Cuando Héctor G. Oesterheld escribió, en 1957, sobre la nieve tóxica que invade Buenos Aires matando a todo aquel que tomara contacto con ella, no se imaginaba que, más de 50 años después, sería un hombre con un tatuaje de Juan Salvo quien la hiciera posible.
Nicanor Enríquez fue el encargado principal de los efectos especiales que hicieron posible que nevara en Buenos Aires. Pero nada tiene que ver su nieve con la que el 9 de julio de 2007 tiñó las calles porteñas y nos regaló postales como la de la plazoleta del Obelisco cubierta de un manto blanco. La de El Eternauta era una nieve tóxica y el equipo de Enríquez usó kilos y kilos de sal para emularla.
“Para llegar al resultado final de la nieve como la vieron en escena tuvimos un largo proceso de varias pruebas con distintos materiales y proveedores. Hubo un trabajo de investigación previo para entender cómo se hacía normalmente la nieve y qué podíamos tomar de eso para la nuestra, que tenía la particularidad de ser nieve ceniza. Con muchos materiales nos íbamos dando cuenta en el camino que no funcionaban y otros, como la sal entrefina y la celulosa, fueron nuestros grandes aliados”, explica Enríquez, supervisor de producción SFX en la compleja producción de El Eternauta.
“Esta nieve es una creación exclusiva argentina, de una empresa argentina. Nunca antes se habían utilizado estos materiales en esta combinación y se adaptaron máquinas para la necesidad puntual que teníamos”, aclara.
El proyecto de la serie, que finalmente vio la luz el pasado 30 de abril, fue anunciado en febrero de 2020. En aquel entonces, Netflix había dado a conocer que se había hecho con los derechos de la obra de Héctor Germán Oesterheld, pero no había brindado demasiados detalles respecto a cómo iba a ser encarada la producción.
Pasaron cinco años y una pandemia –que retrasó el estreno, previsto para 2021/22– hasta que finalmente el personaje que pensó Oesterheld y dibujó Solano López tuvo su equivalente “de carne y hueso” en la figura de Ricardo Darín.
El Eternauta es considerado para los argentinos “el gran cómic nacional”, una historia que logró atravesar generaciones enteras y marcar a muchísimas personas. Nicanor Enríquez es una de ellas. “El día que me convocaron sentí una emoción muy profunda, ya que personalmente tengo una relación muy estrecha con el cómic y esperaba con ansias ese momento”, explica.
“Leí el cómic por primera vez a los 15 años y a los 18 me lo tatué en la pierna. Fue bandera política del Centro de Estudiantes de mi escuela, llevando como mensaje al héroe colectivo desde siempre”. Sin embargo, el Nicanor de 18 años no imaginaba que, casi 15 años después –actualmente está por cumplir 33– iba a tener un rol tan fundamental en la serie como ser quien hizo posible la nieve tóxica y mortal, uno de los rasgos más característicos del cómic de Oesterheld.
Uno de los principales mensajes de El Eternauta es que “nadie se salva solo”. Esta frase, que tiene su costado político y que choca contra la idea del individualismo, también tiene un lugar predominante en la producción de efectos especiales de la serie. “Se decidió y planteó desde el inicio sentar en la mesa a los mejores de Argentina para llegar a un objetivo claro y en conjunto”, enfatiza Enríquez. Desde allí enumera a algunas de las personas y empresas que hicieron posible la titánica tarea de que la serie tenga el nivel de efectos que merecía. “La empresa NASA FX, de Walter Urquiza, se encargó de la nieve principalmente y algunos efectos secundarios”, destaca y añade: “Equipos de trabajo como FX Argentina, de Eduardo Cundom, estuvieron involucrados en la creación de los choques e impactos que pueden verse en la serie (como el vuelco del Torino, el choque de la camioneta de Edesur contra el edificio, la bajada de F100 de la muralla, entre otros), y también como el equipo hermoso y enorme de Piromanía a cargo de Franco Burattini, que se hizo cargo, de forma magistral, profesional y ordenada de las armas, los impactos y las explosiones”.
En línea con el mensaje de la historieta, Nicanor Enríquez enfatiza acerca del aprendizaje que le quedó de trabajar en esta producción: “Creo que todos aprendimos a que si no es en conjunto, no funciona. Este proyecto llevó la conjunción de muchas áreas unidas para un mismo fin. Desde el arte, el vestuario, la limpieza, las locaciones, el catering, las movilidades, los efectos. Si uno no estaba en sintonía, no era lo mismo, algo fallaba”.
El trabajo en equipo fue fundamental para llevar a cabo la titánica tarea de convertir escenarios cotidianos (calles, sitios icónicos de la Ciudad y el Conurbano Bonaerense, shoppings como el Soleil, entre otros) en los paisajes distópicos donde reinaban la muerte y la desolación. “Los días de rodaje eran muy largos y complejos. Una jornada normal de rodaje la dividimos en armados y ambientación”, relata Enríquez, quien señala: “vestir el set de nieve solía demorar entre cuatro y siete horas, dependiendo de los metros cuadrados que hubiera que maquillar”.
El rodaje se extendía entre 12 y 14 horas, tiempo donde se fabricaba la nieve, se hacía soplar el viento y se reseteaba cada huella dejada por los actores o el equipo técnico.
Además, añade Enríquez, “una vez que cortaba la cámara había que limpiar todo para dejar las locaciones tal cual las habíamos encontrado antes de entrar”. Al respecto, Enríquez explica que “la mayoría de los lugares eran espacios de uso público, por lo que era necesario que quedaran como estaban antes de nuestra intervención”.
Si bien el currículum de Nicanor Enríquez incluye grandes trabajos como la segunda temporada de El Encargado, las series El Reino y División Palermo (en las que fue coordinador técnico y de set) e incluso realities como Survivor Turquía, el productor destaca que “nunca había tenido una experiencia como ésta, con esta magnitud”. “También fue el proyecto más retador por la complejidad del proyecto. Fue algo muy grande, no solo para mí, sino para todo el equipo. Todos los días encontramos retos en el camino y buscar las soluciones es lo más lindo que tiene mi trabajo”, sostiene. Se estima que, para filmar los seis episodios que componen la serie de Netflix, se usaron 590 toneladas de sal nueva, alrededor de 320 reciclada, de tres a cuatro toneladas de celulosa y 600 kg de eco-snow.
Además del valor del trabajo en conjunto, Enríquez destaca como uno de los mayores aprendizajes haber podido trabajar bajo la dirección de Bruno Stagnaro. El director, reconocido por su labor en películas premiadas como Pizza, birra, faso (1997) y en series que forman parte del imaginario colectivo como Okupas (2000), estuvo al frente del desafiante proyecto, de llevar a la pantalla chica esta historieta, un plan que viene intentando llevarse a cabo desde 1998.