OPINIóN
Si hay ley, hay esperanza

La interpelación del Preámbulo a la clase política

El Preámbulo de la Constitución Argentina fue citado infinidad de veces para argumentar debates en cada página de nuestra historia. Debería serlo también ahora, en este año electoral, en que la desesperanza y Ezeiza seducen como única salida.

Se gastaron 2000 millones de pesos por las 27 leyes que aprobó el Congreso en 2022
Se gastaron 1700 millones de pesos por cada una de las 27 leyes que aprobó el Congreso en 2022. | Pixabay

Desde 1853 a la fecha han existido innumerables debates en torno del Preámbulo de la Constitución Argentina, sobre su originalidad (o no), sobre su importancia (o no), y sobre su utilidad práctica para interpretar los artículos de la constitución (o no). En estos debates también aparecieron los que sostuvieron que el Preámbulo es parte de la Constitución y los que sostuvieron lo contrario. 

En ese derrotero de acuerdos y desacuerdos de la vida institucional y judicial de nuestro país, cada generación buscó y encontró nuevos recovecos y argumentos entre las palabras del Peámbulo para sostener o rebatir ideas, modas o iniciativas del momento. 

Cada generación reparó en el Preámbulo para encontrar una guía y un sustento no solo por la carga emotiva que despierta (como pudo constatarlo Alfonsín en la campaña del ´83) sino porque todos intuimos que es “la piedra de toque” del proyecto constitucional (como decía Domingo Faustino Sarmiento) y porque identificamos sintéticamente en él “todos los males que quisimos remediar y todos los fines que nos propusimos alcanzar”(como sostenía De Vedia).

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Un ejemplo, entre tantos, del uso del Preámbulo en el debate público nacional, lo encontramos en el debate parlamentario del 12 de septiembre de 1910 entre Joaquín V. Gonzalez y Manuel Lainez. Estaban discutiendo en el recinto sobre un proyecto de restricción de la inmigración siria cuando el primero señaló al segundo que: “…hay que tener en cuenta (que),  al lado del precepto del artículo 25 de la Constitución, que habla, en materia de legislación protectora de la raza europea (…) hay una premisa mucho más alta de la Constitución, que ha fundado la justicia para todos los hombres del mundo que quieran habitar nuestro suelo; porque nuestras leyes no establecen diferencias, les basta solamente, sea cualquiera su religión y origen, que viva honestamente en el país, que se incorpore a la vida cotidiana de la Nación, y sea miembro útil de ella: eso es lo que exige; la garantía alcanza a todos los hombres del mundo...”. 

 

Interpelación del Preámbulo a la clase política

Otro ejemplo sería la cambiante valoración de la palabra “bienestar” de nuestro Preámbulo con el paso de los años. Mientras que en “Ercolano” (año 1922) la Corte Suprema sostuvo que “...el objetivo preeminente de la Constitución, según expresa su Preámbulo, es lograr el bienestar general, lo cual significa decir la justicia en su más alta expresión, esto es, la justicia social...”, en “Quinteros” (año 1937) la Corte Suprema sostuvo que “...de su Preámbulo y de su contexto se desprende el concepto de que la Constitución se propone “el bienestar común”, el bien común de la filosofía jurídica clásica...”.

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Los ejemplos del uso del Preámbulo para argumentar abundan en cada página de nuestra historia y ello, justamente, es lo que queremos de poner de resalto en estas líneas. No se trata aquí de traer a colación un sinfín de ejemplos históricos ni de valorar aquí su asidero sino solo de invitar a reflexionar sobre el Preámbulo con los ojos del presente. 

Bajo esa premisa, y especialmente en estos tiempos en que el cambio climático y el narcotráfico ya han empezado a mostrar su cara más despiadada y que la política se ha enfrascado en sus propios problemas mientras la pobreza no deja de crecer, cunde la desesperanza y Ezeiza nos seduce como única salida, el Preámbulo nos está interpelando.  

El proyecto constitucional es un proyecto político presente pensado para el futuro y por ello, en un año electoral como este, lo que menos espera la ciudadanía de sus representantes (en particular) y de la clase política (en general), es que nos ofrezcan el futuro que hemos perdido y que nos conduzcan con aplomo hacia él.

Para ello, quizás sirva tener presente que nuestra Constitución, como dice su Preámbulo, fue sancionada para todos nosotros y “para nuestra posteridad”. Vale decir, nos lo debemos a nosotros y se lo debemos a nuestros hijos. No hay más tiempo que perder.

* Abogado Magister en Derecho Empresarial, Profesor de Derecho Constitucional y Director en Biscardi & Asociados