Un hombre que había tenido un solo hijo, cuando vio que las fuerzas lo empezaban a abandonar, decidió dejar su testamento. En él puso que para que su hijo, quien ya era mayor de edad, heredara sus bienes debía recuperar parte de su “inocencia”. Cuando llegó el momento y leyeron el testamento nadie entendía qué significaba eso. ¿Qué debía hacer su hijo? ¿Cómo se recupera la inocencia perdida? Luego de mucho pensar decidieron visitar al sabio del Pueblo para que los ayude a resolver el problema. Fue él quien les explicó: lo que quiso decir este hombre fue que la condición para heredar es que tenga primero un hijo. Será junto a él que podrá recuperar parte de su inocencia, son los chicos el canal para volver a experimentar eso que nos pasó de chicos y que el paso del tiempo y el crecimiento nos hizo perder.
Si miramos hacia atrás podremos reconocer que cuando éramos chicos en general, creíamos mucho más. Estábamos mucho más abiertos a la sorpresa, al milagro, al descubrimiento permanente. Luego nos educaron y eso implicaba que debíamos dejar de creer tan fácilmente, empezar a cuestionar y a dudar de todo. Nos hicieron creer que para crecer debíamos dejar lo que muchos llaman inocencia, y tal vez sea sensibilidad y fe.
Pesaj es la fiesta en la que los protagonistas son los chicos y la educación. Es el momento del año en el que nos tenemos que acercar a nuestros hijos y a nuestros nietos, y al hacerlo tal vez podamos contagiarnos con un poco de su frescura. Es la oportunidad de transmitirles, enseñarles y al hacerlo repensar nuestro vínculo con la fe, con nuestro pueblo y nuestra historia. Pesaj es la festividad para contarle a las próximas generaciones quiénes somos y de dónde venimos.
Para lograrlo, la celebración principal tiene lugar alrededor de una mesa y el ritual que allí sucede se llama seder. Es alrededor de ellos, pensada y construida para poder sorprenderlos, interesarlos, conmoverlos y motivarlos. Serán ellos los que deban recibir todo lo que tenemos para transmitir, y serán ellos los que deban disfrutar con cada uno de los rituales que compartamos durante esa noche. Será el momento de dejar huella, de trazar un camino, de guiar a la próxima generación y de traspasar nuestra herencia.
Pero la propuesta es que lo pensemos también en función de nosotros mismos. Que tengamos presente que lo que damos vuelve y que nosotros también podemos sentirnos impactados por esta experiencia del seder. Puede ocurrirnos que pensando en nuestros chicos recuperemos nosotros también parte de la inocencia perdida, y nos podamos abrir más a la experiencia de la fe, a la presencia de Dios y al milagro. Que junto a ellos volvamos a descubrir lo importante que es estar sensibles y predispuestos a lo maravilloso que tiene este mundo.
Los chicos pueden enseñarnos a vivir intensamente y a disfrutar cada momento presente. Ellos son capaces de construir un castillo de arena durante horas, sabiendo que no tendrá otra utilidad que disfrutar del momento de hacerlo y que si llega una ola y lo derriba, tomarán de la mano a quien tengan cerca para alejarse unos pasos del mar y volver a empezar a construir uno nuevo. Pueden entregarse a una tarea sin pensar y especular con qué beneficio obtendrán por ello, dejando de lado intereses y concentrándose más en las vivencias.
Escuchemos a los chicos en Pesaj, prestemos atención a sus preguntas, juguemos junto a ellos en su búsqueda del Afikoman, la porción de pan ázimo que se esconde y que da premio a quien la encuentre, cantemos cada una de las canciones con alegría y pasión, y descubramos en estas experiencias parte de la felicidad que tanto necesitamos y que tanto nos cuesta encontrar.
Abandonemos el axioma que nos transmitieron que decía que para crecer es necesario abandonar la inocencia, y dejémonos sorprender, maravillar e ilusionar por aquellas cosas simples, que son los milagros que cada día nos regala la vida y que por estar tan ocupados y preocupados dejamos pasar. Si logramos hacerlo seremos merecedores de una herencia inmensa que nos legaron y que está allí esperándonos para que la recibamos.
Jag sameaj
*Rabino.