En el actual ambiente sociopolítico en Argentina queda en evidencia que las decisiones políticas en materia económica, financiera, monetaria y fiscal no fueron tomadas del mejor modo por los sectores comerciales e industriales. No se han tomado a tiempo y procrastinar tiene costos que los asume hoy toda la sociedad.
Si pensamos en la danza de nombres previos a la llegada de Massa, y los actuales, y los que fueron sin serlo formalmente y los que faltan nombrar y el tiempo apremia, comienza a emerger una opinión que marcan una clara distancia en las expectativas y valoraciones sobre la calidad técnica de los cuadros que integran el nuevo equipo de gestión.
Esta distancia en expectativas lo que muestra entonces son dos aspectos claves en situaciones de incertidumbre:
1- No hay buena gestión de la comunicación presidencial destinada a bajar la incertidumbre fallando en su función la vocería al no comunicar certezas, claridad y pertinencia en sus discursos. De hecho, se contradice con otros actores que recientemente fueron nombrados.
2- No se previó ni se actúa con la premura necesaria para gestionar la incertidumbre, lo que se conoce como comunicación de ajuste de expectativas para mantener un grado de verosimilitud en las versiones que se comunican oficialmente.
Es decir, no se busca activamente que las expectativas se acoten, se circunscriban y se interpreten de un modo favorable al gobierno dejando que todas las versiones, hasta las más descabelladas vertidas por periodistas, operadores e interesados en la resolución pugnen -sin voceros que contra argumenten- y ganen en la instalación de dudas, ruidos y fake news contra el nuevo gabinete.
Lo anterior, como muestra, entre muchos otros errores en la gestión de la comunicación por falta de política, no a la inversa, también muestra un aspecto clave y bastante debatido desde al menos 15 años y es la falta de confianza cuando la política no puede asegurar reglas de juego estables para la economía.
En esta íntima relación entre política y economía, que muchos olvidan, la confianza social nacida en la reputación de los actores ejemplares, es un motor sustancial que cuando el comercio e industria funcionan y se expanden se le asigna responsabilidad a la técnica y cuando no, se vuelve a pensar en la desconfianza generalizada. En verdad, la confianza se encuentra en todos los escenarios, de expansión o contracción de la economía.
Por esto, tomemos el caso Batakis y Rubinstein. Lo que hoy estamos transitando en materia económica producto de la política es un déficit en el análisis de riesgos políticos y comunicacionales de quienes evalúan y toman las decisiones. Estos cambios repentinos y designaciones no concretadas son errores importantes para el lanzamiento de un modo declarado distinto de administración. Algo muy proclamado hasta la fecha.
En este punto entonces, lo relevante es que sin ajuste de expectativas, sin cambios de estilos en la comunicación y el déficit de reputación creciente lo que sigue siendo parte del central del discurso es una esencia confrontativa intra y extra coalición de gobierno mediante la imposición, la negligencia, la tardanza y la falta de coordinación para la gestión de crisis.
En síntesis el mercado necesita de la política y más actores que decidan con fines a acrecentar su propia reputación para dar garantías y seguridad a cada comunicado político y a la percepción social sobre los acontecimientos que ocurren a diario. El índice reputacional, que se mide cotidianamente por diversas consultoras, no arroja mejores resultados en los últimos días. Las imágenes y valoraciones sobre la dirigencia no colaboran con el clima social.
Por eso, el mercado hoy reclama medidas técnicas pero también espera encontrar nombres con reputación en los cuadros de gestión y menos arbitrariedad o improvisación para poder volver a confiar y que se pierda así el temor contextual que no nos permite volver a crecer y menos pensar en un camino de desarrollo.