OPINIóN
Economía internacional

Cambio en el BCE: de la estricta austeridad a la compra de activos por 750 millones de euros

La medida, esperada por los inversores, apunta a aflojar la cuerda que ya comienza a apretar muy fuerte el cuello de los países más vulnerables por el coronavirus.

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Cristine Lagarde | DPA

El Banco Central Europeo lanzó su Exocet secretamente guardado. El ataque sorpresa sucedió a medianoche del miércoles. Con las primas de riesgo de los países del sur en aumento, el Consejo de Gobierno de la entidad financiera, reunido de urgencia, aprobó un plan de compra de 750 millones de euros en activos públicos y privados, y que estará en vigor hasta fin de año. Esta medida, esperada por los inversores, apunta a aflojar la cuerda que ya comienza a apretar muy fuertemente el cuello de los países más vulnerables debido a las dificultades originadas por el coronavirus.

Christine Lagarde, una de las caras más representativas del neoliberalismo europeo, entró con mal pie en el despacho reservado al number one de la política monetaria de la Unión Europea (UE), al poner en duda su compromiso a reducir las primas de riesgo de los países más castigados por el virus. Tras el desplome bursátil que significó su novatada, se rectificó a sí misma, y lo hizo de la manera que mejor se le da a un banquero: con dinero, y mucho. “Los tiempos extraordinarios requieren una acción extraordinaria. No hay límites a nuestro compromiso con el euro. Estamos decididos a utilizar todo el potencial de nuestras herramientas, dentro de nuestro mandato”, justificó Lagarde el paso dado en su cuenta de Twitter.

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Este programa de compras, como los anteriores diseñados por su antecesor en el cargo, Mario Draghi, se hará de forma proporcional al tamaño de cada economía. Pero el BCE introduce aquí un factor importante al destacar que las compras bajo el nuevo programa se realizarán de manera flexible. Esto supone que podría comprar más deuda de países como Italia o España.

Esta jugada busca apuntalar los planes de los distintos gobiernos -España aprobó una ayuda de 200.000 millones de euros- de avalar el crédito para evitar el derrumbe de la actividad económica, al menos dentro de lo posible. Las alarmas comenzaron a sonar con fuerza cuando los tableros de los parqués registraban una suba de las primas de riesgo, como el caso español, que en 24 horas pasó de 166 puntos básicos a 99 al cierre de hoy, gracias al anuncio de Lagarde. Así las cosas, los inversores empezaban a apostar que las economías de Sudeuropa tendrían serias dificultades de tesorería  por el esfuerzo que están realizando con el objetivo de financiar la debacle económica provocada por el Covid-19.

Pero más allá de la decisión estrictamente financiera, el BCE posiblemente –eso se verá más adelante– quiere enviar señales que la lección de la crisis de 2008 se está comenzando a aprender. Porque esta marea de dinero que va en dirección a los países de Europalatina choca frontalmente con la política de aquellos años que priorizaba los fundamentos macroeconómicos -con el respeto a ultranza del déficit fiscal como emblema- por sobre el bienestar de los Estados y de sus gentes. De hecho, este cambio de rumbo es tan reciente que la reunión de los ministros de Finanzas de la zona Euro del pasado lunes determinó que cada país hiciese lo que estuviese en sus manos para enfrentar tanto la crisis sanitaria como sus efectos.

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Para El País la estrategia cobra de repente sentido: primero fue la liquidez en abundancia inyectada a la banca. Segundo, los paquetes fiscales donde las garantías juegan un papel clave para mantener el ciclo del crédito. Y el último paso, de acuerdo al periódico, consiste en anclar el precio de la deuda pública con un plan incontestable del BCE.

Lagarde, conspicua misionera del liberalismo a ultranza, sabe que con la medida anunciada hace menos de 24 horas no hace otra cosa que ir en contra de una de las verdades incontestables de la Biblia neoliberal, al no temer que estas medidas generen una estampida inflacionaria. Sucede que tanto la máxima autoridad financiera de Europa, como muchos analistas de las principales capitales del Viejo Mundo, vaticinan una recesión en forma de U. Ahora, dicen, de lo que se trata es que no mute (término muy de moda en estos días de peste) en L.

Cuarentena obligatoria confirmada

No es una cuestión de letras del abecedario: lo que está en juego es la supervivencia de las empresas, los bancos, los gobiernos y las personas. Quienes tomaron conciencia de su vulnerabilidad son los nuevos refugiados, los del conoravidus. Encerrados en sus propios países. O encerrado en su palacio, como el rey Felipe VI, quien recién anoche, con 13.910 infectados y 623 fallecidos (al momento de su discurso), se dirigió a la sociedad española. Tocada la Jefatura de Estado por otro caso de supuesta corrupción del rey emérito Juan Carlos I, el mensaje de Felipe VI, carente de empatía y lleno de frases de compromiso, llegó tarde. El rey Harald de Noruega, Felipe de Bélgica, el Gran Duque Enrique de Luxemburgo, Guillermo de Holanda, Margarita de Dinamarca y Carlos Gustavo de Suecia, le tomaron la delantera. Incluso la propia Lagarde.