Monumentos y calles rinden homenaje a próceres y personalidades que influyeron en la historia argentina. Muchos son controvertidos porque investigaciones posteriores revelaron facetas desconocidas o porque los criterios con los cuales fueron elegidos sufrieron modificaciones al evolucionar las consideraciones de valores sociales.
La elección de Ramón Carrillo para los futuros billetes de 5000 pesos pareciera inscribirse dentro de una política de reconstrucción de los valores de la Nación para dejar atrás esas figuras inocuas de animales cuya función habría sido sólo decorativa con el fin mostrar bellezas naturales. Los próceres aportaron a la construcción de una nacionalidad cuyo derrotero ya lleva más de 200 años y que aún es considerada inacabada por algunos por diferencias sobre el significado del término. Con este criterio el recuerdo de Ramón Carrillo con su labor al frente de la cartera de salud durante el Gobierno del General Perón hasta 1954 aportaría a forjar ese espíritu desinteresado que se necesita para sacar adelante a la Nación, y más aún en momentos tan complejos como el presente.
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El trascendido del nombre dio origen a una polémica sobre la validez de la selección. Los detractores ahondaron en los antecedentes históricos y los defensores en la tarea desempeñada para llevar los servicios de salud a toda la población y en especial al interior del país. Los antecedentes recogen su viaje a Alemania en los primeros años de la década del treinta, su militancia católica-nacionalista, las conferencias en la Escuela de Altos Estudios Militares Militar y la contratación de Carl Vaernet, médico nazi que trabajara en el campo de concentración de Buchenwald para desarrollar su tesis sobre la curación de las desviaciones sexuales.
Las respuestas a los cuestionamientos recalcaron la expansión de la sanidad en todo el país, el combate a enfermedades infecciosas y la creación de institutos neurológicos. A la defensa académica se agregaron la incorporación de asesores judíos al Ministerio para negar cualquier vinculación con el nazismo. Facundo Carrillo visitó la DAIA para exhibir el regalo del Gobierno de Israel al Ministro y Mariano Caucino, quien fuera Embajador en Israel, escribió un artículo sobre las excelentes relaciones entre ambos países durante los gobiernos del General Perón. No faltaron las apreciaciones del historiador israelí, Ranaan Rein, afirmando que Hitler era un político sin importancia en 1932.
Los años treinta presenciaron un debate sobre la importancia de la raza en la construcción de una Nación. El nazismo y el fascismo llevaron al extremo esa problemática y crearon la imagen de un “hombre puro” que fue corrompido por elementos extraños, viciados y desviacionistas que provocaron el avasallamiento de sus países por potencias extranjeras. No es el momento de recordar los esfuerzos para fomentar en el imaginario de sus pueblos el sentimiento de masculinidad y perfección para alcanzar un destino trascendental. El tema no fue ajeno en la Argentina. Primero estuvo el desprecio por los pueblos nativos y posteriormente el rechazo a los inmigrantes contaminados por el anarquismo y el socialismo que venían a destruir la Nación católica, y finalmente la incorporación de la población del interior a los centros urbanos.
Toda persona tiene una historia y cada uno deberá evaluar que parte recoge pero nada justifica la negación de antecedentes por motivos de identidad partidaria
La categoría raza es hoy algo del pasado. También el cuestionamiento de la homosexualidad que en esos años era perseguida porque debilitaba la virilidad y atentaba contra el crecimiento demográfico que se necesitaba para garantizar el destino de la Nación cuyas fronteras no estaban seguras y eran amenazadas por la avidez imperialista que querían apoderarse de los recursos naturales reflejado en el slogan “Patria si, Colonia no” creado por la Alianza Nacionalista. Hoy esos términos no son políticamente correctos; fueron reemplazados por categorías sociales como bolitas y forros pero cumplen la función similar de demonizar.
La historia de Ramón Carrillo se inscribe en ese tiempo histórico donde se discutían esas cuestiones. Las conferencias en la Escuela Militar y la incorporación de Carl Vaermet forman parte de ese momento al igual que las razones que forzaron su renuncia en 1954 en pleno conflicto del Gobierno del Gral. Perón con la Iglesia Católica. Toda persona tiene una historia y cada uno deberá evaluar que parte recoge pero nada justifica la negación de antecedentes por motivos de identidad partidaria.