whatsapp decidió de manera temporaria bloquear miles de cuentas (entre ellas, la del senador e hijo del candidato Bolsonaro). La selección de los perfiles sancionados se ha realizado a partir de una serie de algoritmos que permiten detectar acciones sospechosas.
Un canto de sirenas
¿De qué manera se puede combatir a las fake news y a esa plaga de desinformación que se extiende? Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras sostienen que no son nuevas leyes los caminos para prevenir a la gente de la información que engaña. Ya que dictadores y gobernantes que se llevan mal con la libre expresión han encontrado en las noticias falsas la principal excusa para alentar la censura y limitar la libertad de prensa.
Si la normativa no es el camino. Entonces las históricas fuentes de información y conocimiento en la sociedad moderna deberían ser los únicos caminos posibles: educación y periodismo. El periodismo de calidad es una alternativa viable y un posible antídoto ante las fake news. Aquel que chequea la información que publica, que consulta fuentes y que indaga en los hechos verdaderos. En tanto, la educación, desde ese rol central y primordial en cualquier sociedad, puede lograr preparar a las personas para enfrentar un mundo de estímulos informativos falsos.
¿Son las fake news, como el canto de las sirenas en La Odisea de Homero? En ese poema épico, el dulce tono de voz de las sirenas llevaba a los marineros hacia aguas profundas y peligrosas y así encontraban la muerte. Fue Ulises el único que logró pasar por esas aguas sin ser atraído por ese canto hipnótico y mortífero. Por consejo de Circe obligó a sus marineros a taparse los oídos con cera para evitar escuchar esas melodías irresistibles, y él mismo se ató a un mástil. Y así logró superar la prueba. ¿Quién será la Circe que eduque a la comunidad para evitar el canto hipnótico de las fake news? ¿Quién será el Ulises que comande el barco en contra de la marea de falsedades y engaños? El interrogante aún no tiene respuesta. Pero la democracia sin dudas necesitará de una Circe y un Ulises de la era digital para mantenerse a salvo.