COLUMNISTAS
DEMOCRACIA O REVOLUCION

Historia de la grieta

En el siglo XX las luchas ideológicas provocaron la muerte de decenas de millones de personas, bajo una teleología ética, heroica, que llamaba al sacrificio por altos ideales. Pero hoy la visión masoquista de la vida fue desplazada por una lúdica.

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COLABORAR. La empresa que trató de superar la grieta de Occidente con los nazis. Imposible: unos creían en la democracia, otros en eliminar a los distintos. | Cedoc Perfil

Hay quienes creen que la política del pasado fue idílica y que hoy existe una grieta política inédita, que se podría solucionar fácilmente si algún dirigente innovador logra convocar a todos a bailar por un sueño. Ese análisis es poco realista. La lucha por el poder ha sido siempre despiadada, pero como afirma Steven Pinker en Los ángeles que llevamos dentrola violencia ha decrecido en Occidente y vivimos contradicciones menos dramáticas de las propias del siglo pasado.

Nazis y Coca-Cola. Cuando Hitler tomó el poder en 1933 acabó en poco tiempo con el parlamentarismo e impuso un gobierno totalitario. Los nazis construyeron enormes complejos deportivos para las Olimpíadas de 1936 e inundaron Berlín con banderas olímpicas y con esvásticas. Uno de los auspiciantes más importantes del evento desplegó su publicidad que decía “Ein Volk, eine reich, ein Getränk, Coke ist es Coca-Cola”, (un pueblo, un país, una bebida que es Coca-Cola). La empresa tenía 43 embotelladoras en Alemania, que no pudieron recibir el jarabe de la bebida cuando Estados Unidos se unió a la guerra, por lo que produjo Fanta, una nueva bebida que se hizo popular en el Reich, en cuyo envase constaba la frase: “Producto de Coca-Cola”. El producto tuvo éxito y terminada la guerra la empresa promovió a Fanta como una de sus marcas. En la última campaña presidencial argentina también fue la bebida oficial de una de las campañas.

Hubo otros que trataron de superar la grieta colaborando con los nazis. Hugo Boss diseñó el uniforme de las SS, Henry Ford fue condecorado por ellos en 1938, la revista Time declaró a Hitler “hombre del año” varias veces y lo puso en su portada.

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Nada de esto sirvió para cerrar la grieta entre los nazis y sus opositores porque había una discrepancia de fondo: unos creían en la democracia, otros no. Para los nazis había solo un pueblo, una verdad, un líder mesiánico, y quienes eran distintos debían ser exterminados. Todos debían hacer lo que querían los líderes iluminados, no podían existir la libertad de expresión, ni las elecciones.

Los que defienden la democracia prefieren sociedades plurales en las que se respeten distintas ideas y maneras de apreciar la vida. Los líderes democráticos no son mesiánicos. Como dice Primo Levi: “Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos a los de la razón, es decir, de los jefes carismáticos. Puesto que es difícil distinguir los profetas verdaderos de los falsos, es mejor desconfiar de todo profeta; renunciar a la verdad revelada, por mucho que atraiga su simplicidad y las hallemos cómodas porque se adquieren gratis. Es mejor conformarse con otras verdades más modestas y menos entusiasmantes, las que se conquistan con trabajo, poco a poco y sin atajos, gracias al estudio, la discusión y el razonamiento, verdades que pueden ser demostradas y verificadas".

Ideologías. En el siglo XX las luchas de las ideologías provocaron la muerte de decenas de millones de personas. A partir de la Revolución soviética muchos creyeron que se podía hacer una revolución mundial para que la “Tierra sea un paraíso, patria de la humanidad”.

En la década del 70 más de la mitad de los seres humanos estaban gobernados por dictaduras del proletariado que implantaron economías centralmente planificadas. La grieta fue un mar de sangre: en la URSS más de diez millones de personas murieron de hambre o deportados a los gulags, y solo el Gran Salto Adelante costó cincuenta millones de vidas en China. La Camboya de los Khmer Rouge, la ocupación de Europa por parte de Rusia, los experimentos socialistas en Somalia, Libia y otros países africanos enrojecieron los mapas. Se difundió una teleología ética, heroica, que llamaba al sacrificio por altos ideales impulsada por los textos de Javier Heraud, César Vallejo, el Che Guevara. Jóvenes que nunca mataron a nadie cantaban con entusiasmo las canciones de Pablus Gallinazus, como Una ciudad llamada Pablus repitiendo una y otra vez, “hay que matar, hay que matar, hay que matar, Pablus dirá cuándo será”.

