OPINIóN
Pandemia por coronavirus

La prolongación del aislamiento estricto profundiza el problema de la emergencia de padecimientos mentales

Para ser libres, no sólo hay que vivir. Es hora de incorporar la mirada psicosocial en la gestión de la pandemia

Pandemia y 100 días de Cuarentena 20200624
100 días de Cuarentena en Buenos Aires por la Pandemia del Coronavirus | Juan Obregón

Pasaron ya varios siglos de la primera cuarentena, en la que se apelaba al sacrificio como método de cura ante enfermedades que eran entendidas como castigo divino.

Hoy, somos Sísifo llevando una vez más la piedra de nuestros malestares cuesta arriba. Y no se asoma el final, la cima que nos muestre cómo salir del confinamiento que hasta ahora fue exitoso, pero que requiere nuevas estrategias.

La prolongación del aislamiento estricto profundiza el problema de la emergencia de padecimientos mentales. Existe evidencia que vincula directamente la extensión del tiempo de cuarentena y el incremento de padecimientos. Es la curva que mencionamos durante el primer mes, que no se estaba viendo. Pasaron 60 días de aquella nota. Y la curva crece.

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Sin dudas el Estado está presente cuidando nuestras vidas y ese cuidado nos ha permitido llegar hasta aquí evitando el colapso. Pero nosotros/as también debemos cuidar nuestra vida. Ser libres no es sólo vivir. El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio ha sido y es una medida fundamental. Pero se advierte el cansancio, el agotamiento de amplios sectores de la población, que en silencio, padecen. Es hora que la profundidad de este silencio sea un recurso para sensibilizar a quienes no oyen: no se puede continuar minimizando, deslegitimando e incluso ignorando la importancia de las consecuencias psicosociales de la cuarentena. 

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Lo que no logra ingresar a la conciencia, insiste y de alguna manera y tarde o temprano emerge, como retorno de lo reprimido, diría palabras más palabras menos Freud. El silencio al que se ha confinado la salud mental hace ruido y debe ser escuchado. El silencio que estira la brecha: una parte de la demanda de salud mental queda insatisfecha o invisibilizada. 

Insatisfecha porque  la oferta de dispositivos siempre fue insuficiente y en este contexto, en algunos casos ha disminuido. Invisibilizada porque se observan padecimientos que no son inscriptos como malestares que requieren intervención profesional. 

También existe un doble incremento de la demanda en el sector público. Por un lado, muchas personas que han perdido su trabajo o disminuido sus ingresos, y que se atendían en el sector privado o de seguridad social, hoy se acercan al sistema  público. A su vez, personas que ya se atendían en el sector público pero ahora consultan por primera vez en los servicios de salud mental.

En las primeras semanas, las consultas estaban vinculadas a los efectos de la incertidumbre y la amenaza de lo desconocido, así como la irrupción de una vida cotidiana inédita, producto del novedoso aislamiento: miedos, ansiedades, aburrimiento, irritabilidad, soledad, tristeza. 

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Hoy nos encontramos con presentaciones como crisis de angustia, ataques de pánico, intentos de suicidio, situaciones familiares conflictivas, violencia de género, diversos tipos de acting out o pasajes al acto, consumos problemáticos, entre otras. Se suman los padecimientos de quienes conviven con enfermedades crónicas y no están pudiendo acceder a controles de salud, ya sea por temor o porque hay especialistas que no atienden, sufrimientos de quienes vieron suspendidas sus respuestas en temas judiciales; pospuestos sus proyectos personales, familiares (viajes, mudanzas, casamientos) y no hay certeza de cuándo o si alguna vez podrán concretarse. 

Y el horizonte no es alentador. Se está observando un incremento mayor de la demanda en la medida en que se va flexibilizando la cuarentena. En las zonas del país que van progresando en la fase, se está produciendo un entrecruzamiento entre el incremento de los padecimientos mentales sentidos y su asunción como un problema a ser tratado, por un lado, y el incremento paulatino de salidas, entre las cuales se encuentra el retorno del contacto de las personas con los servicios sanitarios.  Por lo tanto, sin lugar a dudas  esto es algo que hay que tener en cuenta en AMBA.

