Las “formas” en algunas instancias y en algunos ámbitos son tan importantes como el fondo. Por ejemplo en la Justicia, por ejemplo en la política. Las expresiones en esos ámbitos que últimamente se registran en el continente y podría decirse en el mundo entero indican un advenimiento firme de la derecha alternativa (del inglés alternativeright, a menudo abreviado como alt-right). Las grotescas tomas de las sedes parlamentarias en Estados Unidos y en Brasil son la muestra acabada de esas expresiones ultramontanas inspiradas por dos orates como Donald Trump y Jair Bolsonaro.
En la República Argentina esa naciente pero creciente “derecha” tiene, por ahora, un formato y una apariencia distintos. Las capuchas de los bolsonaristas y las máscaras de los trumpistas en Argentina se transforman en una peluca-natural o artificial- de color caoba, pero aparecen las expresiones segregacionistas del sur norteamericano y hasta la simbología racista.
Otra “forma” radica en la mentirosa exacerbación de la libertad cuando en realidad esto es solo para minar la imagen del Estado. Las actuales expresiones libertarias en la República Argentina esconden los propósitos más perversos y desaprensivos- siempre a caballo de la denostación del papel de contralor estatal-, como son la portación libre de armas o el tráfico de órganos. Paradojal y paralelamente se registra una negación a los verdaderos derechos, aquellos cuyo ejercicio, a veces, son la diferencia entre la vida y la muerte: la interrupción libre del embarazo.
En el mundo los grupos identificados como de derecha alternativa defienden el supremacismo blanco, el separatismo blanco, el racismo, la xenofobia, la homofobia, el negacionismo el antisemitismo, el anticomunismo, el neonazismo, el neofascismo y la islamofobia.
En Argentina todo esto no es explicito o patente, sin dudas esté larvado, disimulado; atemperado por la composición invencible de la sociedad argentina superadora-por lo menos en principio- de etnias y religiones.
En Argentina puede hablarse de una “derecha alternativa” alternativa; porque el estigma se produce a partir de otros parámetros como el ideológico o el político: el antiperonismo, el antiestatismo, el antisindicalismo.
Y si para muestra basta un botón, el hilván fue puesto hace pocos días. Personeras y personeros de esa derecha alternativa “alternativa” volvieron a blandir el escenario fantasioso y faccioso de las combis negras y el aparato paralelo de inteligencia de César Milani. Las y los ultramontanos de “nuestra” derecha alternativa pretenden endilgarle a Milani el hackeo y las filtraciones de los audios entre el esbirro de la Corte y el Ministro de CABA que “operaron” el fallo sobre la coparticipación.
Nuevamente Milani es la “papelera de reciclaje” adonde se envía o desvía todo; los delitos de lesa humanidad, el enriquecimiento ilícito, las operaciones de espionaje y hasta el fusilamiento de Dorrego. Lo que comenzó con el extinto Bonadío y Stornelli, siguió con Stiuso, Bullrich y Alonso; tuvo sudesideratum cuando Elisa Carrió pretendió vincular a Milani con la muerte de Nisman porque- según contó- era la conexión local de un comando iraní. La fuente de Carrió: una señora fans de ella asidua concurrente a las travesías de Buquebus.
Nuestra derecha alternativa no aparece como racista o sexista pero sin dudas tiene un compromiso psiquiátrico y mesiánico importantes, este es el sello distintivo autóctono; para coronar la tesis del “a como dé lugar” de la invasión a los parlamentos y de la Noche de los Cristales Rotos.
(*) Abogado. Autor del libro “Castigo sin crimen” Las pruebas de la inocencia de Cesar Milani. (2019, Ed.GALERNA).