El método de trabajo diferencia al propagandista político del analista político. Los primeros creen que la verdad está en sus ideologías, que pueden decir cualquier mentira con tal de ayudar a sus líderes, que con sus escritos mueven votos. Otros creemos que hay que acercarse lo más posible a lo que es objetivo, contrastando hipótesis y analizando la política en base a hechos. No creemos que influimos en las masas, ni que estamos para manipular a nadie. Simplemente decimos lo que creemos para estimular el progreso del conocimiento entre quienes quieren pensar. Desgraciadamente son pocos.
Análisis objetivos. En junio del 2009 colaboré con Francisco de Narváez cuando ganó en la Provincia de Buenos Aires las elecciones para diputado enfrentando a una lista en la que figuraban Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa. El Colorado contó con el apoyo de Mauricio Macri y Gabriela Michetti en la propaganda, y tuvo el buen criterio de esconder debajo de la alfombra a Felipe Solá, que espantaba votos.
Lo imprevisto del resultado, para quienes no contaban con análisis objetivos, produjo una conmoción fenomenal y muchos analistas dijeron que el matrimonio Kirchner estaba acabado y proyectaba huir a Venezuela. En esos días declaré a un importante periódico de la Capital que Cristina tenías sólidas posibilidades de ganar las elecciones presidenciales.
Libros y autores que debe leer un joven político
Estábamos trabajando en la candidatura de Mauricio para el 2011, creíamos que podíamos ganar. Cuando en un seminario me preguntaron qué podía hacer invencible a Cristina dije, más bien como broma, que la muerte de Néstor. La capacidad histriónica de Cristina le haría invencible en ese contexto, expliqué.
Algunos me criticaron diciendo que un colaborador de Macri debía decir que su principal adversaria estaba destruida. Escribo y digo siempre lo que creo que es verdad, a partir de investigaciones y estudios que realizan mis colegas. Mauricio quiere siempre verdades, rechaza las mentiras. Cristina es una líder que representa de manera sólida la tendencia a la anomia que existe en Argentina y esto es algo de fondo.
Contra las normas. En nuestros países existe un enorme porcentaje de personas que está vitalmente en contra de las normas vigentes. No han leído a Marx o a Bakunin, no se parecen a los revolucionarios del siglo pasado. La sociedad de la internet ha fomentado esta sensación de marginalidad radical de muchos, que se expresa de múltiples maneras y pone en peligro a toda la política tradicional. No hay sociedades que sean totalmente anárquicas, ni otras que sean totalmente formales. Individualmente es raro que alguien no respete absolutamente ninguna norma o que obedezca todas las que existen. Todos estamos dentro de una escala en la que tenemos distintas actitudes hacia el respeto por las normas. Es posible asfixiarse en Ginebra por el exceso de orden y morir en Caracas por el caos anómico que desorganizó Maduro.
La alegría naif de un consultor
La anomia suele agudizarse cuando una sociedad sufre una crisis de valores o vive procesos de cambio radicales. En esa circunstancia muchos creen que quienes buscan el cambio están por sobre la ética “burguesa”. Para quienes creían en la Revolución, cuando un grupo guerrillero asaltaba un banco, secuestraba a un ciudadano o asesinaba a un ex presidente no cometía delitos, simplemente era coherente con sus convicciones políticas. Para sus adversarios eran delincuentes a los que había que reprimir con todo el peso de la ley. Bastante gente en el continente puede admitir el valor ético de lo que ocurrió en esa época a partir de las “convicciones”, especialmente si cree en alguna de las ideologías que estaban vigentes.
Desde la fría lógica es difícil explicar que asaltar un banco estaba bien porque los asaltantes estaban convencidos de que había que quitar los bienes a todos los demás, y que ahora es un delito porque los delincuentes están convencidos de que quieren vivir como ricos.
Derrumbe. Pero a partir del derrumbe del socialismo real y de la agonía de la ética occidental se evidenciaron, se superaron y trasformaron los límites de la ley y por tanto de la transgresión. Algunas normas de la vieja sociedad se superaron.
Occidente asimiló una nueva forma de ver la vida que considera mala la discriminación a la mujer, la persecución a los homosexuales, la segregación religiosa, el hostigamiento a la minorías étnicas. En muchos casos se instalaron los valores inversos y quienes mantienen los viejos prejuicios son vistos como antiguallas.
Grupos guerrilleros como las FARC pasaron de luchar por el comunismo a trabajar para el narcotráfico. Con el tiempo ya no se supo si eran narcotraficantes con banderas políticas o políticos que también se dedicaban al negocio de la droga, o simplemente delincuentes. Lo único que estuvo claro fue que estaban armados y no respetaban el orden vigente.
