Sabemos que toda crisis -económica, ambiental, sanitaria, bélica, todo ello combinado, o de otro tipo- ataca más fuerte a quienes son más vulnerables. Pero en el caso de la degradación del ambiente y el cambio climático, observamos algunos aspectos particulares, que nos exigen un abordaje aún más integral. Partimos de la base de que el acceso a los recursos comunes resulta imprescindible para la satisfacción de las necesidades básicas.
La crisis ambiental supone la creciente limitación del acceso a los servicios ambientales y el empeoramiento de su calidad. Cuando pensemos las problemáticas que aquejan a las mujeres, debemos tener presente que aquellas empeoran en un contexto de recursos limitados y mayor competencia por el acceso a los mismos. Por eso, si bien podemos advertir con optimismo algunas mejoras en cuanto a concientización, sensibilización y reversión de desigualdades de género en diversos ámbitos, no debemos dejar de lado que la crisis climática supone circunstancias más adversas y nuevos desafíos.
Uno de los servicios ambientales más comprometidos por la crisis ambiental es el acceso al agua potable, un derecho humano indispensable para el desarrollo de otros derechos esenciales. Podemos hablar, entonces, de la existencia de una crisis hídrico-social. El derecho a la alimentación está estrictamente ligado al agua, no solo como fuente de nutrientes en sí y como insumo para la agricultura, sino también para la preparación de comidas y bebidas, el aseo de los utensilios, etc. A su vez, se necesita para la higiene personal y la limpieza del hogar.
Una de cada cuatro personas no tiene agua suficiente
No resulta un detalle menor que las tareas de cuidado se distribuyen de manera desigual, recayendo en gran medida en mujeres y niñas. Asimismo, en las comunidades rurales donde se practica la agricultura de subsistencia, las mujeres tienen un papel fundamental en esa actividad. Una mayor dificultad para cumplir con esas tareas supone más tiempo que deben dedicarles y menos tiempo para destinar a su desarrollo personal, educación, capacitación, trabajo registrado y recreación.
En la mayoría de los hogares que sufren escasez de agua, las mujeres y las niñas son las responsables de su recogida. Esto a menudo implica tener que recorrer largas distancias y llevar cargas pesadas. El tiempo que se requiere suele apartar a las niñas de la escuela y reducir las opciones que tienen las mujeres de obtener ingresos. Educarse, capacitarse y desarrollar actividades remuneradas resulta imprescindible para la independencia y autonomía de las mujeres. Como todos los derechos, deberían poder ejercerse en igualdad de condiciones con los hombres.
Como vemos, las mujeres tienen un rol protagónico en la mayoría de las tareas relacionadas con el agua, se ven afectadas desproporcionadamente por la falta de acceso, y aún así, su participación en los procesos de toma de decisiones sobre la gestión del agua y los alimentos es extremadamente baja.
Los esfuerzos destinados a abordar la problemática ambiental serán en vano si no se reconoce el rol fundamental de las mujeres en la comunidad y se da protagonismo a su voz ysu acción, las cuales deben colocarse en el centro del debate y de las iniciativas. Solo un abordaje comunitario, inclusivo e igualitario nos permitirá delinear las bases para restablecer la prosperidad y las oportunidades de desarrollo para todas y todos los habitantes del planeta.
*Investigadora del Programa de Investigación en Agua y Ambiente – Fac. Cs. Jurídicas.