Hace unos días, vi en la televisión a Maradona en una marcha en la que se pedía Justicia por José Luis Cabezas. Y pensé: este tipo estuvo en todos lados. Fue (es) omnipresente. Después lo vi en un programa de Gasalla cantando un tango. Y pensé: el tipo afinaba. A Messi nunca lo vamos a ver cantando. Después leí una nota que escribió Martín Caparrós en El País y dice: “La gambeta –la finta, la fingida– es convencer a alguien que vas a hacer una cosa y hacer otra: la historia de su vida. Nació para ser un chico pobre, marginal; se convirtió en el centro de un mundo, rico, famoso y adorado; lo amenazó con sus audacias, lo arruinó con sus desasosiegos. Era contradicción pura: amagaba para la derecha y salía para la izquierda, y viceversa. Nunca hacía lo que uno imaginaba, aunque terminaba haciendo lo que uno imaginaba: lo contrario.”
Hacer lo contrario. Pienso en mis amigos poetas: ellos no hacen lo contrario de lo que se espera de ellos y sin embargo sorprenden. O sea: no es necesario hacer lo contrario de lo que se espera para descubrir algo, para llegar a territorios ignotos y revelar verdades ocultas. Los poetas trabajan para evitar el lugar común, pero muchas veces usan los lugares comunes para transformarlos en otra cosa, en novedad, para sacarlos de contexto y sorprender con algo que ya se había visto muchas veces, pero de pronto parece nuevo. De esto sentenció Ezra Pound: Hazlo nuevo. Eso dijo y fue un mandato para todos los poetas.
¿Maradona lo “hizo nuevo”? Se podría decir que sí. El fútbol fue inventado por los ingleses en 1863. Tiene reglas que a esta altura de la historia todos conocemos bastante bien. Una de ellas es que la pelota se puede tocar con todas las partes del cuerpo, menos con las manos y los brazos. Se sabe que Maradona le hizo un gol a los ingleses en el Mundial de 1986 con la mano. Pero no es por esto que “lo hizo nuevo”, sino porque nos sorprendió con jugadas que a nadie se le hubieran ocurrido y que sin embargo (aunque muchas parecían imposibles) fueron jugadas posibles desde el punto de vista de la física y del deporte en cuestión. No fue el único futbolista que “lo hizo nuevo”, pero fue el que más lejos llegó.
Por otro lado, su vida política y personal tuvo coherencia con su modo de moverse en la cancha. Aunque esto se podría discutir hasta el infinito. Sobre todo, cuando se recuerda que fue amigo de Carlos Menem por conveniencia y de Fidel Castro por los mismos motivos. En el caso de Menem para zafar de causas relacionadas con el consumo de cocaína y en el caso de Fidel Castro para que no lo molestaran en su vida privada, especialmente en todo lo que estuviera relacionado con el consumo de cocaína.
Sin embargo, vuelvo a su imagen en la marcha de José Luis Cabezas. Rodeado por micrófonos dice que el Presidente tiene que hacer todo lo que esté en sus manos para que se haga Justicia. ¿Estaba siendo genial? No. Pero era genial que un tipo tan famoso como él estuviera en esa marcha.
Ahora, vayamos a Ezra Pound. Un poeta que fue referencia para colosos como Hemingway, Joyce y T.S. Eliot. Hemingway dijo que pasar por Ezra, sin que te pase nada era como intentar pasar por una tormenta de nieve, sin sentir frío. Ezra le corregía los poemas al futuro premio Nobel T.S. Eliot. Pero Ezra adhirió y defendió a Mussolini, encarnizado con la usura capitalista. Incluso hizo transmisiones radiales panfletarias defendiendo a Il Duce. Terminó preso en Pisa, metido en una jaula a la intemperie cuando los norteamericanos tomaron Italia.
¿Qué tienen en común Ezra Pound y Maradona? Casi nada. Sin embargo, podemos decir que los dos fueron personajes históricos que no pasaron desapercibidos.
*Escritor y poeta argentino.
Su primera novela, Ropa de fuego, obtuvo el Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes de Argentina.