OPINIóN
Economía

Oferta política y demanda social

Alberto Fernández tendrá que administrar poca plata ¿La pondrá en los bolsillos de los acreedores o en el bolsillo de la gente?

Alberto Fernández, candidato presidencial.
Alberto Fernández, candidato presidencial. | NA

La distancia que quedó entre las PASO y las elecciones dejó un vacío en términos políticos que trae incertidumbre en materia económica. Las recurrentes crisis bancarias y de deuda, y cómo se han correlacionado unas con otras en nuestra historia, provocan que el riesgo de un evento de impago de deuda se sume al riesgo de una crisis bancaria. Y, como si no fuera suficiente, se incorpora también el riesgo de ir a un régimen de alta inflación. La suma de todos los miedos: una película de suspenso y drama.

Todas las crisis tienen puntos en común, pero ninguna es calcada a otra. En este caso, es imposible comparar la economía que recibiría Alberto Fernández contra la que recibió Néstor Kirchner. Este último asumió con un tipo de cambio equivalente a casi $150 (ajustado por presión tributaria), una economía sin memoria inflacionaria, recursos ociosos y con el país en default.

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No es menor, además, que lo que podía ofrecer la política coincidía, o se podía conciliar, con la escasa demanda de la sociedad de aquel momento. Las aspiraciones son cada vez más bajas mientras más en el piso se encuentra la economía. El margen político era amplio: un Estado chico y en cesación de pagos.

Actualmente, las demandas sociales son altas producto de unos largos años de asistencialismo y niveles de desempleo de un dígito. Por el lado de la oferta, el margen de maniobra de Alberto Fernández es menor al que tenía Néstor Kirchner. En parte por la necesidad de Fernández de sostener un equilibrio de fuerzas hacia el interior de su partido pero, principalmente, porque requiere ordenar el Estado bajo la tutela del FMI y si bien aún no es claro que país heredará el futuro Presidente, seguramente la deuda será un tema a resolver.

Acerca del punto del endeudamiento

La depreciación actual del peso llevó al ratio de deuda a PBI a ubicarse cerca del 100% simplemente por el efecto de la devaluación y la composición de la deuda en dólares (75% del total) que tiene nuestro país.

Buena parte es con organismos, principalmente con el FMI. Pasando a un Programa de Facilidades Extendidas, se tendrá la posibilidad de repagar la deuda contraída en un plazo de entre 4 y 10 años, en lugar de la situación actual (crédito Stand By) que contempla que los pagos se realizan a los 3 años de concluidos los desembolsos. Por supuesto, la tasa de interés se incrementaría. Estimamos que sería en torno a 100 bps, debido a las condiciones del acuerdo y a las experiencias de otros países.

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El problema es la deuda en manos del sector privado. Sólo en el 2020 habrá que atender alrededor de US$15.000 millones de amortizaciones de capital. El triunfo de Alberto Fernández redundó en una menor probabilidad de acceder a los mercados internacionales para refinanciar esta deuda y ello hizo que los títulos operen a niveles de default. Situación que el Frente de Todos se niega a asumir, un default.

Si bien el camino aún es largo, hasta el momento acá no apareció el análogo al ex Presidente Adolfo Rodríguez Saa diciendo que ‘suspenderá el pago de la deuda externa’. Alberto Fernández tendrá que administrar poca plata ¿La pondrá en los bolsillos de los acreedores o en el bolsillo de la gente?

A diferencia del 2003, la demanda social y la oferta política podrían tener escaso margen para ser conciliadas en el 2020. Este tipo de situaciones, en las cuales se deben repartir pérdidas, son traumáticas para la gobernabilidad dado que siempre dejan disconforme a al menos un sector que exige respuestas.

CP