El Día de la Tradición se celebra en Argentina el 10 de noviembre. No se trata de cualquier fecha sino del día en que nació José Hernández, el autor de la obra cumbre de la literatura gauchesca, El gaucho Martín Fierro. La fecha la propuso un poeta, Francisco Timpone, una noche de 1937 cuando estaba reunido en La Plata, en un cenáculo intelectual de su agrupación Bases, admiradora de Juan Bautista Alberdi y por cierto también de los gauchos.
La idea prosperó, al año siguiente fue ley y el grupo festejó la noticia con un viaje hasta el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, de San Antonio de Areco, en homenaje al autor de la novela que consagró a otro gaucho legendario, Don Segundo Sombra (1926).
El "Martín Fierro", una obra clásica que interpela e identifica a los argentinos
Los gauchos en Argentina
El Día de la Tradición, en Argentina, pasa revista al legado de nuestra cultura, un rico patrimonio mestizo que el paso de los años fue amasando con elementos aborígenes americanos, la impronta de la inmigración europea y los aportes de una nueva figura autóctona, el gaucho. Esos tres vértices nos definen, inclinar la balanza hacia uno u otro lado, sería faltar a la verdad.
La palabra “tradición” proviene del vocablo latino tradere y quiere decir donación. Es decir, lo dado, lo que encontramos al nacer. ¿Qué valores transmite el Martín Fierro? ¿Un gaucho nos representa a todos por igual?
José Hernández nació en 1834, en tiempos de Juan Manuel de Rosas, dentro de la Chacra Perdriel de su tío materno, Don Juan Martín de Pueyrredón, ubicada 20 kilómetros al noroeste de Buenos Aires.
La buena educación y la motivación constante hicieron de él un chico de una sensibilidad especial: a los 4 años ya leía y escribía; a los 12, una enfermedad pulmonar lo llevó a vivir en el campo y a los 19 años, se enroló en el Ejército para participar en el levantamiento contra el unitario Valentín Alsina, el padre de Adolfo Alsina.
Esos tres hitos de su vida, motivaron tres rasgos muy marcados en su personalidad: fue un niño de sólidas lecturas, solitario y autodidacta; sin intermediarios, se empapó de la cultura gauchesca; y desde la primera hora fue un federalista a ultranza, rotundo opositor a la preponderancia de Buenos Aires sobre el resto de las provincias.
José Hernández y la defensa del gaucho
Entre 1852 y 1871, con las armas y la palabra, participó en los esfuerzos federalistas, militando en el Partido Federal Reformista, hasta que codo a codo con el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán, fue testigo de las últimas guerras gauchas antes de que Bartolomé Mitre llegara a la presidencia de la Nación y el gauchaje regresara al campo, con los caballos cansados.
En el medio (1857), su padre murió partido por un rayo y Hernández se radicó en Paraná, capital de la Confederación Argentina desde 1854.
Por qué Martín Fierro, un gaucho asesino y desertor, es el prototipo del argentino
Allí se casó con Carolina González del Solar, la entrerriana con la que tuvo ocho hijos, mientras alternaba sus estadías entre Paraná, Corrientes, Montevideo y Buenos Aires.
También en Paraná fundó el periódico El Argentino y, cuando el 12 de noviembre de 1963 cubrió en suelo riojano el asesinato del caudillo Ángel Vicente Peñaloza, “el Chacho”, quedó deslumbrado por el magnetismo de su figura fiera, que plasmó en varias entregas de folletín.
Desde sus columnas de opinión en La patria, respondía con sus dardos la ponzoña que le enviaba su archi enemigo, Domingo Faustino Sarmiento, desde El Nacional.
José Hernández y Martín Fierro
Podríamos considerar el periódico El Río de la Plata, que él mismo fundó en Buenos Aires en 1963, como la tribuna política en donde terminó de madurar su pluma, mientras cocinaba en prosa su odio sarmientino (le criticaba su política educativa pro estadounidense) y sus rabias contra Bartolomé Mitre (lo responsabilizaba de la inutilidad de la Guerra de la Triple Alianza).
En 1872, esa prosa vigorosa se tradujo a la métrica de los versos de El gaucho Martín Fierro, la primera parte de su histórico poema extenso, completado por una segunda parte, La vuelta de Martín Fierro (1879).
Desde los octosílabos de su poesía épica emprendió una obra de denuncia contra la política de su tiempo.
No era una postura literaria, sino una actitud vital: Hernández defendió siempre al gaucho argentino. Para él, era un paria en su propia tierra, perseguido por el estado, incomprendido por los estancieros, alejado de la justicia, solo entre las arbitrariedades de las milicias de campaña, carne de cañón de las trincheras, sin casa, hijos ni mujer.
Ni vagos ni mal entretenidos: una reivindicación del gaucho
El gaucho y la argentinidad
¿Por qué un desertor como Martín Fierro, prófugo de la justicia y refugiado entre las tolderías salvajes de los aborígenes enemigos, termina convirtiéndose en el prototipo de la argentinidad?
A pesar del éxito de ventas de la obra entre sus contemporáneos, la tipificación del personaje Martín Fierro y de la obra de Hernández no nació entre sus contemporáneos sino bastante después, en tiempos de Leopoldo Lugones, en el marco del primer centenario de la Revolución de Mayo. Se necesitaban épicas y allá había una.
Lejos de la idealización, el gaucho Martín Fierro tiene defectos y virtudes
Martín Fierro estaba fuera de la ley y no era un ciudadano dócil, pero su personalidad indómita era la consecuencia de una nación que lo ignoraba. Su gesta es una crítica al modelo de patria centralizada, la que ignoraba la verdadera idiosincrasia argentina, que se respiraba con olor a tierra, lejos del puerto de Buenos Aires.
Entre sus muchos defectos, Fierro tenía algunas virtudes: era cristiano, buen payador, leal y un padre de familia en busca del nido. ¿Patriota? Sí, a su modo, en una época en que el patriotismo era un concepto que merecía revisitarse.
Si Jean Jacques Rousseau lo hubiera conocido, tal vez habría dicho de él: “el gaucho es bueno, la sociedad lo hace malo”.
Dicen que cuando un ataque cardíaco llevó de este mundo a José Hernández, el 21 de octubre de 1886, en su quinta del barrio de Belgrano, sus últimas palabras fueron para la ciudad que le había dado tantos dolores de cabeza: "Buenos Aires... Buenos Aires...".