En los '70, más de la mitad de la humanidad era gobernada por dictaduras del proletariado

Queda poco de todo eso. En los países que fueron “liberados” por el Ejército rojo como Hungría, la República Checa o los países bálticos, hay solo un mal recuerdo y mucho odio a la URSS. En sus museos se mezclan las imágenes de Hitler y de Stalin como símbolos de la perversidad.

La URSS auspició la creación de grupos armados que lucharon por el poder en la mayoría de los países americanos con el apoyo de Cuba. Estados Unidos los combatió fortaleciendo a dictaduras militares. En varios países la guerra fue muy sangrienta.

En Perú, Abimael Guzman fundó el Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso y proclamó que, junto a Marx, Lenin y Mao, él era una de las cuatro espadas que conducían la Historia Universal. En Colombia, la guerrilla marxista se insertó en la antigua insurrección liberal. En Guatemala, Nicaragua y varios países centroamericanos el enfrentamiento fue 0. Murieron decenas de miles de personas y en general, los grupos insurgentes terminaron odiados masivamente por la población.

En Argentina la insurrección empezó con una guerrilla guevarista durante el gobierno de Arturo Illia y culminó con Montoneros y el ERP durante el gobierno de Perón. Hace pocos días, Jair Bolsonaro en Brasil, y varios grupos políticos argentinos, coincidieron en celebrar el aniversario de esas luchas, haciendo un homenaje a las dos caras de esa moneda. Bolsonaro celebró el aniversario de la instauración de la dictadura militar y los grupos argentinos hicieron un homenaje a los guerrilleros de hace cuarenta años.

La lógica bélica cambió los valores de los combatientes. Si un grupo armado común robaba un banco cometía un delito, si eran insurgentes estaban consiguiendo fondos para luchar por sus ideales. Si cinco estudiantes universitarios secuestraban a un ex presidente y lo asesinaban, cometían un crimen. Si eran revolucionarios tenían derecho a hacerlo, estaban luchando por la revolución. Desde la perspectiva de Bolsonaro, los militares que violaron los derechos humanos también luchaban por sus ideales.

Fin del masoquismo. Todo eso acabó con el fin de la Guerra Fría. Desaparecieron los grupos guerrilleros y las dictaduras. Los países americanos, con excepción de algunas dictaduras del Caribe, viven regímenes democráticos. La visión masoquista de la vida fue desplazada por una lúdica. Mucha gente quiere lograr su felicidad ya, en un confuso movimiento alentado por las redes, donde la gente reclama cualquier cosa y opina sobre todo, partiendo de una mínima información que consigue en el mar de informaciones de todo tipo que están en la red.

En algunos grupos que se dicen herederos de los antiguos revolucionarios, se conserva la idea de que se puede conseguir dinero asaltando de cualquier manera, pero ya no para comprar armas y explosivos, sino para comprar coches y enormes extensiones de tierra para su disfrute. En una actitud nueva porque en muchos casos quienes consiguen esa riqueza no saben producir, sino que lo hacen simplemente por un afán de acumular y exhibir que no tiene ningún sentido.

Los políticos democráticos aspiran a ganar elecciones y por eso están interesados en realizar acciones que incrementen su popularidad. Los activistas revolucionarios del pasado pretendían tomar el poder por la fuerza y actuaban para incrementar su fuerza, aunque eso haya sido impopular. Actualmente algunos de estos activistas actúan de manera incoherente. Hacen lo necesario para tener una pésima imagen y luego quieren presentarse como candidatos. Los dirigentes sindicales que organizan paros tienen una imagen lamentable. En muchos casos de manera injusta, una amplia mayoría les cree corruptos, inútiles, enemigos de su bienestar. Las patotas con que aprietan a la gente durante los paros, no hace sino consolidar una imagen delincuencial. Un 67% de los argentinos quisiera que disuelvan los piquetes. Sería bueno que aprendieran a manejar técnicas modernas que les permitirían conocer el efecto de sus acciones en la gente.

En la medida en que la sociedad ha madurado, y una mayoría no se deja manejar por grupos de activistas, cada vez es menos posible que estos grupos logren sacar con un helicóptero al presidente elegido o que reciban el apoyo de corrientes revolucionarias mundiales que desaparecieron. Lo comprendieron la mayoría de los partidos de izquierda en el mundo, que ya no planifican un golpe de Estado.

*Profesor de la GWU.
Miembro del Club Político Argentino.