Hay silencios también en los ámbitos de decisión, una voz que falta. Es necesario volver a insistir: los comités científicos deben incluir psicólogos/as, psiquiatras, trabajadores/as sociales, sociólogos/as. Ya no es suficiente contar con expertos en el comportamiento del virus. Es hora de escuchar también a especialistas en el campo psicosocial y no sólo biomédico.

Entonces, ¿qué implica afrontar lo que viene, incorporando la perspectiva de salud mental? Avanzar decididamente y en paralelo, en dos planos: apurar la salida, y profundizar e incrementar la capacidad de respuesta de los sistemas de salud respecto a los padecimientos mentales.

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Leopoldo Marechal escribía en un poema a su amada “En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba”. El arriba hoy incluye una mirada superadora. Entender que la cuarentena estricta tiene límites. El aislamiento obligatorio no es un fin en sí mismo. La demora de una estrategia de salida incrementa el malestar: una salida ordenada de la cuarentena implica una mirada más integral, planificando aperturas y cierres en función de indicadores objetivos,  un fuerte abordaje comunitario de rastreo, testeo y aislamiento, con mayor participación de los equipos del primer nivel de atención, como viene sosteniendo Adolfo Rubinstein, y hoy mencionó el Presidente. Es tiempo de avanzar en la neo normalidad en las zonas de baja o nula circulación del virus, en el marco de una mayor autonomía en las decisiones. Que la gestión de la salida ordenada sea realmente con todos/as.

En lo que respecta a la capacidad de respuesta de los sistemas de salud, es necesario comprender que las nuevas formas de abordar el impacto psicosocial de la cuarentena deberán necesariamente incorporar las viejas formas que nunca acabaron de implementarse en los sistemas de salud: 

Por un lado, la participación activa de los trabajadores de la salud en el abordaje de los padecimientos mentales. La salud mental es demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de especialistas en salud mental. Incorporar a los no especialistas, ¿para qué? En primer lugar, para la promoción de hábitos saludables que fortalezcan subjetividades y promuevan formas de tramitar psíquicamente las vivencias singulares de este momento traumático. Acompañar, poner palabras, escuchar, abrazar, contener.

Una vez más,  la mayoría de los problemas de salud mental pueden ser abordados, al menos en un primer momento, por lo no especialistas en la materia.

También es necesaria la generación de dispositivos grupales de reflexión y terapéuticos para poner en palabra el malestar. Poder simbolizar. Dispositivos que alojen, que acojan el padecer.

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Garantizar herramientas para la atención remota: se deben equipar los servicios de salud mental con tecnología que posibilite la asistencia a distancia. A su vez, que los equipos estén presentes en los consultorios, en los servicios, en el territorio. Si bien son importantes las estrategias virtuales, hay personas y poblaciones que quedaron excluidas por falta de accesibilidad, o por las particularidades de la problemática. Y por último, sin lugar a dudas, es momento de planificar una reorganización sanitaria post pandemia, con las reformas necesarias en los sistemas y servicios de salud/salud mental para el escenario futuro. Y no menos importante, lo que siempre se posterga: es tiempo que los hospitales monovalentes presenten su planes de adecuación a la ley nacional de salud mental, externando a los/as usuarios/as y garantizando los cuidados en la comunidad.

Como toda crisis, para algunas personas, familias y comunidades puede representar una oportunidad de fortalecimiento. Nada quedará igual después de atravesar  esta experiencia.

Salir del laberinto, más allá de la cuarentena, y seguir andando. Tenemos la oportunidad de transitar ese camino. Pero es necesario que se escuchen todas las voces, sintonizando juntas como potencia que nos permita llegar, y depositar la piedra en la cima.