Jamás en la larga historia de nuestro hemisferio ha estado este sueño tan cerca de ser realidad, y jamás ha estado en mayor peligro”, mencionaba con ímpetu John F. Kennedy mientras se dirigía en marzo del 61 a un conclave de diplomáticos de América Latina dispuestos a acompañar un proyecto de política exterior novedoso para todo el hemisferio, la Alianza para el Progreso.
Ese sueño no era para menos. Aspiraba a generar oportunidades en Latinoamérica a través de una política exterior franca y equidistante por parte de los Estados Unidos. El rol de hegemón hemisférico se desarmaba, mientras la nación norteamericana acordaba lineamientos internacionales pragmáticos y contemplativos de ciertos matices ideológicos que acercaban a la mesa de acuerdos a prácticamente todos los presidentes al sur del Rio Bravo.
Qué otros líderes podrían verse perjudicados por una derrota de Trump
La corta aventura de la Alianza para el Progreso, desechada posteriormente a la muerte de John F. Kennedy y reemplazada por una política exterior militarista hacia la región, viene al caso en estos días. Los Estados Unidos culminan otro proceso eleccionario y pese a la connotación a veces trillada, América Latina espera con atención el resultado aspirando nuevamente a encontrar en los norteamericanos un socio, o por lo menos un par.
La virulenta retórica de la política exterior de los Estados Unidos durante el último tiempo hacia esta región ha sido inversamente proporcional a la aproximación de la República Popular China. Mientras los primeros se atrincheraban en el maniqueísmo del “America First” los segundos ampliaron su aproximación a la región pavimentando su nueva Ruta de la Seda en este hemisferio. Los primeros se concentraron en su mercado local imponiendo aranceles al exterior y priorizando la economía local. Los segundos, desarrollaron su economía local (que ni la pandemia frenó) ocupando espacios en el exterior cedidos por el primero. Para sintetizar, la decadencia del liderazgo estadounidense en América Latina ha sido el gran promotor de los intereses de su gran adversario actual.
Elecciones en EEUU: las últimas encuestas le dan la ventaja a Joe Biden
Por otro lado, el factor incomodidad ha sido otro eje en la dinámica entre los Estados Unidos y América Latina. El populismo conservador pregonado en el norte ha sido un verdadero repelente de los contactos pragmáticos generando una importante dificultad para establecer agendas diplomáticas abiertas entre el presidente de Estados Unidos y líderes latinoamericanos. Todo lo que Trump toca en esta región parece ser categóricamente rechazado por los electorados centristas y progresistas, perdiendo uno de los capitales más importantes que tiene esa nación, su poder blando.
La dinámica de Trump para con sus pares hemisféricos ha sido asimétrica. Como ejemplo podemos mencionar el consejo de López Obrador al recién asumido Alberto Fernández: “con Trump puedes hacer lo que quieras, solo no digas nada. No lo confrontes y todo estará bien”. Esta dinámica ha llevado al fracaso de la estrategia de Estados Unidos en Venezuela, donde la retórica agresiva solo logró aferrar al régimen madurista.
El voto por la razón y cooperación
Poniendo el foco sobre el sector demócrata, el perfil de Biden se carga con más expresiones de deseo que de una estrategia solida hacia la región. Sus expresiones en cuanto a política exterior se han posicionado sobre otros lugares del mundo, teniendo América Latina poca referencia en su plataforma electoral. Sin embargo, lo esperable es que, ante una eventual victoria del candidato, la primera política hacia la región sea dar un giro copernicano en cuanto a la retórica. No han sido pocas las críticas del sector demócrata hacia el estilo “Guerra Fría” de la estrategia de Trump que solo ha llevado a relegar la influencia de los Estados Unidos en la región, incluso con su revivida Doctrina Monroe del año 2018.
Lo cierto es que detrás de las elecciones de hoy los líderes latinoamericanos vuelven a posicionar pesimismo y esperanza, frustración o satisfacción ante la elección del presidente de la primera potencia mundial, analizando como esas sensaciones acompañarán posteriormente una mejora en las relaciones diplomáticas, la generación de oportunidades comerciales y económicas, o, por el contrario, rispidez, incomodidad o incluso volatilidad e inseguridad.
Lo bueno y lo malo en la economía de Estados Unidos en plenas elecciones
Sin embargo, en el contexto de elecciones y dentro de la enorme grieta estadounidense, América Latina se cierne entre la continuación de una retórica agresiva o prácticamente la omisión. Lejos parece quedar esa aspiración que proponía a los Estados Unidos como un par y socio de los estados latinoamericanos.
*Docente en la Licenciatura de Ciencias Políticas y de Gobierno, UCES.