En una nota anterior hablábamos de la noción y la vigencia de la justicia social. Ahora, a modo de complemento, nos referimos al concepto de Estado. Para ello nos hacemos eco de unas breves, pero contundentes palabras del Papa Francisco en un mensaje que dirigió recientemente en un encuentro de jueces.
El mensaje se inicia justamente destacando el valor del Poder Judicial que –recuerda el Pontífice– “es el último recurso disponible en el Estado para remediar las vulneraciones de derecho y preservar el equilibrio institucional y social”, siendo esto particularmente necesario en una época de intensa injusticia en que se observa a “pocos ricos cada vez más poderosos y millones de pobres negados y descartados”. De este modo: “No hay futuro, no hay desarrollo, no hay justicia ni democracia”.
Ante tal escándalo humano el Papa afirma: “Los derechos sociales no son gratuitos. La riqueza para sostenerlos está disponible, pero requiere de decisiones políticas adecuadas, racionales, equitativas. El Estado –hoy más importante que nunca– está llamado a ejercer ese papel central de redistribución y justicia social”. Tal como señala el economista Carlos Leyba, en los primeros diez países líderes en “libertad económica”, el promedio de Gasto Público sobre PIB es 35%. Países con un PIB por habitante que es como mínimo 5 veces el nuestro.
El Papa defendió el rol del Estado: "El dios mercado y la diosa ganancia son falsas deidades"
Estas palabras no deben ser interpretas como la glorificación de una sociedad Estado-céntrica en que el Estado lo hace todo e inhibe la libertad de los particulares, que actuara demagógicamente sin criterios de eficiencia y transparencia.
Tampoco se trata de concebir una sociedad mercado-céntrica en la que todo se resolvería espontáneamente según el simple juego de oferta y demanda. Al respecto dice Francisco: “El dios mercado, la diosa ganancia son falsas deidades que nos conducen a la deshumanización y a la destrucción del planeta. La historia lo ha demostrado en muchas y muy tristes oportunidades”.
El Papa también se refirió a los que ejercen un poder público, indicando que “tienen que tener presente que no alcanza con la legitimidad de origen, el ejercicio debe también ser legítimo”. O sea, su actuación se desdibuja “si se aleja de la construcción de sociedades justas y dignas”, mirando hacia el costado frente a los modelos deshumanizantes y violentos.
