OPINIóN
Política en crisis

Qué pasa si Alberto Fernández renuncia: "Las enseñanzas de la historia y las acechanzas de la coyuntura"

Alberto Fernández es el trigésimo primer mandatario que, desde 1854, inició un período presidencial. Si las matemáticas no dicen lo contrario, el 45% de los presidentes constitucionales que han iniciado un período presidencial, no pudieron concluirlo.

Alberto Fernández
Alberto Fernández | NA.

En la Argentina solo hubo tres presidentes que gobernaron dos períodos presidenciales completos: Roca, Menem y Cristina Fernández.

No es común, pues, que en nuestro país un mismo primer mandatario pueda gestionar durante dos períodos enteros. Es tan poco común, y hasta tan inédito, como lo que ocurrió en 2019: que alguien que ocupó la más alta magistratura en dos ocasiones, aceptara luego ir en segundo lugar en una fórmula presidencial, y que sea la candidata a vicepresidenta quien haya elegido a quien fue en su fórmula como candidato a presidente.

Decía María Elena Walsh que en el mundo del revés nada el pájaro y vuela el pez, y que los gatos no hacen “miau” sino que dicen “yes”. La fantástica cantautora ha fallecido antes de que Alberto Fernández haya recibido la banda presidencial, pero a la luz de la coyuntura 2022, si viviera, podría haber pensado seriamente en modificar la letra de su emblemática creación musical.

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Alberto Fernández: un Presidente con poca cuerda

Se encontraría con una enorme inspiración institucional, porque la lamentable realidad política que nos alcanza indica que hay un presidente de la Nación no solo harto incompetente, sino que además solo tiene los atributos del poder (bastón y banda) pero no el poder real, el cual recae en realidad en la vicepresidenta, quien como si ello fuera poco, se lo hace saber públicamente cada vez que puede y quiere.

Inescrupulosa y atrevida, sin que nada le importe la suerte del país y de sus habitantes, la presidenta del Senado utiliza toda su astucia para desgastar a su “designado” primer mandatario, quien casi al límite de la indignidad permanece en su cargo eludiendo la andanada de improperios y desacreditaciones que le llegan, no solo desde la oposición sino también, y casi exclusivamente, desde su mismo frente interno.

Alberto Fernández, que asiste a su propio funeral político sin ponerse colorado, es el trigésimo primer mandatario que, desde 1854 (año en el que asumió Justo José de Urquiza como primer presidente constitucional de la Argentina) inició un período presidencial. Fue el 10 de diciembre de 2019. Antes de él lo habían hecho veintinueve mandatarios, de los cuales solo trece lograron completar sus respectivos períodos. Pues si las matemáticas no dicen lo contrario, el 45% de los presidentes constitucionales que han iniciado un período presidencial, no pudieron concluirlo.

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Si la historia sirve para pronosticar, la posibilidad que Alberto Fernández pueda gobernar hasta el 10 de diciembre de 2023 es de apenas ese porcentaje, que disminuye notablemente si se le suma el tremendo estado de debilidad política en el que aquel se encuentra, y se reduce más aún si se advierte que esa debilidad política es provocada por quien mantiene el poder real (la vicepresidenta) y por varios funcionarios de esta gestión.

Como si estos datos ya no fueran institucionalmente escalofriantes, de los trece exmandatarios que iniciaron un período presidencial y no pudieron terminarlo, siete renunciaron por debilidad política (más de la mitad). La misma debilidad política que sufre el Presidente.

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A la enseñanza de la historia se le agrega la acechanza de la coyuntura. Ambas combinadas pueden convertir a Alberto Fernández, tranquilamente, en el decimo cuarto presidente que comienza un período de gestión y no puede terminarlo. Si así fuera, la Constitución Nacional prevé que es la vicepresidenta quien debería asumir la presidencia hasta el 10 de diciembre de 2023. Pero si ella también renunciara, entonces se aplicaría la ley de acefalía (20.972), que prevé la convocatoria al Congreso, con sus dos cámaras juntas (Asamblea Legislativa), para que se designe como presidente a un diputado, a un senador o a un gobernador. Mientras tanto, en esas cuarenta y ocho horas, se haría cargo de la presidencia el presidente provisional del Senado, el de la Cámara de Diputados o el de la Corte, en ese orden.

Alberto Fernández fue elegido por el pueblo; es cierto. Con un poder prestado en casi un ochenta por ciento, pero fue votado. Eso le asigna lo que en derecho constitucional denominamos “legitimidad democrática de origen”. El problema es que por la referida incapacidad para resolver los problemas de la gente a la que representa, carece de “legitimidad democrática de ejercicio”. Podría decirse que éste es el cierre de una nota escrita por un profesor de derecho constitucional. No, es lo que ayer le espetó al Presidente su temeraria mentora. Probablemente digan que todo esto lo inventan los medios; pues adelante con el interminable relato kirchnerista. Por mi parte, como a las pruebas remito, no más preguntas señor juez.

 

 

* Félix V. Lonigro. Abogado constitucionalista y Prof de Derecho Constitucional UBA.