OPINIóN
gerardo caetano, historiador

"Néstor Kirchner llegó a odiar a Tabaré Vázquez"

El politólogo uruguayo, profesor de la Universidad de la República y miembro de la Academia Nacional de Letras y de la Academia de Ciencias del país vecino, habló con PERFIL en octubre sobre los equívocos y simplificaciones entre la política de una y otra orilla. La muerte de Tabaré sirve para recordar ese texto.

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Distintos. En Uruguay, “el Derecho está primero sobre los afanes políticos, y es muy difícil que haya lugar para oposiciones irreductibles o para dicotomías de hierro” , advierte Caetano. | cedoc / afp

Gerardo Caetano es un prestigioso historiador y politólogo uruguayo al que las naturales predilecciones que tiene cualquier ciudadano no le hacen perder rigor ni capacidad de traducir su erudición a un lenguaje accesible para todo el mundo. Profesor titular de la Universidad de la República y miembro de la Academia Nacional de Letras y de la Academia Nacional de Ciencias de Uruguay, Caetano también es académico correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina. Habló con PERFIL sobre los equívocos que llevan a simplificaciones burdas entre la política de una y otra orilla.

-¿Por qué no tiene sentido el paralelismo entre la rama cristinista del peronismo y el Frente Amplio?

-Siempre ha sido muy difícil cualquier comparación entre las culturas políticas de Uruguay y de Argentina, que normalmente trata de traducir erróneamente en perfiles propios lo que es la política uruguaya e introducirla en sus conflictos. Por ejemplo, se ha dicho que el batllismo era el radicalismo, y es una comparación equivocada, porque el gran amigo de los primeros radicales fue el Partido Nacional y, en particular, el herrerismo (corriente histórica de centroderecha, fundada por el caudillo Luis Alberto de Herrera, bisabuelo del presidente Luis Lacalle Pou, ndr). El primer discurso público de Herrera fue en Montevideo y en honor a Leandro N. Alem. Y cuando es desterrado Irigoyen a Uruguay, se queda en la casa de Herrera. Después, ha habido -y ésta es una equivocación absoluta- quienes han comparado al batllismo con el peronismo. En cambio, el peronismo tuvo vínculos con el herrerismo. En los actos herreristas de los 40 y de los 50 había bombos peronistas. Cuando murió Evita, Herrera, que era un intelectual y un lector voraz y siempre le dio a su pensamiento una dimensión internacional, fue a su sepelio. Pero por ejemplo su nieto, Luis Alberto Lacalle Herrera, es herrerista y antiperonista. Yendo a nuestros días, constituye otro equívoco el paralelismo entre kirchnerismo y frenteamplismo. En primer lugar, el Frente es un partido de coalición, la izquierda uruguaya nunca ha sido peronista y, si bien hubo algunos vínculos entre el kirchnerismo y José Mujica, basta recordar lo que le pasó a Mujica siendo presidente, cuando creyó que iba a restaurar la amistad uruguayo-argentina teniendo del otro lado a Cristina Kirchner, con quien terminó enfrentadísimo, sin mencionar el hecho de que Néstor Kirchner llegó a odiar a Tabaré Vázquez. Un Vázquez que años después sería abucheado durante la asunción de Cristina Fernández.

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-¿Por qué hay tanto lugar para el error?

-Porque se trata de políticas radicalmente distintas. En la política argentina impera un ambiente muy propicio a construcciones populistas, y lo digo de manera descriptiva, no despreciativa. El populismo no es un contenido ideológico, y por eso pueden ser populistas desde Rafael Correa y Maduro hasta Trump y Marine Le Pen. Más bien, es una manera de hacer política cuya clave está en la construcción de un nosotros virtuoso, en oposición irreductible a un otro demonizado. Esto es así desde “Braden o Perón”, y siguiendo esa lógica el pueblo no puede negociar con la antipatria. Pero esta construcción no es adecuada para el Uruguay, aunque estemos en una era de polarización creciente que lamento. Yo recuerdo que Líber Seregni (fundador del Frente Amplio, militar y ex colorado que fuera perseguido por la dictadura, ndr) decía que había que cuidar la polarización, para no caer en la peronización del movimiento sindical ni del Frente. La lógica “nacional y popular” no se acompasa con la izquierda uruguaya. 

-Algo especialmente cierto durante el enfrentamiento entre Perón y Luis Batlle Berres, sobrino de José Batlle y Ordóñez y padre de Jorge Batlle…

-Hay un libro muy interesante de Juan Oddone, que tiene documentos diplomáticos extraordinarios sobre el período de enfrentamiento que va desde 1945 a 1955, y que se llama “Vecinos en discordia”. El conflicto entre ambos países fue tan terrible que en 1955 Batlle Berres envió a Chile al entonces coronel Seregni para entablar contactos directos con el gobierno chileno, buscando respaldo diplomático y militar ante la eventualidad de una invasión de la Argentina peronista. Además, Batlle Berres estaba casado con Matilde Ibáñez, que era argentina y llegó a tener una confrontación personal con Evita. Y el famoso encuentro en la mitad del río entre los dos presidentes fue excepcionalmente tenso. No había una gota de empatía.

-¿Por qué diría que en Uruguay es un consenso nacional oponerse al peronismo, y por qué aquí ser republicano es visto como un valor, en lugar de como una especie de defecto conservador?  

-Para el Uruguay, la nación es la república, y eso significa que es la cosa pública. A tal punto, que al presidente le decimos “presidente de la República”, y la misma regla seguimos con el principal banco del Estado. Por eso, la nación está articulada con un conjunto de valores que nos son comunes: el respeto por las instituciones democráticas, la separación entre la Iglesia y el Estado, la solución pacífica de los pleitos a través de las urnas, y la independencia de poderes entendida casi como un dogma. En esa concepción, el Derecho está primero sobre los afanes políticos, y es muy difícil que haya lugar para oposiciones irreductibles o para dicotomías de hierro contrarias al espíritu republicano.