La transformación de un poder judicial anquilosado y con ingreso poco transparente en gran parte de sus dependencias (de lo que deriva luego un servicio cerrado y poco eficaz, ya que el nepotismo y el amiguismo medran contra cualquier construcción institucional independiente) es una de las asignaturas que debe enfrentar cualquier gobierno genuinamente republicano.
Un poder que tiene enquistada la corrupción y el amiguismo en enormes parcelas de su estructura interna, no puede luego tener la integridad moral que la persecución de la corrupción política le demanda, porque en rigor el propio poder judicial convive con la misma y cubre cargos con los mismos criterios clientelares y despóticos que el republicanismo deplora y el propio poder judicial debe investigar. Sin un poder judicial eficaz y transparente, es muy difícil alcanzar el tan ansiado equilibrio de poderes.
Es muy difícil que la lucha contra la corrupción nacional y provincial parezca creíble y no un instrumento marketinero de persecución política, como se ha observado en muchos países. La independencia judicial demanda un ingreso más transparente en cada uno de los escalafones.
Hoy tenemos oficinas enteras pobladas por hijos de fiscales y jueces, sin más recorrido profesional o título que su contacto con algún pariente o amigo, que le hace un favor a alguien. El poder judicial que debe investigar el tráfico indebido de influencias, práctica a diario el tráfico de influencias. El poder judicial que debe investigar y condenar la corrupción, muchas veces cae en las mismas prácticas que supuestamente investiga. Es un espejo de la sociedad.
El poder judicial que debe investigar y condenar la corrupción, muchas veces cae en las mismas prácticas que supuestamente investiga. Es un espejo de la sociedad.
La imparcialidad dejará de ser una fantasía el día que los magistrados y demás funcionarios de la estructura judicial no se sientan tentados ni forzados a "devolver favores“ ni cubran cargos con familiares, amigos o militantes, de cualquier orientación o partido. Hoy la excepción es la regla: muchas dependencias ven sus cargos cubiertos con criterios de nepotismo, clientelismo y amiguismo, alejados de cualquier criterio profesional. Es lógico entonces el servicio tan poco profesional que nuestros tribunales brindan a la sociedad. Es lógico que exista una imagen muy deslucida de nuestra administración de justicia. Este diagnóstico trasciende a la grieta: oficialismo y oposición coinciden con él. Casi todo el arco político y judicial coincide con la necesidad de promover una reforma judicial.
Por eso debe celebrarse la propuesta del gobierno entrante de transformar a la vez sectores de inteligencia y reformar el poder judicial, a instancias de la experiencia de Gustavo Béliz, exministro de Justicia y Asesor del presidente. Porque gran parte de la corrupción del poder judicial argentino se debe a sus oscuros contubernios históricos con sectores nada transparentes de la inteligencia y el espionaje ilegal, que hasta se han jactado de nombrar jueces. No hay república donde no hay jueces independientes.
La Justicia independiente es tan importante como una prensa libre
La Justicia independiente es tan importante como una prensa libre. No son dos reformas aisladas y el gobierno acierta al proponer un cambio simultáneo y conjunto. Parte de la falta de transparencia de nuestra justicia se debe en parte a la oscura connivencia de nuestros funcionarios judiciales con servicios de inteligencia que condicionan de forma nada republicana la labor de los magistrados, socavando el funcionamiento de nuestra Justicia desde la base. Reordenar el ingreso al poder judicial federal y provincial de forma transparente (los cargos de muchos poderes judiciales provinciales son cubiertos por gobernadores con el único fin de resguardarse de ser investigados) y acercar a la sociedad el funcionamiento de nuestra administración judicial, respetando principios hoy mancillados como el de publicidad procesal, son formas concretas de reformar la Justicia.
No se equivoca el presidente electo cuando pide una justicia sin "operadores“. Porque las "operaciones“ judiciales son la contra-cara de lo que hoy no tenemos los argentinos: una justicia eficaz, transparente, independiente. Libre. Creíble.
Una reforma de la justicia debe poner el acento en la igualdad ante la ley, en volver a respetar el hoy vapuleado debido proceso. El ABC del Derecho, ni más ni menos. Eso debe recuperar o regenerar la justicia argentina. Las garantías básicas. Donde el ejercicio del derecho de defensa en juicio no sea visto, incluso, como una “falta de respeto“.