Jean Paul Sartre, uno de los filósofos más reconocidos del siglo XX, después de visitar Cuba en 1960 escribió un pequeño texto llamado Huracán sobre el azúcar en donde ofrecía sus impresiones sobre las causas de la revolución al tiempo que brindaba un manifiesto apoyo.
La utilización de esta metáfora climática típica del Caribe por parte de Sartre, figuraba el paso arrasador que la revolución revelaba con toda intensidad sobre las bases económicas, sociales y políticas de la sociedad cubana pero también, tal como es el movimiento de este fenómeno natural, la posibilidad de su extensión en otras geografías, en un momento en donde los “vientos” de cambio alentaban la trasformación radical de los países del denominado “Tercer Mundo”.
El huracán revolucionario cubano, hacia fines de los años 70 mostraba una menor intensidad tanto en la isla como en el resto del sur global respecto a los inicios de los sesentas, en un contexto local preocupado más por consolidar los cambios introducidos e institucionalizar los andamiajes políticos y económicos al calor de su estrecho acercamiento a la URSS. Tiempo después, la caída del bloque soviético en 1991 y el desajuste de los logros (en muchos puntos notables) en materia social y económica, conformó un clima lleno de tensiones internas en donde la emergencia de la desigualdad, el racismo y los problemas de abastecimiento de bienes esenciales así como secundarios, obligaron al gobierno a reformar gran parte de ese andamiaje, sobre todo a partir de la movilizaciones populares de 1994 y la “crisis de los balseros”, una nueva emigración que recordaba a la anterior de los “marielitos” de principios de la década del ochenta.
La ayuda ofrecida por el venezolano Hugo Chávez (sobre todo en materia petrolera e inversión directa) y una agenda internacional redirigida estrechar relaciones con Rusia, China y América Latina a partir del nuevo milenio, permitieron al gobierno sobrellevar los problemas arrastrados más no solucionar de fondo tanto la dependencia externa económica y financiera (embargo estadounidense mediante y reforzado tanto pode demócratas como republicanos, incluido Donald Trump)como el bienestar de la población en términos del acceso a alimentos básicos, vivienda y bienes de segundo orden. En materia política, los cambios en la cúpula dirigencia, producto de la muerte de Fidel Castro y el envejecimiento de su hermano y heredero Raúl, aportaron un factor novedoso. Una nueva camada dirigente liderada por el finalmente presidente Miguel Díaz-Canel accedía al poder, pero sin el peso simbólico de la vieja guardia en un marco social todavía frágil.
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En la actualidad ese huracán arrasador, progresista, revolucionario y socialista se ha diluido de manera sostenida. Sin embargo, para comprender las movilizaciones existentes en la isla, apelar a esa esa misma figura, pero en un sentido inverso al que sostenía Sartre permite trazar una serie de coordenadas interpretativas en relación a la multiplicidad de factores, tanto de larga duración como coyunturales, que ayudan a comprender la fisonomía a un nuevo huracán que amenaza con arrasar con lo que en un tiempo pretérito fue la capital de los sueños de redención y cambio de buena parte de la humanidad.
La crisis actual, la primera de real magnitud que afronta la nueva élite cubana, tuvo como detonante el curso que evidencia la pandemia. Si bien en un primer momento su impacto fue menor, en las últimas semanas la casi saturación del sistema de salud en algunas provincias como Matanzas y Artemisa, la falta de medicamentos e insumos y el agotamiento de los recursos humanos médicos tensionaron al máximo la respuesta gubernamental ante la veloz propagación de la infección y las demandas de asistencia por parte de la población. Pero los estos efectos de la pandemia sobre la sociedad cubana no solo se observan en materia de salud pública. Desde comienzo de la pandemia se registra una merma de una de las principales usinas económicas como es el turismo y la inversión extranjera, a lo que se sumó el establecimiento del fin de remesas de dólares (como parte del endurecimiento del anterior gobierno estadounidense liderado por Trump) que los y las cubanas en el exterior enviaban a sus familias en la isla.
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Estos factores no solo alteraron de manera negativa la capacidad del estado para generar empleo, aceitar subsidios y obtener divisas necesarias para importar bienes, insumos y capital físico, sino que agudizaron los problemas que la población experimenta a la hora de acceder a varios bienes esenciales. Si a este panorama se le suman las medidas que el gobierno estableció a principios de año, eliminando la moneda conocida como “Peso Cubano Convertible” y estableciendo las “monedas libremente convertibles”, y aumento de precios y salario (con una consecuente y preocupante inflación), se comprende el creciente malestar social y económico de una parte importante de la sociedad isleña que, en confluencia con reclamos de apertura política alentados tanto por la oposición interna como los sectores juveniles de izquierda, amenaza con socavar los cimientos establecidos por la dirigencia revolucionaria triunfante en 1959. Una nueva tormenta se observa en el horizonte de la isla. Habrá que ver cuál es la capacidad política del presidente y de los sectores dirigentes para encontrar una salida negociada que permita por lo menos en el corto plazo campear el temporal.
* Martín Ribadero. Historiador/UNSAM.