Cada vez hay más diagnósticos acertados desde la academia, e incluso en la política, en cuanto a que la así denominada “grieta” es un problema relevante del país. Cambiemos propuso “unir a los argentinos”, sabemos que no logró ser consecuente, al menos al término del presente mandato. El actual candidato más votado en las PASO alega que hará todo lo posible por “cerrarla grieta”. Sin embargo, sabemos que su coalición contiene elementos que pareciera albergan otras lógicas.
Es evidente que ha existido históricamente una polarización fuerte de la política económica en el país. Un libro de historia de la economía argentina lleva por título “El ciclo de la ilusión al desencanto”. Por otra parte, no faltaron análisis puntuales, por ejemplo, Marcelo Diamand llamo a ese comportamiento el “péndulo argentino”. La trayectoria del ciclo económico argentino manifiesta una muy alta volatilidad. La política macroeconómica polarizada, por supuesto no logra moderar el ciclo de auges inflacionarios y recesiones con desempleo, sino que lo agudiza. Es decir, que la política macro en lugar de ser “contra- cíclica” es “pro- cíclica”.
El sustento de esa polarización económica tiene un soporte político. Guillermo O’Donnell identificó dos coaliciones que se encuentran detrás de los dos enfoques de política macro- económica dicotómica. Habría una coalición constituida por sectores populares: trabajadores políticamente organizados de sectores medios y bajos y una burguesía urbana “débil” (hoy probablemente habría que sumar a los movimientos sociales), y otra compuesta por los grupos rurales y la gran burguesía urbana más globalizada.
Cada grupo intenta, a través de sus representantes políticos de turno, imponer su punto de vista y receta para la economía y el país. La coalición popular propone ampliar la esfera del estado, el keynesianismo y el nacionalismo económico, con su protección del mercado interno y la distribución del ingreso para fomentar la demanda agregada. La coalición de clases medias y altas prefiere la receta neoclásica u ortodoxa. Propone retornar al orden y la eficiencia, implementa programas de ajuste monetario y del Estado con caída del salario real, permite el aumento de los ingresos agropecuarios y la libre movilidad del capital. Ninguno de los dos enfoques ha demostrado ser sustentable del modo unilateral en que se han aplicado.
La grieta es un hecho cultural que desaparece ante temas concretos
Además, el costo social y humano de la inestabilidad económica es visible y grave: inflación y desempleo hunden a más y más compatriotas en la pobreza. Se compromete también el futuro de otro modo. La polarización de políticas y la incoherencia de las sucesivas leyes (y su “interpretación” por parte de la justicia) genera una incertidumbre muy alta que contribuye a fugar el ahorro y deprime la inversión. Esto también dificulta al país ser una contraparte medianamente confiable en la cooperación regional e internacional.
La base económica de la polarización se encuentra, también siguiendo a Diamand, en una “estructura productiva desequilibrada”. Históricamente ha existido un sector agropecuario competitivo pero que generaba poco valor agregado (“primarización”) y empleo, mientras que los sectores industriales generaban mayor valor agregado y empleo, pero nacidos a la sombra de la protección no lograban superar problemas de competitividad endémicos.Y aquí la conexión entre lo micro y lo macro, cada sector necesita una política económica a su medida contrapuesta a la del otro.
La grieta en el tiempo electoral
Esto no es un “dato de la naturaleza” sino un determinado desarrollo histórico que puede ser modificado del mismo modo a través de políticas de mediano y largo plazo. Pensamos en la ya difundida idea de potenciar la “agro-industria,” que suma valor agregado y empleo al sector naturalmente competitivo, pero también hay que reconocer la “supervivencia” de industrias competitivas, que comienzan haciéndolo en la región, sumando competitividad al valor agregado y el empleo nacional. No habría que descuidar por supuesto a los servicios que son ya una parte significativa de la producción y las exportaciones del país. Estos serían los elementos de una “coalición exportadora” amplia y sustentable, y sería importante generar asociaciones e instituciones que vinculen los sectores y los incentiven a lograr un consenso mínimo sobre una estrategia general.
Tanto para estabilizar la macro, como para modificar gradualmente la estructura productiva de modo eficiente e inclusivo, en el contexto de la urgencia del hambre y la pobreza, son necesarios consensos, que desarticulen la polarización y atenúen el péndulo. Intentar hacer una estrategia unilateral, luego del triunfo de una facción, y sin contar con la otra, se ha demostrado “afortunadamente” imposible en la historia argentina. Lo que resulta incomprensible es insistir con la misma receta frente a los resultados obtenidos sistemáticamente.
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Desde la teoría de los sistemas económicos hay clasificaciones y modelos que pueden servir: por ejemplo, la que los clasifica en “economías liberales de mercado,” o “economías coordinadas de mercado”. La caída del comunismo liquidó a las “economías de planificación centralizada”, las crisis financieras (como la de las hipotecas) golpearon mucho la confianza en las “economías liberales de mercado”. Por otra parte, las “economías coordinadas de mercado,” como es el caso de los países del centro y norte de Europa y algunos asiáticos, son aquellas en las que las soluciones compatibles con el mercado se logran por la participación público-privada entre estado y asociaciones de representación económico-social, que consensúan una estrategia y políticas de estado distribuyendo lo más equitativamente posible cargas y beneficios a los involucrados.
Estos países, democráticos y con economías de mercado, pero donde el estado asume un rol estratégico, aúnan la equidad y la calidad de vida con la productividad y la competitividad, en una trayectoria que apunta a una estrategia de mediano y largo plazo. Quizás tengamos, de una vez por todas, que dejar de lado la arrogancia argentina que se nos critica afuera. “Bajarnos del caballo” a dialogar con el otro y, renunciando a la “viveza criolla,” establecer un acuerdo con el que piensa distinto para volver a edificar un país con gran potencialidad que estamos destruyendo manifestando poca inteligencia colectiva.
* Programa de Desarrollo e Instituciones, UCA.