OPINIóN
Tiempos de pandemia

Miedo y libertad

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Triunfo de la muerte (detalle). Peter Brueghel, Museo del Prado. | cedoc

Alguna vez dije que esta “pandemia” que tomó por asalto al mundo es, sobre todo, la Pandemia del Miedo.

En verdad, y a esta altura de las cosas, poco se sabe sobre este nuevo virus que aún no ha sido aislado. Y si no se pudo aislar, ¿cómo van a fabricar una vacuna? –me pregunto. Lo que sí se sabe, porque se ha verificado, son los pasos de este “enemigo invisible” (como lo llaman): la facilidad de su propagación y su contagio, que se da en progresión geométrica.

En cuanto al miedo que todo eso conlleva… ¿qué se dice?... Poco y nada.

Yo me animaría a afirmar que el miedo se propaga y se contagia del mismo modo que este virus.

¿Cómo se puede vivir más de seis meses –como es nuestro caso, aquí–  con un terror cotidiano que nos acompaña en el más pequeño de los actos, como es el de trasladarse, comprar algo, hablar con alguien, siempre a la defensiva?

En mi caso, los primeros dos o tres meses me sentí prácticamente encarcelada y presa de una obsesión. Muchos me decían: “No tengas miedo, porque el miedo baja las defensas. Y si baja tu sistema inmunológico, piedra libre para el virus”.

Pero ¿alguien se ocupó de informarnos  sobre este punto clave que es la prevención? Y además –y dejando de lado el derrumbe de la economía y la preocupante inseguridad–, ¿cómo no tener miedo si la mayoría de los mensajes que se reciben –desde la política, la ciencia, los medios– no hace más que exacerbarlo?

El miedo, según el diccionario, es  “una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o mal que realmente amenaza o que se finge la imaginación”. En psicología se habla de miedos subjetivos y objetivos, pero no siempre las fronteras entre lo real y lo fantaseado son tan nítidas.

Cualquiera sea el tipo de miedo, lo que hace es despertar a los monstruos que nuestra mente va creando frente al futuro, y lo que está en juego es nuestra libertad.

Sé de personas que no tienen miedo, o al menos eso dicen. Me parece que el miedo es inherente a los seres vivos, desde los animales hasta los  humanos. Sobre todo cuando proviene de situaciones externas y extremas. Ante él, solo hay tres actitudes: paralizarse, huir o enfrentarlo. Esta última ha sido, en lo posible, mi opción. Y por eso conozco bien tanto el pánico preliminar como la liberación posterior, cuando ya he sorteado un peligro.No es tarea fácil, pero es un trabajo con uno mismo. Porque si algo es seguro, es que al ganar el miedo la batalla entregamos nuestra libertad.

Recordé aquel famoso libro del gran psicoanalista Erich Fromm: El miedo a la libertad (1941), que se leía mucho en la Argentina en los años 50-60. Allí se explicaba que, si bien por un lado todo hombre busca la libertad (de niño liberarse de los padres, de grande de los jefes y otras autoridades, de la vida rutinaria, etc.), internamente se le tiene miedo. Que el ser humano vive “bajo la ilusión de saber lo que quiere cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone socialmente que debe desear”. Es decir, que somos víctimas de los condicionamientos.

Estos tiempos de confinamiento son, por cierto,  tiempos de condicionamientos, de imposiciones,  de temores e incertidumbres sin fin.  Y, según Séneca, son precisamente los males inciertos los que nos atormentan más.

No hay mejor manera de manipular a una sociedad que a través del miedo. En 1945, en el Juicio de Nüremberg, el mariscal, y mano de derecha de Hitler, Hermann Göring, cuando le preguntaron cómo hizo para que el pueblo alemán aceptara los horrores de la Segunda  Guerra, respondió: “Fue fácil, No tiene ninguna relación con el nazismo, está vinculado con la naturaleza humana. Uno puede hacerlo en un régimen nazi, socialista, comunista, en una monarquía e incluso en una democracia. La única cosa que hay que hacer para esclavizar a los hombres es atemorizarlos. Si ustedes encuentran un modo de meter miedo a la gente,  pueden conseguir que haga lo que ustedes quieran”.

No sé si los habitantes del planeta Tierra estamos siendo manejados hoy por algunos Göring de cualquier signo que están dando vueltas por ahí. En cuyo caso, sometidos y obedientes, no nos moriremos tanto de Covid… como del miedo al Covid.

 

*Escritora y columnista.  Autora de Rosas del desierto.