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VACUNAS VIP

Massa matrix

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Dosis de desprecio. Hay que gritar sus nombres como los Moyanos y Zannini. | cedoc

El ejercicio recomendado para estos días es un potente insulto mañanero. Abre los pulmones. Te cambia la cara. Transforma el gesto de oler tanta mierda en uno de saludable furia. Entrás al baño arrastrando los huevos. Te ves dando lástima frente el espejo. Los ojos a medio abrir. Cuando estás por levantar el montacargas de la voluntad desde el décimo subsuelo hasta la canilla de la ducha, ahí pegás el grito. Si no tiembla la ventana, dale más fuerte. La puteada debe recordar eternamente lo que han hecho, lo que son.

“¡Se afanaron las vacunas! ¡Las vacunas! ¡Las que eran primero para el personal de salud, el de riesgo, al que tanto agradecían! ¡Las que eran para los viejos, los “abuelos” cuando los necesitan para votar, los “jubilados” cuando los ajustan! ¡No les alcanzó con la que lavó Báez, con la que se llevaron en los bolsos de López, con la que debía ser para arreglar los trenes que provocaron la tragedia de Once, con la que iban a hacer las obras para evitar los muertos por la inundación en La Plata! ¡También tenían que cometer este crimen imperdonable!  

Hay que gritar los nombres hasta desgañitarse. Vacunarlos con una dosis diaria de desprecio: ¡Scioli, Duhalde, Eduardo Valdez, Zannini, Verbitsky, Malena Galmarini, los Moyano, esposas, hijos, suegros, parientes, militantes! No olvidar a Massa. La matrix. Es el modelo de trepador serial. Un verdadero falso, un auténtico mentiroso, un leal traidor, un cínico sincero, un franco hipócrita. ¿Quién lo financia, por qué algunos lo encubren, por qué otros no hablan,  por qué tanto  apoyo en América TV?, ¿de dónde viene la de Vila-Manzano?, ¿cómo se devuelve el favor?

Como uno más de los Cafiero, un Kirchner, Mariano Recalde, herederos de fortunas, Massa vivió siempre del Estado. Criado en la Ucedé, pegó Boudou, garrocha Galmarini, peronismo. Ya grande, más de 40, con amigos en puestos claves, influencias, logró rendir examen “a puerta cerrada”. Así se recibió de abogado. Candidato vacío, en oferta, compra o alquiler. Dos ambientes, frente, contrafrente, izquierda, derecha, apto para lo que venga, por el partido que sea. Fue candidato testimonial con Kirchner. Después, la codicia le pudo. Enfrentó a Cristina. La percibió débil. Juró que no volvería al kirchnerismo, prometió meter presos a los ñoquis de La Cámpora (ver videos en YouTube). Ahí lo tenés. Todo tuyo.

En la foto del circo, Massa y Máximo, Maquiavelo y el Príncipe, sonríen. Se juegan la vida en el acto de lanzamiento de cuchillos. Apuesten doble o nada. Un día uno se lo clava al otro en la yugular. Esa sonrisa ganadora te hace saber, a vos, gil, por cuánto perdés. No se rebajan un mango de sus salarios. Van por la Justicia para quedar libres de culpa, pero no de los cargos. Porque solo la culpa de todo siempre es de los otros.

¿De qué está hecha la conciencia de estos tipos? ¿Qué les dicen a la familia, los hijos, los amigos, a los que cuesta más ocultar las vergüenzas?  ¿”El fin justifica los medios”, “La política es así”, “Si digo que no, me tengo que ir”, “Es para que no gane Macri”. ¿Qué merca es esa del poder que los convierte en adictos capaces de cualquier cosa con tal de seguir ahí? ¿Necesidad de ser reconocidos? ¿De que te crean importante? ¿De que los llame Longobardi? ¿Los negocios, los autos con chofer, los helicópteros que te permiten sobrevolar la miserable realidad?

Se anotan en todas las listas de espera. Operan, liman, apuestan. Si sale el número, el nombre, si salta la banca, ahí están ellos listos para ocuparla y recuperar la que pusieron. Llegan, consiguen la chapa, el despacho, nombran lameculos. Los llaman “jefe”. Les dicen “señor”. Se invisten con una sotana de palabras sobre sus lacras. Hablan de “la gente”, “el pueblo”, “los trabajadores”. Les duele “la pobreza”. Abajo, entre el público, el competidor invitado a la asunción, admira, envidia, dice: “¡Hijo de puta, qué bien la hizo!”, mientras el elegido jura por Dios y por la Patria. ¿Quién, dónde, cuándo los formatean así?

Tal vez no hay tanto misterio. Desde que se tiene edad para saber, leer, ver, comprender, cada día, a cada paso, uno decide ser persona, o eso.

Mientras tanto, a putear, que se nos va la vida.

*Periodista y escritor.

Producción: Silvina Márquez