OPINIóN
Reflexiones de fin de año

¿Pueden cambiar las cosas en el 2021?

El año que termina ha sido de regresión constitucional. Pero si hay deseo, determinación y resiliencia, la dirección puede virar.

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Récord: ningún herido por fuegos artificiales. | Cedoc

La esperanza no sólo es sentimiento, también es acción. A poco de comenzar un nuevo año, suelen surgir pensamientos de esperanza. Es común que la gente tienda a creer que las cosas habrán de mejorar. ¿Será así el 2021?

Para que así sea, lo primero de todo es desearlo. “Ojalá que sea un mejor año”, se escucha decir. Nuestro idioma castellano nos ofrece esta magnifica expresión. “Ojalá” es una interjección que revela el vivo deseo de que suceda algo bueno. Proviene del árabe “shaa Allaah”, que significa “si Dios quisiera”. Pertenece al conjunto de adverbios dubitativos, que revelan un deseo ferviente, en un cuadro de inseguridad o de temor. Este cuadro es exactamente el que vivimos.

Pero con ésta no lograremos cambiar nada si sólo nos quedamos allí. Para que el deseo se haga realidad, es necesaria la determinación. Es decir, mantenernos firmes, afirmar la voluntad frente a toda adversidad. Dejar de hacer la plancha para disponerse a nadar. Así, la determinación nos abre las puertas a la resiliencia.

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La resiliencia, según la Real Academia Española de la Lengua (RAE) es la capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas. Y los psicólogos, a este significado, le agregan la capacidad de salir fortalecidos de las crisis.

Una sociedad resiliente no solo es capaz de sobreponerse a las adversidades. Va un paso más allá: utiliza la crisis para crecer y desarrollar al máximo su potencial. Respecto a la pandemia, Francis Fukuyama, hace poco tiempo, escribió: “Muchas veces, se ha necesitado un shock externo muy grande para sacar a los sistemas políticos escleróticos de su estancamiento y crear las condiciones para una reforma estructural…” (Foreign Affairs).

Para una sociedad resiliente, la vida no es precisamente duro o cruel, sino que es una experiencia con momentos muy difíciles. Y así alcanza una manera más optimista de ver el mundo, ya que es consciente de que después de la tormenta llega el sosiego. La historia de mediados del siglo pasado de países como Japón, Alemania, e incluso Gran Bretaña, está llena de ejemplos.

En el plano económico, este concepto habla de la capacidad de una sociedad de recuperarse de perturbaciones como ser de mercado, políticas económicas, salubridad o ambientales, mediante cambios adaptativos en sus estructuras económicas y sus arreglos institucionales, con el fin de restaurar su sendero de desarrollo previo o de transitar por un nuevo sendero.

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Los límites económicos no llegan a ser tan perjudiciales como los desvíos institucionales. La prensa, por  ejemplo, aún con sus múltiples debilidades es un resorte central en el desarrollo de la democracia y de la república.

Los regímenes autocráticos pueden venir de la democracia. Y tratan de anular las críticas de los medios de comunicación. Utilizan la propaganda, para establecer un relato. Como escribe Octavio Paz: “La propaganda difunde verdades incompletas, en serie y por piezas sueltas. Más tarde estos fragmentos se organizan y se convierten en  teorías políticas, verdades absolutas para las masas”.

El caso de nuestro país es preocupante. No podemos abandonarnos a la corriente. Es necesario despertar la demanda por una mejor democracia y por más república. Que el cuadro económico y la pandemia no sean argumentos para el avance de la autocracia. Que ella no justifique el abandono de las responsabilidades del poder legislativo y del judicial.

El ya tradicional bipresidencialismo no sólo se ha acentuado sino que se ha convertido en bipresidensialismo. La discrecionalidad se está “normalizando”. He acá un desvío de la institución republicana y claramente de la propia Constitución. Así, es necesario devolver el papel institucional al Ejecutivo, pero con las limitaciones del caso. Y obviamente, resulta imprescindible reforzar la división de poderes mediante el reparto del poder de decisión y de control en el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Si no se cumple con ello, el camino se dirigirá hacia modelos autocráticos o totalitarios.

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Volver a la Constitución debe ser la consigna y descentralizar el poder por la senda del federalismo.

El año que termina ha sido de regresión constitucional. Pero si hay deseo, determinación y resiliencia, la dirección puede virar. Algo así como un giro copernicano.

El nuevo año puede ser una oportunidad de cambio estructural: de volver al espíritu de la Constitución y del pensamiento de los padres intelectuales de la patria, los de la generación de 1837. Y para crear nuevos rumbos bajo el principio de la libertad individual y el derecho de propiedad, Como dijo Fukuyama, el shock al que estamos sometidos puede ser ocasión de cambio.

Para aquellos que piensan abandonar el barco, vale remarcar que, además de Ezeiza, hay otra salida. Y está dentro de nuestras fronteras.