Los niveles de depresión global en términos de enfriamiento de la economía semejantes a la Crisis del 29 están arrojando cifras que alcanzan el 16% de paro en Estados Unidos. En el viejo continente, los líderes de la Unión Europea acordaron la creación de un fondo de recuperación para paliar los efectos de la pandemia.
Como un colador que tamiza y sólo permite el pasaje de determinadas partículas, la exclusión aflora con su máximo esplendor. A la deuda tanto externa como con los bonistas se sumó el COVID-19. La pobreza y marginación social vienen in crescendo con un altísimo porcentual. Lo que cambió fue el detonante a nivel planetario que golpeó tanto a países con economías más fuertes como aquellos que, por el contrario, presentan desequilibrios internos y externos en sus balanzas de pago.
¿Quién Paga? La grieta y el pacto social frente a la pandemia
El animus global es otro. Ponerse en los zapatos del prójimo más que un esfuerzo, hoy claramente convierte en inhumano a quien no lo hace.
La implosión de modelos económicos que pareciera durarían en el tiempo, movilizó la percepción de cosmovisiones irrenunciables para percatarnos que todo es pasajero, hasta la vida misma. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (Eclesiastés 1:2-4).
Aún así y reconociendo la finitud de nuestra existencia, el presente que vivimos, en tanto aquí y ahora permite que apreciemos cada instante con la particularidad y singularidad que se merece.
El tiempo puede ser visto desde dos aristas: el cronos y el kairós. Mientras el primero alude al tiempo cronológico y secuencial; el segundo se liga a lo indeterminado toda vez que abre espacio a un momento preciso. El cronos con naturaleza cuantitativa; el kairós, cualitativa. El cronos casi mecánico habla de la previsibilidad. Luego de lunes sigue martes y así sucesivamente. El kairós nos interpela a actuar en el instante justo porque de lo contrario, el momento se esfuma. Esa sintonía de alineación exige la percepción de mi yo y el entorno. La correlación con lo que me rodea y el accionar indubitable.
Condonar deudas irrumpe en el cronos, el tiempo lineal en la vida de toda Nación para tener la capacidad de leer con ojos de oportunidad, ojos de kairós, el aquí y ahora.
Los riesgos del placer, el sexting y su lado B
Argentina está en el kairós único de cerrar un acuerdo exitoso con los acreedores. Los mercados y sus relatos de exigencias enmudecidos se percataron que, los márgenes de rentabilidad, no son verdades indiscutibles.
Está claro que el endeudamiento cosifica el espíritu de libertad de los pueblos. También puede estar claro el nivel de reserva con el que se maneja la difusión de un programa económico sostenido en el tiempo en tanto estrategia interna del Gobierno. El meollo es la tranquilidad que necesita cada argentino para transitar el después del “aquí y ahora” en pos de abandonar esta frenética carrera alcista de inflación, caída de la actividad productiva, pérdida de valor del peso en tanto moneda de intercambio inestable. La paranoia es perjudicial para la psiquis humana en la ausencia de estados mentales serenos. Están claras las prioridades: salud física, salud económica, salud mental y espiritual porque somos seres holísticos.
Necesitamos propuestas constructivas y superadoras
Hoy, no mañana. Las hojas de nuestras vidas vistas como prismas de varias caras. Todas son parte de nuestra esencia. Todas y cada una de ellas.
La resignación no tiene cabida en el ser argentino. Subvertir todo orden mental que cauterice la conciencia e impida sobrevolar el vacío pasajero que día a día ostenta esta pandemia. Cuestionar, interpelar, relativizar incluso fuentes de información para llegar finalmente a establecer la distancia crítica tan necesaria en tiempos de incertidumbre y así pararnos en la cima de nuestras parálisis.