OPINIóN
Columna de la USAL

Una sola Tierra

La agenda del cambio climático se ha vuelto moneda corriente, sin embargo no logró generar los cambios necesarios para reducir las sequías, inundaciones, temperaturas extremas, derretimiento de los cascos polares, entre otras situaciones graves que nos afecta a todas y todos por igual.

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Desastres naturales cambio climático | shutterstock

El 5 de junio de 1972 en Estocolmo se celebró la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. Su lema fue “Una sola Tierra” y se estableció al 5 de junio de cada año como el Día Mundial del Medio Ambiente.

Han pasado 50 años desde aquella conferencia y sin embargo podemos ver, en este tiempo, el agravamiento del calentamiento global, la pérdida de la biodiversidad y una creciente contaminación tanto del agua, la tierra y el aire, situación que conlleva y conllevará a desastres naturales sin precedentes.

Es cierto que la agenda del cambio climático se ha vuelto moneda corriente en nuestros días, es el eje cumbres políticas y científicas y hasta de muchas películas y series; es el tema también de las charlas cotidianas de amigos y vecinos, sin embargo, no logró a la fecha generar los cambios necesarios para reducir las sequías, inundaciones, temperaturas extremas, derretimiento de los cascos polares, entre otras situaciones graves que nos afecta a todas y todos por igual.

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El estilo de vida actual es el responsable del 67 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. De sostenerse el actual modelo de producción y consumo que se desarrolla principalmente en las grandes metrópolis, implicaría utilizar el equivalente a 1,6 Tierras, es decir, más allá de lo que nuestro planeta tiene para darnos.

Un elemento que pone en riesgo serio la vida en el plantea tal cual lo conocemos es la contaminación del agua, la cual es fundamental para la vida y la alimentación, como para el desarrollo de los procesos biológicos de todos los seres vivos de la tierra.

Se estima que nuestro planeta tiene 1386 millones de km3 de agua, cantidad que se ha mantenido incólume en los últimos millones de años. Se calcula que el 97% es agua salada y sólo el 2.5% del agua que existe en la Tierra es dulce. El 90% de los recursos disponibles de agua dulce del planeta están en la Antártida. Sólo un 1% se encuentra en cuencas hidrográficas y sólo un 0,025% es potable, porcentaje que disminuye año tras año por la contaminación. La escasez de agua dulce es un riesgo muy serio del que ningún país está ajeno ya que los recursos de agua son renovables, pero finitos, limitados y frágiles con una demanda creciente.

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Según la ONU, el 40% de la población mundial sufre la falta de agua potable y 4.200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua limpia y saneamiento gestionados de forma segura. Según UNICEF, 1.000 niños mueren por día a causa de enfermedades diarreicas vinculadas con agua potable contaminada, saneamiento deficiente o malas prácticas de higiene.

Es imperioso revalorizar a nuestro planeta y tomar consciencia de la necesidad de hacer un giro en las acciones que venimos desarrollando. Los esfuerzos logrados hasta el presente no han sido suficientes. La crisis climática y de la naturaleza exige de los países y de cada uno de nosotros desarrollar iniciativas y esfuerzos globales para abordar el presente y el futuro que se nos avecina.

De continuar este camino las consecuencias cercanas serán un incremento del cambio climático, una mayor contaminación, una escasez de recursos naturales vitales como el agua y una gran dificultad para el acceso a los alimentos generando un nivel de conflictividad social en escala. Por esto creemos urgente priorizar el cuidado de Nuestra Casa Común y saber que sin acciones fraternas no hay futuro para la humanidad que nos contenga a todas y todos.

 

* Guillermo Celaya. Director Programa de Investigación en Agua y Ambiente- Facultad de Ciencias Jurídicas- SIGEVA USAL.

* María Eugenia González Cuidet. Coordinadora del Programa de Investigación en Agua y Ambiente- Facultad de Ciencias Jurídicas- SIGEVA USAL.