OPINIóN
Internacional

Las movilizaciones horizontales en Chile impulsan doxarquías para consagrar la alterpolítica 

Chile hoy nos permite describir algunos bordes del pensamiento y la acción política.

violencia en chile
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Chile hoy nos permite describir algunos bordes del pensamiento y la acción política. Hablo de los bordes de la ciencia política y de los marcos institucionales, duros, cuantitativos, esos que por momentos no permiten deconstruir pasado, presente y el futuro emerge prefijado.

En estos bordes pro status quo emerge el concepto de alterpolítica. Es decir, la otra política, su reverso. La que se desplaza hacia la centralidad ciudadana, por ende más horizontal y con tendencia dialógica. Es la política que se enmarca en la nueva cuestión social pero también busca ampliarla para no ser atrapada por una sola ideología que quieren cooptarla.

Esta alterpolítica es fruto de los espacios públicos, de los movimientos sociales, de las nuevas comunicaciones, de la licuación y fragmentación del corpus y saber técnico de las administraciones públicas y sus militantes. Ahora, la centralidad la tiene la sorpresa, lo imprevisto, la ruptura de lo previsto de modo constante, la crítica y el impulso o promoción constante de quienes se cansaron de un modo de hacer política institucional. Por eso, el primer objeto de análisis en desuso aquí es el partido político tradicional. Sobreviven ahora en un corto tiempo y gracias a alianzas para las primeras impresiones, las imágenes, los slogans, lo que impacta una semana antes de cada elección.

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Este modo de vivir algunos rasgos de cumplimiento de la poliarquía, tiene como actor difuso y preponderante a una multiplicidad que se mueve por intensidad y no por constancia y regularidad. Este actor difuso es lo que entiendo podemos denominar: el movimiento horizontal.

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Los movimientos horizontales son movimientos dentro de la sociedad que se aglutinan en torno a un reclamo social o político dirigido a un gobierno y que no tienen constitutivamente una organización ni un liderazgo reconocible fuerte ni estable, y que además, se coordinan gracias a las redes y tecnologías de comunicación actual.

Tienen entonces como característica principal su corto tiempo de impulso, una intensidad visible y un objeto claro de hacerse escuchar y ver para provocar un cambio o mejora en materia de políticas públicas.

En este punto de movimiento e intensidad, es cuando los movimientos horizontales encuentran una fuerza que obliga a los medios masivos de comunicación e instituciones políticas a observar lo que se expresan audiovisualmente.

Cuando ello ocurre, los medios como la TV, la radio y los diarios, amplían la novedad y le dan un carácter de ejemplaridad y formalidad al reclamo. Estos medios y sus periodistas y redacciones también se ven afectados y compelidos a actuar de acuerdo a la intensidad de la protesta. Así, legitimado ahora por actores que bien teatralizan la indignación y son reconocidos como el cuarto poder, el reclamo irrumpe en los gabinetes y la agenda de gobierno comienza a cambiar en sus prioridades. Ese reclamo, motorizado por los movimientos horizontales que como opinión disruptiva afecta la marcha y dirección original de la administración y los medios masivos es lo que proponemos denominar: Doxarquía.

Doxarquía, como novedad, es la estructuración de una opinión social con la intensidad suficiente como para hegemonizar el tono y contenido de un issue de la opinión pública y la temática de los medios masivos de comunicación, afectando y cambiando la toma de decisiones de los gobernantes.

Es la Doxarquía, materializada como tal, un poder en sí mismo capaz de dominar simbólicamente un momento de la política institucional desde la alterpolítica. Puede aportarle nuevos sentidos y contenidos a la política instrumental al incorporarle cambios a las normas y acciones de gobiernos y gobernantes. Reactualiza los momentáneos consensos en la sociedad.

Es un modo de influir en la política institucional que la deconstruye ampliándola, abriéndola, escrutándola, levantando el velo sobre su accionar anterior, poniendo en jaque algún modo de ejercer el poder que ya no tenía legitimidad suficiente como para mantener el status quo administrativo. El mejor ejemplo es el efecto no real ni efectivo del estado de sitio con multitudes en las calles y cacerolazos.

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Así, la alter política, es esa política difusa que viene a ampliar los marcos interpretativos y a poner en jaque ciertas miradas y practicas reglamentarias, administrativas y elitistas. Los movimientos horizontales por su parte, surgen como expresión del descontento e influencia coyuntural y que vienen a ponerle el cuerpo a lo virtual, a lo simbólico tecnológico que se vuelve real y presente para todos los conectados. Esa realidad y presencia, que impacta en los que dirigen la sociedad, que los afecta en su reputación y por lo cual se ven obligados a cambiar alguna de sus actuaciones, es el re direccionamiento simbólico y guiado por la sociedad que llamamos Doxarquía.

Finalmente, la complejidad estructural del conflicto en la región y en particular en Chile no agota el presente texto pero se inserta en esa dimensión profunda de la cuestión social que sólo la política democrática puede momentáneamente solucionar.