El aire está cansado.
Lo habita un color
de presencias secuestradas:
distancias medidas al sesgo
de una interrogación.
Lentitud deshabitada
de casas y calles en fuga:
la ciudad es una ausencia
que murmura la vida en los balcones.
Las rutinas de la luz
no ceden su afán animal.
Al natural se cumple el destino
de otros ritmos, frenéticos,
imperceptibles.
Una forma secreta
proyecta su noche
sobre nuestras espaldas
sin alas. El cielo
se quedó sin cielo:
nada que decir
en el país de las cosas últimas.
La muerte es un cero
que se cuenta en cada fila.
Escondidos pero desnudos
en nuestras máscaras
uniformadas,
fuimos llamados:
sin fastos,
sin ceremonias,
sin despedidas.
* Dr. en Filosofía, Profesor universitario, investigador (CONICET), ensayista y poeta.