Cada vez que ensayamos una retrospectiva histórica de nuestra economía nos encontramos con la misma decepción: una curva ascendente de crecimiento y desarrollo de la Argentina hasta la década de los ‘70 y, desde entonces, caída, rebotes y más caídas. Ha pasado ya medio siglo desde ese quiebre y duele más que cualquier grieta.
Como explicó el ex ministro y doctor en economía Matías Kulfas en Efecto Mariposa, nuestro país tuvo un primer modelo agroexportador dominante hasta mediados del siglo pasado, al que le siguió otro nuevo, de industrialización más acelerada sobre bases ya existentes. Ambos discutibles y mejorables, pero en la parte ascendente de esa curva.
Las naciones más fuertes son las que han logrado darse un modelo, en el tiempo y con consenso"
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En particular, el modelo industrial tuvo falencias, pero también bastantes logros en las décadas de los ‘50, ‘60 y ‘70. Sin embargo, desde el golpe de Estado de 1976 la Argentina entró en lo que Kulfas describe como un “no modelo”. ¿Resultado? Terminó siendo el país que más veces entró en recesión.. ¡del mundo!
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Claro que tuvimos momentos de crecimiento, de 1991 a 1998 y de 2002 a 2011. Si nos quedáramos con esos recortes de la curva, nos tendríamos que felicitar. Pero ampliando el foco, la verdad vuelve a emerger. Seguimos sin encontrar un modelo de desarrollo estable y sustentable, sólo posible apoyado en un consenso nacional durable.
“La guerra comercial va a devenir en la pelea de fondo, que es la guerra monetaria”
Aún en una década convulsa como ésta, el mundo sigue observando a la Argentina como un país de crisis periódicas, cambiante e imprevisible, con el que es difícil relacionarse y hacer buenos negocios. Algunos le llaman “riesgo país” y lo miden. Traducido hacia dentro, significa menos producción y empleo, y más pobreza.
Las naciones más fuertes son las que han logrado darse un modelo, en el tiempo y con consenso. Así navegan mejor tormentas como la actual.
Si no le damos prioridad -políticos, pero también empresarios y líderes sociales- seguiremos viendo caer aquella curva. No por el resto del mundo, que un día puede olvidarnos, sino por nosotros mismos.