Desde hace algunas semanas existe una polémica en el ámbito de la defensa a partir de la potencial adquisición de aviones de combate para la Fuerza Aérea Argentina. Si bien la problemática principal, es decir, la demanda de ciertos sectores por la adquisición de nuevos aviones caza, data desde hace varios años, la cuestión tomó particular impulso cuando -aparentemente- se redujeron las opciones a una terna entre un avión de origen norteamericano y otro de origen chino.
Si bien fueron existiendo sobre la mesa otras opciones como sistemas tecnológicos de India o Rusia, se fueron descartando por diversas cuestiones políticas, tecnológicas o en el caso de éste último, por problemas logísticos que implica la guerra y las sanciones hacia ese país. En definitiva, la adquisición de tecnología (para cualquier uso y propósito) es política. Y la guerra es la continuación de la política por otros medios. Es decir, como dice el artículo publicado en Perfil por los autores Battaleme y Serbin Pont “Aviones de combate y competencia bipolar”, implica necesariamente decisiones estratégicas.
Quienes trabajamos hace muchos años en temas referidos a tecnología aplicada a la defensa nos sentimos orgullosos de una gran victoria teórica: el reconocimiento de la mayoría de los sectores de la defensa que la tecnología no es neutral. Nunca lo fue.
Aviones de combate y competencia bipolar
Este punto, que hoy resulta evidente, está siendo utilizado como un argumento de alineación (geo)política. Es claro, Argentina no puede fabricar aviones de combate de la envergadura que son nuestras opciones de compra, ni acorde a las capacidades que parecieran ser necesarias para la defensa nacional. Cualquier decisión que se tome con respecto a la adquisición de un avión de combate tienen implicancias fundamentales en términos geopolíticos, porque implica no solamente una compraventa sino una serie de compromisos tecnológicos, políticos y militares de largo plazo. Estos compromisos implican decisiones estratégicas con consecuencias para la Argentina.
La dinámica geopolítica y sus implicancias a la adquisición de aviones de caza son bien presentados y analizados por Battaleme y Serbin donde surge nuevamente la causa profunda de los problemas de adquisición de material estratégico de Argentina desde hace más de 40 años, el infausto veto inglés. Ahora bien, ¿Qué es el veto inglés? mucho se habla de dicho veto, pero pareciera haber una confusión importante en torno a dicho mecanismo y cómo opera de forma general y en el caso particular de Argentina.
El veto inglés, no es otra cosa que un mecanismo de control de exportaciones que existe en el Reino Unido que aplica particularmente para tecnologías que considera estratégicas. En pocas palabras, es un gran listado de bienes servicios donde se explicita qué se puede exportar a cada país. Su nombre formal es “UK Strategic Export Control List”, y está diseñada por la Unidad Conjunta de Control de Exportaciones. La mayoría de los países se encuentran incluidos en la lista y todos se ven afectados en mayor o menor grado en su capacidad de adquisición de tecnologías desarrolladas por el Reino Unido o de alguna empresa británica. Esta lista, es modificada periódicamente ya que acompaña los cambios tecnológicos y la política internacional. Argentina, está en esta lista junto a otros países que cualquier lector que esté al tanto de lo que sucede en el mundo, los ubicaría en lo que la imaginación geopolítica definiría como países instables, peligrosos, conflictivos.
"Esta lista es modificada periódicamente ya que acompaña los cambios tecnológicos y la política internacional."
Los bienes/servicios pueden incluir aquellos de naturaleza militar, de uso dual, software, o cualquier tecnología que considere estratégica de acuerdo con los lineamientos de política exterior, seguridad y defensa nacional del Estado Inglés. Es decir, el veto inglés no es exclusivo para Argentina, es dinámica y se modifica acorde a la visión estratégica de la política británica. El problema particular de Argentina, un país ubicado en el hemisferio occidental yace en ser percibido como potencial amenaza para los intereses británicos y nuestro país depende de la voluntad de Londres para los “si” y los “no” de las exportaciones.
A esto hay que sumarle, que los británicos se han focalizado durante décadas en posicionarse como líderes del sector de tecnología militar estratégica, estando presente en gran parte de los sistemas de armas en Occidente. En ocasiones un pequeño componente, pero que constituye un eslabón clave, termina siendo objeto de veto británico y ello implica un severo problema estratégico. Empresas como Martin Baker, Rolls-Royce o BAE Systems están presentes en gran parte de los aviones, buques o submarinos que existen en el mercado de tecnología militar en Occidente.
La postura compleja del país
Es decir, Argentina se encuentra en un constante dilema a la hora de adquirir instrumento militar del exterior, ya que, por un lado, se encuentra en el área de influencia británica y por el otro lado, mantiene un conflicto territorial con dicha potencia. Cuando se habla de “levantar” el veto, parece confundir cómo opera la política exterior inglesa. Más aun, el veto es dinámico, puede ampliar la base de tecnologías que el Reino Unido exporta, o puede limitarse. Ahora bien, el peor de los escenarios es acceder a una tecnología que luego el Reino Unido veta haciendo imposible el acceso a los repuestos u aún peor, negando la posibilidad de uso. Se constituye en una “trampa”: ninguna mirada que se asuma “realista” con perspectivas de conseguir grados de autonomía y soberanía puede desconocer ese hecho, ni asumir depender de a quién pongan en el cargo de Primer Ministro los votantes del Reino Unido.
Ahora bien, muchos de los aportes analistas locales, se encuentran orientadas hacia un alineamiento con Occidente y ello necesariamente implica adquirir un avión de combate, el F-16, que es sujeto de veto inglés. Esta es una propuesta de política de adquisición de tecnología, con el objeto de aumentar las capacidades de defensa y seguridad nacional, verdaderamente contradictoria.
"Tenemos frente a nosotros un problema estratégico de orden geopolítico y militar."
La idea que la compra de un instrumento militar, el cual el Reino Unido tiene poder de veto (es decir la capacidad de decidir si tendremos acceso a repuestos claves), mejoraría las relaciones bilaterales -como si no existieran-, suponen una subordinación estratégica con quien en el presente se mantiene una tensión territorial. Más aun, creer que dicha compra podría mejorar las condiciones de negociación en torno a las Islas Malvinas, ignora 40 años transcurridos del conflicto y 200 años de usurpación.
Tenemos frente a nosotros un problema estratégico de orden geopolítico y militar. Resulta extraño que muchos referentes, en política internacional ignoran que los intereses vitales y estratégicos de la nación son permanentes e irrenunciables, tal como establece la Constitución Nacional Argentina.
El veto no depende de nuestros gobiernos, depende del nivel de amenaza que representa Argentina para los intereses ingleses que ocupan territorio argentino en el Atlántico Sur. Quizás simpatías mutuas pro-occidentales puedan lograrlo por cuatro u ocho años. ¿Y más adelante? ¿Supeditaremos la posibilidad de tener otros sistemas de armas, repuestos, etc., a que lo que decida el pueblo argentino en las urnas le guste al Reino Unido? La respuesta realista sería mirar las opciones en base a los intereses estratégicos y las posibilidades nuestras de mejorar las condiciones materiales del instrumento militar. El peor de los escenarios es haber comido el cebo.
*Leandro Ocón, (geo)politólogo.
**Daniel Blinder, politólogo. Investigador CONICET.