Comienza la cuenta regresiva para que el Reino Unido se divorcie del bloque europeo. Boris Johnson, el primer ministro británico, manifestó recientemente que el Reino Unido será global y pionero una vez que abandone la Unión Europea (UE). Es atinado, para evitar confusiones y no dejar a nadie afuera, aclarar que –en términos diplomáticos y jurídicos– el que se va del bloque comunitario es el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (suele resumirse como “Reino Unido”) y no Gran Bretaña (que es una unidad geográfica, pero no política). La fecha que probablemente la historicidad señale un hecho histórico es el 31 de enero de 2020: el día de la separación.
El referéndum celebrado hace poco más de tres años –idea de David Cameron que la sociedad no le pedía y que terminó explotándole en las manos porque su deseo era que las urnas respaldaran y legitimaran la permanencia del Reino Unido en la UE– tendrá efectos prácticos este viernes y esto genera incertidumbre en personas de un lado y otro del Canal de La Mancha y produce ansiedad en el mundo entero.
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Las estadísticas oficiales expresan que aproximadamente un millón de británicos vive en los demás países de la UE y alrededor de tres millones de personas de los distintos Estados miembros de la UE residen en el Reino Unido.
Cameron quiso usar el referéndum como un recurso de legitimidad de política doméstica para ahuyentar el fantasma del populismo nacionalista de Nigel Farage y su Partido para la Independencia de Reino Unido (UKIP), pero terminó forjando un puñetazo que se estrelló en su propia mandíbula y lo sacó del ring. Cameron renunció cuando conoció el resultado de la consulta popular y su estrategia provocó el resurgimiento rabioso de un nacionalismo y xenofobia que fueron levantados como banderas rápidamente por los opositores que él quería aplastar. La idea del Brexit fue un boomerang, para quien decidió lanzarlo al aire.
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Para quienes votaron a favor de la permanencia en el bloque comunitario, Cameron es el culpable de haber sumergido al Reino Unido en esta tragedia innecesaria, simplemente por cuestiones de ambición personal.
La ruptura tendrá impacto político, comercial, cultural, y turístico. Por ejemplo, desde este sábado, los viajeros que se desplacen de España a Reino Unido, conservarán los mismos derechos que antes del Brexit. Esto es, podrán seguir viajando a través de las fronteras con su documento nacional de identidad o pasaporte. En el proceso de disgregación, está previsto un período transitorio. En principio, el plazo es hasta fin de año –aunque podría extenderse uno o dos años–, para negociar qué tipo de vínculo mantendrán los divorciados. En términos de cantidad de habitantes, para la UE, la partida del Reino Unido implica aproximadamente una disminución de 66 millones de personas y un achicamiento territorial de casi el 6%. Reino Unido es el primer Estado miembro del bloque europeo, que corta las amarras y decide continuar el viaje navegando solo. Pero el Reino Unido no es un Estado más. Se trata del segundo mayor aportante al presupuesto de la UE (el primero es Alemania).
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Tras muchas idas y vueltas que tuvieron al Brexit siempre en el centro de la escena política, Boris Johnson se convirtió en el líder con quien se identificaron los euroescépticos para pegar el portazo a la Unión Económica del viejo continente –el mayor grado de integración que se conoce hasta el momento–.
A pocas horas de la partida, la incertidumbre y el miedo de lo que deparará el destino, exaspera a los que se van, pero también a los que se quedan en el bloque. Todos anhelan que la despedida no incluya ninguna sorpresa negativa no calculada.
A partir del sábado, el status de “Estado miembro” cambiará por el de “tercer país”. Suena fuerte en los oídos de quienes unían en tren con frecuencia –y en pocas horas– París o Ámsterdam, con Londres, sólo por citar dos ejemplos concretos.
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El tren de partida está por llegar al andén. Los británicos aguardan la hora, sospechando que este proceso será mucho más complejo que cambiar museos históricos por imponentes bancos, y sin saber con certeza cuál será su destino. Es un tren para abandonar, sin pasaje de vuelta, el hábitat multinacional al que ingresaron en 1973. Lo único concreto es que en breve comenzará el viaje. Repleto de nostalgia y dudas…