Terminaron con un rechazo masivo de la población, al igual que casi todos los otros grupos armados. Pasó lo mismo en Perú, país en el que conservar la memoria de Sendero Luminoso es un delito aberrante. Hace pocas semanas algunas personas habían construido un mausoleo en memoria de combatientes de Sendero. Fue demolido por la policía ante el aplauso general.
El problema de los desmovilizados es muy grave. Una vez que grupos irregulares logran armarse, su proceso de reincorporación a la sociedad es complejo. Fue lo que pasó en Nicaragua durante el gobierno de Violeta Chamorro, cuando una buena porción del país quedó controlada por irregulares que procedían tanto de la guerrilla como de la Contra. No fue posible ni siquiera aplicar encuestas en algunos de esos pequeños países controlados por los delincuentes. Actualmente en Colombia hay decenas de miles de ex guerrilleros que han conformado bandas criminales que no tienen relación con ninguna ideología, pero siguen asaltando, secuestrando y protegiendo al narcotráfico. En la frontera entre Ecuador y Colombia existe una enorme zona controlada por ellos, que han secuestrado ya a más de mil adolescentes ecuatorianos para incorporarlos por la fuerza a sus pandillas.
Chavismo y kirchnerismo. La compleja situación de Venezuela tiene muchas aristas. Por una parte las Fuerzas Armadas forman parte del partido de gobierno y muchos de sus oficiales participan del narcotráfico a gran escala que ha promovido el populismo bolivariano. Pero hay algo todavía más grave: aunque las fuerzas armadas venezolanas volvieran a los cuarteles, existe alrededor de un millón de personas armadas que forman grupos paramilitares que respaldan al gobierno y al mismo tiempo viven del saqueo. Es por eso que Caracas es la ciudad más peligrosa del mundo: los que en otro momento fueron delincuentes comunes están armados por el gobierno y carecen de todo control.
Esto no es algo muy nuevo, ocurrió en países en los que los dictadores vieron con sospecha a las Fuerzas Armadas y armaron a grupos marginales que después se volvieron incontrolables. Así murió Muamar el Gadafi, sodomizado con una botella por un grupo de tuaregs armados por su propio gobierno, mientras pretendía defenderse con un revólver de oro sólido. Pasó lo mismo con Zyad Barre que armó al pueblo de Somalia generando una multitud de grupos terroristas como Al-Shabab, grupos tribales, organizaciones de piratas. Ambos países se disolvieron en el caos armado por el enfrentamiento de grupos armados que en realidad no tenían intencionalidad política ni dependían orgánicamente de mandos militares. No sería extraño que los paramilitares venezolanos desaten un proceso semejante.
El paralelismo entre Venezuela y el kirchnerismo es importante. En algunos sectores, que incluso a veces están más allá del kirchnerismo, existe la idea de que las Fuerzas Armadas, la policía, la gendarmería, la prefectura son instituciones malvadas a las que no se les debe creer. El garantismo es una teoría formulada por Eugenio Zaffaroni, con solidez académica, que defiende ante todo los derechos de los delincuentes. Hay jueces que creen en eso y que se demoran pocas horas para rescatar a los delincuentes víctimas de la policía imperialista para que sigan con sus actividades. No se trata de que haya buenos y malos, sino de que existen distintos puntos de vista entre quienes creen que debe existir un monopolio de la fuerza por parte del Estado y los que creen que es mejor que el pueblo se arme para combatir la injusticia.
Es inocultable la relación entre el cristinismo y las barras bravas a las que la ex presidenta alabó, auspició y envió de viaje al extranjero. Esos barras estuvieron presentes siempre en las movilizaciones, los piquetes, y formaron parte de los grupos de choque que protegieron a Cristina en las elecciones. Hay bastantes datos concretos de su conexión con el narcomenudeo, los abusos de ciertos trapitos, el sicariato y la militancia política.
La simpatía de los grupos anómicos con Cristina es evidente: en las elecciones de 2017, el 75% de los presos eligió a Cristina Kirchner; el 7% a Esteban Bullrich, el 4% a Sergio Massa y el 2,9% a Florencio Randazzo.
Octubre. Cristina ha anunciado que si triunfa cambiará la Constitución. Es posible que recuerde los consejos de Maduro de que se debe armar al pueblo para defender la Revolución. Si reparte un millón de armas, es claro que no empezará por entregarlas a los miembros de la Academia Nacional de Historia. Lo hará con el Vatayon Militante, los barrabravas, el grupo Quebracho y otros irregulares a los que auspició desde su gobierno, mientras perseguía a la Fuerzas Armadas. Es por eso que una de las decisiones de los electores de octubre será si fortalecemos a unas Fuerzas Armadas y de seguridad que han dado ya muestras de lealtad a la democracia durante muchos años, o permitimos que se armen organizaciones que las combatan, situadas en la frontera con la delincuencia.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.