OPINIóN
Guerra relámpago

La Blitzkrieg “libertaria"

La verdadera democracia se logra diseminando la libertad, no concentrándola en una minoría similar al modelo de país de hace un siglo, el que busca la gestión actual.

El presidente Javier Milei y parte de su gabinete asomado en el balcón de la casa de gobierno.
El presidente Javier Milei y parte de su gabinete asomado en el balcón de la casa de gobierno. | Agencia Telam

La presentación de Caputo fue el preanuncio y el protocolo “antipiquete” de Bullrich, la abierta amenaza de represión frente al conflicto político y social que, de seguro, ocurrirá al calor de las consecuencias del plan.

El aturdimiento generalizado que provocó el brutal aumento de precios de los últimos días, llevando la inflación a un nivel mucho más desesperante que la ya acumulada, se convirtió en “auto profecía cumplida” y la excusa ideal para la justificación “teórica” de las medidas; que no son geniales ni nuevas, se repiten cada vez que tienen la oportunidad de implementarlas, y no van a traducirse en mejoras reales y concretas para el conjunto de la sociedad. Ni para quienes ingenuamente votaron a Milei en las PASO y la primera vuelta, ni para el resto. Muy por el contrario.

 Pero más allá del debate, procesos judiciales y parlamentarios al respecto de la constitucionalidad del mega DNU y el proyecto de ley “ómnibus", que no es un tema menor si lo pensamos con Federico Delgado cuando advirtió en ‘Politeia’ (su libro póstumo) que “De golpe, afirman sin tapujos que las formas legales estorban, que las instituciones son nidos improductivos y no permiten tomar las auténticas medidas que los tiempos excepcionales exigen”; hay que focalizarse en el contenido, la velocidad y abarcabilidad de objetivos que buscan concretar las dos normas.

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La Blitzkrieg “libertaria"

De ahí la analogía bélica: “la guerra relámpago” (blitzkrieg en alemán) fue la táctica adoptada por Hitler cuando invadió y subordinó a varios países europeos en sólo algunos meses al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

 Van por el desmantelamiento definitivo de la Argentina que de una u otra manera tuvimos hasta mitad de la década de los 70 (semi industrial, con pleno empleo, un dígito de pobreza y cero indigencia).

Luego de casi 50 años de regresión, autismo de la clase política y, finalmente, gracias al desastroso gobierno de Alberto Fernández y la desesperada gestión y candidatura de Sergio Massa, terminamos en que Milei se convirtiera en alternativa (incluso con mucha ayuda oficialista) y a la postre en presidente. “Ironías del destino” que le dicen, para desgracia de quienes lo inflaron como una forma de dividir y debilitar a la oposición.

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Ahora estamos frente a la derogación y modificación de cientos de leyes y marcos regulatorios, que con otra orientación gubernamental hasta podrían discutirse en no pocos casos; pero que vienen a profundizar, consolidar y remachar la tendencia que se inauguró con la dictadura y Martínez de Hoz en la segunda mitad de la década de los 70’ y se pronunció con el menemismo y Cavallo en los 90’.

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Estamos hablando de la reprimarización completa del modelo productivo de cara a la economía mundial, su correspondiente inserción subordinada a la estrategia de las potencias centrales, y de la adecuación definitiva de la morfología social del país a tal efecto.
Es decir, la vuelta a la Argentina de hace 100 años, de la que se la pasa hablando Milei y tanto anhela con otros nostálgicos. Plenamente extractivista, con mínima actividad industrial, muy pocos ricos, casi nada de clase media y una mayoría muy pobre y fácilmente manejable.

Porque de lo que se trata, a fin de cuentas, es de quiénes, cómo y hacia dónde manejan la Nación y qué condiciones de vida implican para la gente; lo que va necesariamente ligado a la siguiente ley: a mayor pobreza económica y cultural de la población, más marginalidad popular y mayor "libertad" de actuación para quienes dominan en función de garantizarse en el tiempo sus ventajas y beneficios; y a la inversa lo opuesto, porque a mejores condiciones de vida de los sectores medios y bajos de la sociedad (que son la inmensa mayoría) éstos logran la posibilidad de cuestionar y reclamar para sí la distribución de esas ventajas y beneficios a los grupos tradicionalmente dominantes. Es decir, libertad diseminada y no concentrada.

La verdadera Democracia, participativa y hacedora del Bien Común, se juega justamente ahí. La otra, la delegativa y falsificada, también. Milei y los que marchan a su lado ya se están sirviendo de la segunda.

*politólogo y docente de la UBA