En los últimos meses hemos estado siguiendo la campaña estadounidense, al menos todos aquellos a los que nos apasiona la política. Se han visto cientos de artículos escritos sobre la conveniencia de que gane tal o cual candidato para Argentina o para América Latina. Incluso se vieron periodista, analistas o comentaristas defendiendo a Trump o Biden, con igual énfasis de cada lado.
Lo cierto es que cada candidato le imprimirá a su Presidencia una actitud particular. Pero hay grandes líneas que se mantendrán sin importar el ganador. Líneas que no dependen siquiera del Presidente, sino de terceros como China, Rusia, la Unión Europea, ciertas corporaciones y otros actores. Incluso el precio de diversas commodities influirá en el mercado mundial y la política internacional. Por ello es cuanto menos curioso ver tanto convencimiento de algunos argumentando que a Argentina le conviene que gane Trump o que gane Biden.
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Otra cuestión interesante para analizar es la importancia que se le ha dado en Argentina a la opinión de personas de países de América Latina en general y particularmente de nuestro país, respecto a quien querría que gane las elecciones en Estados Unidos. Y es extraño porque quienes votan son los ciudadanos del país del norte. País sobre el que encima pocos conocen en profundidad su compleja conformación social con múltiples clivajes muy distintos de aquellos con los que estamos acostumbrados a lidiar en nuestro país.
Dicho todo esto, veamos ahora qué le convendría a Argentina que pasara con el desenlace de las elecciones del martes 3 de noviembre: pues le convendría tener una política exterior propia, concreta y determinada. Parece una verdad de perogrullo pero nuestro destino depende de nosotros y no del presidente de otro país. En la época de Luis María Drago como Canciller de la República Argentina (entre 1902 y 1903), éramos un país que se hacía oir, presentaba su postura de manera independiente y lo hacía en beneficio claro de nuestro pueblo. Hoy eso no sucede. Algunos años antes que Drago, se imponía en Latinoamérica la Doctrina Calvo, tesis planteada por el jurista argentino Carlos Calvo. Tras la Primera Guerra Mundial, el canciller argentino Honorio Pueyrredón mantenía en el debate internacional la postura histórica argentina de neutralidad y su postura y voz tuvo un gran peso en el concierto internacional de naciones. Y Carlos Saavedra Lamas hasta fue reconocido con el Nobel de la Paz en 1936 por su gestión en la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay y el pacto antibélico que llevó su nombre. Eso hoy tampoco sucede.
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Más cerca en el tiempo, en las últimas décadas, nuestro país penduló desde relaciones carnales con unos para luego tenerlas con otros y vuelta a empezar el bamboleo. Lo más sensato sería tomar partido por nuestro propio beneficio dada la evidencia que hay sobre el contexto internacional. Hace décadas que Samuel P. Huntington avisó en El choque de civilizaciones que se venía una guerra de algún tipo entre EEUU y China. Pero nunca preparamos nuestra política exterior para surfear esa circunstancia sin ahogarnos. Muchos países del mundo se conglomeraron en bloques y nosotros debilitamos el lánguido bloque que teníamos con nuestros vecinos. La Unión Europea se debate hace décadas qué rol tener para tercear en la pelea entre los otros gigantes y aquí debatimos del lado de qué gigante estar.
La globalización fue avanzando tras la caída del muro de Berlín, con más mercados interconectándos y tecnología que achica cada vez más el tiempo y el espacio en el contacto entre las personas. Países parecidos al nuestro como Australia han diversificado sus exportaciones y han sabido adaptarse al contexto internacional, mientras nosotros seguimos prendiéndole velitas al santo poroto de soja. Para ponerlo en números basta una sola cifra: la provincia australiana de Western Australia, con una superficie territorial muy parecida a la Argentina, pero con sólo 2,6 millones de habitantes exporta bienes y servicios por 200 mil millones de dólares. Mientras Argentina con casi veinte veces más población tiene sus exportaciones estancadas durante la última década en tan sólo un 25% de lo que exporta la provincia australiana.
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Otro ejemplo en la misma línea es el nivel de exportaciones que tiene Argentina en un producto en el que somos muy competitivos como es la carne en comparación a nuestros vecinos y aliados regionales. Durante el 2019 las exportaciones de carne vacuna fresca de Argentina fueron de 560 mil toneladas. Mientras que las de Uruguay y Paraguay combinadas fueron de 570 mil toneladas (326 mil y 244 mil toneladas respectivamente). Siendo que cuentan en conjunto con un cuarto de la población y el veinte por ciento del territorio de Argentina. Claramente el problema es nuestro y no de quién sea el presidente de Estados Unidos. La cuestión no es cuál sea la política fronteras afuera de Trump o Biden, sino que no tenemos un política exterior buena para Argentina desde hace décadas.
* Milan C. Jelić. Politólogo, urbanista, doctorando en economía. @milancjelic