Teorizar acerca de las formas de desigualdad de género no alcanza para lograr el reconocimiento de un posicionamiento nuevo para las mujeres. Como tampoco alcanza la protesta misma, aun cuando como concepto evoca inmediatamente el de movimientos sociales y juntos promueven una imagen muy fuerte de acción colectiva que visibiliza y retroalimenta desigualdades muy resistentes.
Pese a ello, y poniendo en práctica el consejo de la Reina de entrenarnos en creer en lo que nos aparece como imposibles, para lograr algún cambio social entendemos que son importantes análisis profundos en niveles de acción que alcancen dimensiones como la subjetiva, la cultural, aún la ideológica.
Sostener la demanda de “cambio” cuando se trata de la construcción de identidades colectivas que legitimen nuevos lugares para la mujer en la sociedad, del fenómeno de su inserción laboral en tareas productivas o el de equidad en relación a la remuneración, desarrollo y movilidad laboral respecto de los hombres sigue siendo un desafío necesario para comprender el por qué de las circunstancias sociales específicas de las mujeres en el dominio de la historia en general, como el de la construcción de los nexos entre lo individual y lo social que atraviesa toda experiencia humana signada socialmente en ciertos contextos espacio-temporales, en particular en una vasta y variada geografía como América Latina.
El término “cambio conceptual” se refiere tanto al proceso como al resultado de la transformación de las concepciones que los individuos sostenemos sobre alguna materia. Los estudios y análisis del cambio conceptual que se vienen realizando se centran en aspectos esenciales de la psicología, de la educación, de la antropología y de la sociología, por mencionar algunas áreas de incumbencia. Es precisamente la filosofía de la ciencia el campo de conocimiento que, a partir de los años 80, se ocupa de dar cuenta de los cambios teóricos que se producen en cada disciplina y que terminan impactando en cómo se significa esta noción de ahí en más. Además, con la importancia creciente otorgada a la influencia del contexto, a los elementos afectivos, motivacionales y cognitivos de los sujetos como elementos explicativos del proceso de cambio surgieron diversos modelos de cambio conceptual propuestos desde criterios diferentes, aunque tendientes todos a explicar la estabilidad y el cambio en las concepciones que sostenemos los individuos, así como el tipo de conflictos que pueden tener lugar en el proceso mismo de cambio conceptual. De aquí podemos concluir, entonces, en que el cambio conceptual no se aprende, no lo genera la enseñanza. El cambio conceptual implica procesos de reelaboración interna en la producción del conocimiento, cambios en su estructura misma, para lo cual, entre otras cosas, es fundamental que las personas observen la incorrección de sus concepciones previas o la estrechez de una visión acotada, reduccionista, del contexto hacia dónde y desde dónde se proyecta la producción y aplicación de la información tanto como de los discursos que nos significan como sujetos y los principios que orientan nuestra conducta.
La idea de “cambio conceptual” debe ir acompañada de otra idea, igualmente potente, la idea de “cambio intencional”. Si tenemos intención de cambiar, lo hacemos. Si no tenemos intención de cambiar, no solo no lo hacemos, sino que seguimos sosteniendo nuestras teorías o sistemas de creencias a partir de hipótesis con tales visos de credibilidad que logramos reforzar nuestra intención de origen y, aún si fuera esa nuestra intención, lograríamos generar o transformar la mirada de muchos otros en cuestión de valores, estructuras de autoridad y legitimidades diversas.
El cambio conceptual implica procesos de reelaboración interna en la producción del conocimiento, cambios en su estructura
Desde las ciencias sociales se aplica el concepto de “masa crítica” para explicar el comportamiento de las sociedades y la necesidad de cambios sociales. Esta teoría, que surgió en el ámbito de la física cuántica y se refiere a la cantidad mínima de material necesaria para que se mantenga una reacción nuclear en cadena, en el campo social indica la cantidad de personas necesarias para activar un fenómeno, refleja el número de individuos requeridos para que el fenómeno adquiera una dinámica propia que le permita crecer y sostenerse por sí mismo. En este sentido, requiere una especial atención el estudio de las masculinidades ya que, es esperable que el reposicionamiento de la mujer en una cultura caracterizada por la homosocialidad produzca modificaciones en las subjetividades masculinas que, al cambiar sus concepciones y modos de relación respecto de la mujer, logren nuevos y mejores grados de equidad de género.
Teniendo presente cómo los procesos globales vienen afectando los lazos y los hábitos sociales tanto como los esquemas mentales de los individuos, asumimos el desafío de indagar cómo el cambio cultural que se viene registrando a nivel mundial influye en la construcción de un nuevo imaginario de nuestra sociedad capaz de integrar la diversidad social a partir de la recomposición de lo que significa ser mujer y ser hombre hoy.
Intentar despertar a una conciencia adormecida puede parecer difícil, pero contamos con quienes puedan creer en imposibles antes del desayuno.
*Periodista y Ontologie Founder.