No es el tango, con sus acordes de tristeza y sensualidad, erizando las pieles del mundo y generando emociones como aleteos de mariposas, creando un inacabable generador de sentimientos que alcanzan los lugares y esquinas más recónditas, ni aún Piazzola embriagado entre la música clásica y el tango, soñando como un loco, como el primer polizón con un viaje a Venus, ramificando su creación, haciendo florecer la poesía bohemia.
Ni Maradona, que llegó a ser adorado y considerado un Dios por las masas a través de los arcos triunfadores en diferentes meridianos, tampoco es solamente Lionel Messi, admirado y emulado como ídolo de las nuevas generaciones, respaldo de esperanzas y reparador de ilusiones, quien, además no necesita de palabras para comunicar un respetuoso vivir y accionar.
No podemos decir que es porque un humo blanco marcó a un Papa argentino, aunque sea representante de una religión con más de mil trescientos millones de fieles, o Jorge Luis Borges con su vista más allá de nuestras conocidas dimensiones, viendo el universo desde un mínimo punto que se apoyaba solamente en un escalón de un sótano antiguo, e intentando rescatar el recuerdo de un amor desde un punto y coma.
Tampoco es el físico Maldacena, con su aporte al campo de la teoría de las supercuerdas, llegando a un infinito agujero negro, inspirado tal vez por un Buda en busca de la unidad de la mente y del universo, donde la nada y el todo tal vez sea posible.
¿Puede acaso haber sido Marta Argerich, cuyas manos fueron acompañadas seguramente por los espíritus de Chopin, Liszt, Bach, Schumann, Ravel, Prokófiev y Rajmáninov o Daniel Barenboim, que con su batuta alcanzó la magia de un Harry Potter para que la música fuera aire, brisa y con la fuerza de un ciclón recorriera los mares y las montañas bajo claves de soles luminosos?
Dicen que fueron los Premios Nobel Houssay, Leloir y Milstein quienes a través de la Medicina, la Química y la Fisiología, pusieron el alma y la investigación al servicio de la humanidad.
¿Qué o quién es La Argentina?
Puede ser que haya sido Evita, instauradora del voto de las mujeres en América Latina, colocada en el Olimpo femenino, sin descanso terreno, y que como fantasma recorre las quimeras de los tiempos o San Martin cuya estatua en Bruselas resguarda un pasado que mira al Sur.
Podemos creer también, que puede haber sido Parravicini, el Nostradamus reencarnado, influido por hombres grises y aconsejado por ángeles que le diera a la Argentina una agenda con psicografías sin tiempos.
Ni siquiera fueron los cisnes Julio Bocca y Jorge Donn, elevándose por los escenarios, desplegando sus alas, como si un vendaval fuera el director de sus movimientos, flotando ante los telones y danzando entre las palmas enardecidas de las multitudes.
El "Martín Fierro" de José Hernández defendió a los gauchos cuando para los argentinos valían poco
Algunos dicen que fue el Che Guevara, con su moto de rebeldía y entusiasmo, rompiendo las barreras y quebrando letras.
Quizás sea la calle Corrientes con su insomnio, sus revelaciones ante las luces y los secretos mejor guardados en los anaqueles de las innumerables librerías y entretelones de los variados teatros.
Tal vez han sido todos en este país de duendes que habitan el mágico sur de la Patagonia, donde Walt Disney se animó a soñar deslizándose en las alas de las hadas por sobre lagos y tierras remotas, o el norte argentino mitológico, culturalmente denso de leyendas, donde la siesta es reunión de seres fantásticos y demonios, con maldiciones y milagros levantados en piedras y polvo de colores.
El papa Francisco habló de Argentina: "El problema somos los argentinos"
Argentina es mucho más que eso, es la adolescente desobediente, a veces divertida y descontrolada y en otros momentos cantante sin patrones con coplas integradas de tiempos mañaneros y noches desvestidas.
Es también el alma sabia que conserva la idea y la acción desesperanzada, que posterga y difiere opiniones. Es donde el silencio huye tras las sombras y las palabras adquieren sentimientos.
Es donde el Río más ancho del mundo se llena de las lágrimas que reflejan estrellas y disfrazan dolores. Es indomable, visible, locuaz e indiscreta. Es blanca y negra dentro de un Arco Iris crisol de pensamientos, un abanico de razas que desdibujan los círculos limitantes de querubines y demonios. Es la tierra de Gardel, la voz del Aconcagua y la eterna Pampa. Son todos uno, todos son Argentina, que como El principito de Antoine de Saint-Exupéry está a la búsqueda incansable y necesitada de respuestas.