OPINIóN
Crimen de Fernando Báez Sosa

El arrepentimiento que no llegó, análisis del Dr. Enrique De Rosa

Los implicados no demostraron ningún signo de arrepentimiento o de conexión emocional con algo por fuera de su propio malestar por la situación vivida y aún más uno se declaró inocente.

Familiares y amigos pidieron Justicia por Fernando Báez Sosa
Familiares y amigos pidieron Justicia por Fernando Báez Sosa | Cedoc

En el París de los años 1770 un médico utilizaría un método que paseaba por los teatros y atrapaba a todo tipo de espectadores. El fenómeno era sorprendente, a tal punto que fue necesario llamar a una comisión de notables, entre los que se encontraba hasta Benjamín Franklin y el físico Lavoisier (el de la ley) para evaluar el tema y llegaron a la conclusión que era un fraude, un engaño. El médico se llamaba Mesmer y su nombre pasó a la posteridad como una palabra mesmerizado, hoy en desuso en español pero frecuente en otros idiomas, sugestionaba, atrapaba hipnotizaba a la audiencia.

Desde el 18 de enero nuestra sociedad esta “mesmerizada” y no deja de seguir otro capítulo de otro joven asesinado, que está generando el mismo fenómeno hace unos años, una niña: Ángeles Rawson. Los medios buscan todo tipo de información, se consumen relatos, opiniones de todo tipo, expertos en los más disímiles temas opinan, eso sí, con un aspecto grave para no dar cuenta de la utilización del fenómeno. Así se multiplican más y más hipótesis, abogados que desesperadamente buscan ser contratados sin éxito por los acusados y testigos de todo tipo que han adquirido una dinámica ya instalada en la población que es la televisiva y la del protagonismo a ultranza.

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Sin embargo, y eso aparentemente hemos olvidado, se trata de un joven cruelmente asesinado y de sus presuntos, a los fines legales, no ya de la sociedad que ha condenado, asesinos. La comisión de notables buscando algo concreto como en el tonel de Mesmer, no encontrará nada, pero sin embargo al igual que en el caso de Mesmer, la realidad pasaba por otro lado, aquí también hay mucho que nos devela sobre una época sus víctimas, victimarios y especialmente sobre la sociedad.

Arrepentimiento, que viene de repaenitere, es la vuelta a una falta o insatisfacción, en nuestro uso habitual, es volver a reconocer algo, aceptar la responsabilidad y hacerse cargo de ella si es posible con culpa. En la etimología popular más ligada al pensamiento eclesiástico tenía que ver erróneamente con volver a la pena. En los juicios populares antiguos el inculpado que iba a ser sometido a la hoguera o a un castigo siempre horrible aún así se esperaba que confesara su “pecado”, su falta, y en muchos relatos antiguos la sorpresa y la indignación era que no lo hiciera. Sabia que iba a ser torturado y asesinado, sin embargo se esperaba en alguna medida por una lógica establecida que reconociera que abjurara, que aceptara.

Hoy en Dolores el Juez de garantías David Mancinelli, recibía por primera vez a los 10 rugbiers que en realidad terminaron siendo ocho (pero podrían volver a ser 10), mientras los medios buscaban al 11 que no era, el 11 inicialmente acusado. Al igual que los Ronin de Borges y de la historia feudal japonesa, el número incierto invita a la fantasía de relleno y es parte del relato que aleja de la lectura más profunda.

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El pase de magia en el teatro mediático, nos hace perder en esos números al igual que el mago que nos distrae, como Mesmer, el efecto pasaba por otro lado, pero en este caso el resultado esperado no ocurrió.

Y esa es la noticia.

Los implicados no demostraron ningún signo de arrepentimiento o de conexión emocional con algo por fuera de su propio malestar por la situación vivida y aún más uno se declaró inocente.

En todos estos días expertos en comunicación no verbal, grafología, abogados, psicólogos y psiquiatras que no participan en áreas forense muchos, todos especularon sobre todo tipo de cuestiones, inclusive la forma en la que tomaron la hamburguesa en un eufemístico “local de comidas rápidas”, si estaban tensos, o nerviosos, inclusive una abogada arriesgó la opinión “basado en informes periciales” claro, que comían por haberles “agarrado el bajón” posterior al asesinato.

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Sin embargo, con tantos datos e información, perdimos del eje de la cuestión, y es el de una sociedad que genera seres, en este caso jóvenes, no son los únicos, para los cuales el valor vida no existe, o es muy relativo en la medida que no sea la propia. La vida humana, del otro, o directamente el otro y su padecimiento, no tiene valor, y partiendo de esa idea en la cual el otro no importa, no existe, sino que lo único es mi deseo, mi goce, mis necesidades, todo está centrado en si mismo. Y es justamente aquí donde se nos devela el truco, no pueden sentir culpa o arrepentimiento de algo que no tiene importancia, que se les fue la mano, que “se mandaron una macana”, que fue una pelea como siempre pero el otro no aguantó…todas expresiones referidas, imposibles de comprobar si fueron realmente dichas por parte de los acusados, pero que hoy resuenan.

Estamos a la espera de conductas previsibles, en realidad neuróticas en la cual el contacto emocional con la realidad, con el otro, exista, en caso contrario tiene que existir una anomalía, una patología o algo. “Psicópatas!!!”, con eso exorcizamos todos los males, a la espera que no sean muchos, a la vez que le aplicamos la etiqueta cada vez a más personas. Gran dilema, sin solución. ¿El tonel de Mesmer y el magnetismo animal, qué era?

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En realidad, era otra cosa, era necesario para entenderlos un cambio de pensamiento, de paradigma, los aparatos de la física, las mentes más claras, no podían medir lo que pasaba, así como nosotros no podemos entender a una sociedad que aparentemente ha cambiado de manera definitiva y en la cual la otra figura muy relegada sino negada en nuestra construcción mental. A una sociedad en la cual la violencia y la muerte dejaron de ser tabú, par ser glorificadas.

No puede haber arrepentimiento de algo que no ocurrió, o al menos que no tiene las consecuencias e implicancias de las que se me acusan, “se cruzó delante del auto yo no lo atropellé”.

El muerto, el ejecutado en realidad sin embargo existía, y tenía mucha gente que lo amaba, pero estos sujetos difícilmente puedan saber de qué se tratan esos sentimientos.

Difícil buscar algo donde no existe.

* Psiquiatra Forense- Presidente de la Asociación Argentina de Victimología.