No hay nada realmente nuevo bajo el sol (Eclesiastés 1:9). La vida desde la lupa de la eterna circularidad como parte de una historia ya transitada. En “Las ruinas circulares”, Jorge Luis Borges aborda la noción de tiempo no desde la concatenación absoluta en la que se puede reconocer un antes y un después. Por el contrario, se trata de un concepto cíclico donde el retorno es eterno. Existe un avance infinito pero dirigido al punto de partida. Allí se recorre la circunferencia finita para volver al mismo punto.
Podemos trazar un paralelo entre esa eterna circularidad y los niveles de desconfianza que corroen los espíritus de los hombres con pie en una moneda nacional históricamente vapuleada forjada desde el agnosticismo. El boicot hacia el peso argentino tiene varios artífices: la sociedad se desprende porque ha perdido su valor como moneda de intercambio en un escenario de constante volatilidad e inflación encadenada hasta vaya saber cuándo; el sistema de compraventa de bienes raíces opera en dólares; sumado a ello la divisa americana puertas adentro de nuestro país es sinónimo de ahorro.
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Desplazó lo más sagrado que habla de la soberanía monetaria: la confianza. Resulta implícito pero imprescindible: la fe es la antesala de la confianza mutua que exige de sí misma un vínculo de bona fide. Buena fe en tanto ausencia de fraude.
Pareciera básico pero es crucial si queremos gestar un nuevo país sobre la base del respeto mutuo donde se vuelva al PACTA SUNT SERVANDA: guardar la palabra empeñada. Pacto con nuestra moneda. Aquí será necesaria la normativa jurídica que torne en obligatoria la circulación de una nueva moneda nacional: el “Argentino” con características únicas. Moneda inconvertible de curso legal obligatorio para todo el territorio nacional. Utilizable para compra-venta de bienes, contratación de servicios, pago de tributos, cancelación de deudas, pago de jubilaciones, compra-venta inmobiliaria. La emisión se realiza por única vez. El Estado llevaría a cabo el proceso de destrucción del circulante actual.
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El dólar americano sólo se utilizaría a los efectos de comercio exterior y turismo con clara presencia reguladora del Estado.
Necesitamos como Nación un despegue. No se puede planificar absolutamente nada sin moneda. La clase dirigente es responsable; claro que también el pueblo. Un cambio de mentalidad profundo. La paranoia por la tenencia de dólares da cuenta de la incapacidad de una moneda nacional por detentar poder.
De raíz poner fin a un germen que cada uno de nosotros desde la omnisciencia hemos permitido sea regado año a año.
Buscar el respeto internacional empieza por casa. Por nosotros, nuestra cultura nacional.
* Analista Política. Magister en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA). Twitter: @GretelLedo
