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La alegría es nuestra

Festejos por el campeonato mundial 2022
Festejos por el campeonato mundial 2022 | Marcelo Silvestro

Hay frases que se convierten en estelas de la humanidad, pancartas de una época, señales del tiempo. Cómo inciden, qué dicen, por qué se afincan en la memoria de los pueblos, es un misterio incalculable, como todo misterio. En este mundial nuestra selección propició unas cuantas que andan dando vueltas por las redes y los memes. De Paul lanzó un par memorables, hasta de carácter críptico, “Cinco millones de personas, no traten de entendernos, somos distintos”. Maravilloso plural que habilita la diferencia. Otra flamante del mediocampista: “No busquen dinero, busquen la gloria”, de nuevo apelando al nosotros, denostando lo material.  Más cauto y depurado, la declaración precisa de Scaloni, “Fuimos de menos a más, y de buena manera”. Por su parte, nuestro ángel afinado, fideo fabuloso, Di María, dejó plasmado el estado actual de la creencia. “Elegimos creer”.  Voluntad releva fe ciega. Y agregó “Está escrito”. Ahora bien, ¿qué significa “está escrito”? (Elijo creer que Borges lo escribió: “Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra, cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. Como el otro, este juego es infinito”. Increíble vaticinio de nuestro visionario escritor ciego, fragmento de su poema Ajedrez). 

Falta una frase, quizá la más citada en estos días. La del enojo ameno y la distancia permitida. “Qué  mirá, bobo, andá pa allá”, pronunciada por el mejor jugador. El 10 se armó de un latiguillo y su querida figura cobró vuelo. Ha de ser distinta la sensación del gol retórico. Dar en la oreja del mundo. Ahora su frase transita de boca en boca, mezcla de mofa y enfado, desalentando a los voyeurs, alejando a los impunes. 

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Quizá la sencillez de estos dichos explique el inusitado movimiento espontáneo que llevó a millones a salir a las calles manifestando una alegría incontenible, un sentimiento tan real como absurdo, por lo tanto humano: el del festejo del triunfo, el amor y la idolatría a los ganadores, campeones convertidos en superhéroes. Se trata de palabras que salieron libremente. Más vividas que pensadas. Propias de un resultado, de un sentimiento, y no una especulación. Opuestas a la vacuidad de los discursos; a la demagogia, hoy convertida en vacío de representación. Son palabras sentidas, dadas. Ni siquiera se avienen con las del estilo del héroe trágico, dotado aparentemente de una fuerza divina y a la vez sumergido en la sordidez megalómana, que suele sucumbir tras sus inmortales dichos. A Maradona “desde el cielo lo podemos ver” –como canta La Mosca y ahora todos lo zumbamos–, pero a su altura también contribuyó el rebote de haber tocado fondo.

Quizá la diferencia radique en la sorpresa humilde. Estos jugadores están más cerca del potrero que del panteón. Sostienen invisibles lazos con la infancia, una frescura de barrio, las ganas de ganar por la felicidad del conjunto. Y a ese conjunto nos sumamos todos. Un regocijo popular sin mayores disgustos. 

Lo masivo suele responder a injusticias, a divisiones. Acá estamos unidos, no hay demandas. Felicidad sin heridos. Y aunque esta fiesta callejera tenga un carácter efímero (como toda dicha), queda para la historia y quizá un futuro, la ausencia de manipulación, la expresión genuina. Los jugadores ni siquiera fueron a Casa Rosada.

Tantos asesores de discurso y publicistas machacándose por cómo hallar un eslogan o una frase que favorezca la representatividad, y estos muchachoooos, que hoy parecen mágicamente salidos de una canción, demuestran que el pez por la boca también vive –como lo escribí en mi columna anterior–, y que los argentinos y argentinas estamos vivitos y coleando, a pesar del mazazo inflacionario y la pobrísima representación de nuestros gobernantes, que a veces parecen enajenados de los anhelos y las necesidades de la gente.

Esta semana festejamos en la calle desconocidos aunados, sin saber por un rato quiénes éramos y, justamente por eso, más cerca que nunca. 

Como me dijo ayer mi hija, mientras leía el libro Historia social del fútbol de Julio Frydenberg: “Hay que desconocerse para ser hincha, es un sentimiento de identidad inexplicable, la argentinidad”. Frase caserita, para mi acervo personal.