OPINIóN
Mundo tecno

Nadie se salvo solo

“Y eso el algoritmo lo sabe. Por eso nos encapsula en burbujas de contenido que nos conectan sin conectar. Nos hace sentir acompañados mientras estamos más solos que nunca”, sostiene el autor y defiende, también confirma que “lo viejo funciona”.

El Eternauta I por Alberto Breccia
El Eternauta I por Alberto Breccia | Captura de pantalla

Hay frases que resisten el tiempo. Que te persiguen como un eco, sobre todo cuando el contexto las resignifica. "Nadie se salva solo" es una de ellas. Juan Salvo, el protagonista de El Eternauta, lo dijo en 1957 mientras luchaba contra una invasión alienígena que arrasaba Buenos Aires. Hoy, la frase vuelve a aparecer, pero en un escenario muy distinto. No hay nevada mortal ni cascos improvisados. Ahora la amenaza es menos tangible, pero más invasiva. Está en las pantallas, en el scroll infinito, en la soledad hiperconectada.

Y en pleno 2025, El Eternauta vuelve a ser el fenómeno del que todos hablan. La serie en Netflix alcanzó rankings altísimos a nivel internacional y la historieta, esa misma que se publicó en 1957, se está reeditando como un símbolo de resistencia cultural. El hype es innegable. Pero, ¿qué estamos rescatando realmente? ¿La historia o el empaque? ¿La esencia o la estética vintage que el algoritmo nos vende como novedad?

El algoritmo no tiene memoria. No le importa el pasado. Todo lo que no se actualiza, desaparece. Todo lo que no se viraliza, se borra. Y ese es el verdadero vacío: si no lo vemos, no existe. Si no lo compartimos, se pierde"

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"Nadie se salva solo" y eso el algoritmo lo sabe. Por eso nos encapsula en burbujas de contenido que nos conectan sin conectar. Nos hace sentir acompañados mientras estamos más solos que nunca. Y ahí estamos: atrapados entre un presente donde cada vez hay más estímulos y un pasado donde "lo viejo funciona, Juan". Porque sí, lo viejo funciona. Funciona el libro en papel que no manda notificaciones. Funciona la conversación cara a cara que no se puede desactivar con un click. Funciona el ritual analógico que todavía permite mirar a los ojos sin pantallas de por medio.

Pero el algoritmo no tiene memoria. No le importa el pasado. Todo lo que no se actualiza, desaparece. Todo lo que no se viraliza, se borra. Y ese es el verdadero vacío: si no lo vemos, no existe. Si no lo compartimos, se pierde. El algoritmo no es como el Eternauta, no está hecho para resistir. Está hecho para devorar.

En esta era, el pasado no es un refugio. Es un archivo comprimido que se borra al tercer scroll. Los recuerdos se diluyen en bucles de contenido, en cadenas de recomendaciones, en esa ilusión de "esto ya lo vi" mientras seguimos consumiendo más de lo mismo. El algoritmo no nos deja recordar, solo nos obliga a seguir mirando.

Nos escondemos del algoritmo mientras seguimos pidiendo conexiones humanas, devorándonos el contenido efímero que nos dan las plataformas"

Y mientras tanto, estamos en este loop de nostalgia y futuro, donde "lo viejo funciona" pero también cansa. Hace unos días vi a un grupo de chicos leyendo El Eternauta en la plaza. Ese cómic que tiene más de 60 años volvió a circular, volvió a ser leído. Eso valida, de alguna forma, que lo viejo sí funciona. Pero, ¿cuánto del pasado realmente estamos rescatando? ¿Nos refugiamos en el libro de papel o lo mostramos en una story para que todos vean que aún sabemos leer? Nos escondemos del algoritmo mientras seguimos pidiendo conexiones humanas, devorándonos el contenido efímero que nos dan las plataformas.

Lo viejo funciona, pero el algoritmo lo sabe. Y lo convierte en tendencia, en filtro retro, en playlist nostálgica. El pasado se recicla, pero no se preserva. Se convierte en un souvenir, en un hashtag, en un loop de 15 segundos.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos en el refugio del "lo viejo funciona"? ¿Nos refugiamos en búnkers analógicos mientras el mundo sigue moviéndose a la velocidad de la IA? ¿O encontramos una forma de reconciliar ambos mundos?

No se trata de resistir ni de entregarse por completo. Se trata de aprender a usar el algoritmo sin ser usados. De elegir qué vemos, qué leemos, qué preservamos. De recordar que, aunque el algoritmo funcione como una nevada que cubre todo, siempre hay un refugio posible. Y a veces, ese refugio no es más que un libro viejo, una charla sincera o un silencio incómodo.

Porque, como decía Juan Salvo en su último susurro antes de desaparecer en la nevada: "nadie se salva solo". Pero mientras tanto, algunos siguen creyendo que el algoritmo puede hacerlo.