El 3 de junio de 1770 nació quien sería un hombre adelantado a su época, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y González, tal su nombre de bautismo. Hijo de María Josefa González Casero, porteña con ancestros santiagueños, y de Domingo Belgrano Peri, inmigrante italiano arribado a Buenos Aires en 1753, Manuel fue el octavo hijo del matrimonio consagrado en 1757.
De profesión comerciante, Domingo -que castellanizó su apellido materno por Pérez- consolidó su posición económica y social. En 1764 los esposos adquirieron una propiedad a escasos metros del Convento de Santo Domingo; según la escritura, unas casas de paredes de tierra.
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Al poco tiempo construyeron la que sería la casa donde nuestro querido Manuel nació, vivió y murió durante los cincuenta años de su admirada vida. Allí se levanta hoy el edificio Calmer, en el número 430 de la avenida Belgrano.
Resulta increíble que el solar no haya sido declarado sitio histórico nacional o similar y que solo una placa -a considerable altura- recuerde al Creador de la Bandera, placa colocada (en el edificio previo al actual) en 1920 en homenaje al Centenario de su fallecimiento.
“En este lugar nació y murió el general Manuel Belgrano” es todo lo que tenemos hoy para recordar al hogar de Belgrano de forma certera y veraz.
¿Por qué digo esto? Usted, querido lector, dirá: “¿No existen acaso fotos que muestran una casa antigua con un imponente balcón en su frente, sobre un amplio portón?” Incluso esa casa fue demolida en 1909, según rezan las imágenes que publica para esta fechas el Archivo General de la Nación y que ilustra diversas publicaciones de reconocidos autores…
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La casa de al lado
Sin embargo, esas imágenes representan a una casa que no es la que construyeron Domingo y Josefa. Incluso esa propiedad corresponde al lote vecino, es decir, era la casa de al lado. Construida por Julián Gregorio de Espinosa, esposo de María Florencia Belgrano González, por ende, cuñado de Manuel. Ubicada en Belgrano 450, perteneció durante muchos años a la familia de Félix Constanzó en el siglo XIX. Espinosa construyó su casa “a lo moderno” entre 1776 y 1778, años que incluso la descartan como solar natal.
Este error fotográfico que llevó a tergiversar la historia se sumó a las falsedades o equivocaciones respecto de que la casa tenía salida a la calle Venezuela (es decir que atravesaba toda la manzana en un gran lote de más de 100 metros de largo) y lo mismo por calle Defensa. También se dijo que, luego de la muerte de Manuel, la casa fue vendida por sus hermanos en 1828… Resultó ser todo falso: nuestro conocimiento del solar natal y mortuorio hasta este momento resultaba erróneo y hasta diríamos fruto de la imaginación.
Usted dirá que resulta antipático o al menos poco empático decir lo que no es, sin ofrecer la verdad o justificar los dichos. Estoy de acuerdo con usted. Por ello, con el arquitecto Alejandro Maddonni investigamos centenares de documentos (tal vez miles) para establecer con total certeza la ubicación del solar histórico belgraniano y sus correctas dimensiones, en un arduo estudio de escrituras, planos catastrales y censos de población. Así desmitificamos cada uno de los conocimientos erróneos que hasta entonces teníamos…
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El solar permaneció invariable desde la compra de 1764 hasta su venta judicial en 1870 (no en 1828) y en él vivieron descendientes de los constructores de la casa en una posesión ininterrumpida de más de cien años. Su demolición se produjo a fines de la década del 70 para dar paso a un edificio (el mismo que se ve en las fotos de 1920) que luego sería también demolido para construir el actual Calmer.
Con el Arq. Maddonni desmenuzamos cada metro lineal de archivos para reconstruir la historia de la casa y sus habitantes, y en base a que fue tasada judicialmente en 1861, conseguir la información necesaria para poder hacer la reconstrucción gráfica documental de cómo era la casa que albergó a la familia Belgrano. Imagen que brindamos en forma inédita como tapa del libro Manuel Belgrano: La verdadera historia de su casa familiar en Buenos Aires (2022) y que compartimos como primicia para los lectores de Perfil.
Pudimos así interpretar a los maestros tasadores para realizar una arqueología sin materiales, solo con documentos, en un trabajo pionero como lo expresa el Dr. Daniel Schávelzon en su prólogo, recorriendo caminos inexplorados.
La casa como eje del libro, sus peripecias judiciales, fianzas, hipotecas, embargos, codiciada por acreedores y víctima de un síndico inescrupuloso quedó en un limbo legal durante siete décadas, tanto que ninguno de sus legítimos herederos pudo ver resuelta la sucesión de sus padres.
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Deudas, prisión, embargo y demolición
Estos expedientes demuestran cómo se diluyó la segunda fortuna más grande de Buenos Aires; víctima de la avidez de los acreedores y de la falta de cumplimiento de los deudores, que aprovechando el mal momento comercial de Domingo Belgrano al caer preso por verse involucrado en la causa de desfalco de la Aduana se desentendieron de sus compromisos de pago… Bien dice el dicho de que los acreedores vienen solos y a los deudores hay que ir a buscarlos…
Condenado social y comercialmente, el padre de Manuel vivió preso en su domicilio en condiciones duras de incomunicación e injusticias manifiestas por parte del Virrey Loreto. Allí tomó fuerza el papel de María Josefa González, que no se rindió ante las circunstancias y peleó personalmente por su familia, no solo ante el virrey, sino también, ante los reyes de España.
Manuel, que cursaba allí sus estudios, recorrió los pasillos de las Cortes ayudando en el proceso legal a su padre. Sin este apoyo, otra hubiera sido la suerte del patriarca.
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Este arresto y su posterior absolución bajo fianza determinaron que la casa familiar fuese hipotecada y que por más de 60 años la obligación no fuese cancelada, lo que motivó que la propiedad no pudiera enajenarse y, además, fuese embargada.
En 1873, la casa ya no pertenecía a la familia, los nuevos dueños unieron la parcela a otra propia de calle Defensa donde funcionaba desde hacía décadas la Droguería Demarchi Hnos, para más tarde demolerla y construir un edificio para renta.
Una casa austera, quizá lujosa para la época de su construcción, preparada en su frente para comercio, almacenes o depósitos, sobrevivió más de cien años hasta su demolición. Con los ojos de hoy diríamos que fue un sacrilegio, una aberración patrimonial. ¡Demoler la casa natal del Creador de la Bandera!
Pero para la mirada de esa época, lo colonial era “un cuarterío de tejas”, como así lo definía uno de los fundadores del Colegio de Arquitectos. Debía demolerse el pasado para construir el futuro. En el centenar de fojas que conforman los expedientes no hay una sola mención a que la casa fuera un sitio histórico. Una vez más, Manuel sufría el desprecio y el olvido.
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Así la casa cayó bajo la piqueta, sin estridencias. Malherida, se desplomó sin voces en contrario, tal vez olvidada, no solo en su tiempo, sino en el nuestro. Nos hemos olvidado de ella tanto que no fuimos capaces de buscar la verdad y creímos en los dichos del propietario de “la casa de al lado” de que demolió la casa de Belgrano.
Como además la noticia fue publicada por Caras y Caretas, y a fuerza de repetición, lo aceptamos cándidamente como cierto. Por suerte no creyeron lo mismo quienes colocaron la placa en el solar correcto en 1920, y nos dejaron el único testimonio certero de los que hasta hoy rodearon a la Casa Belgrano.
Asistimos a diario a la desaparición demoledora del patrimonio arquitectónico, aquí y en todas partes del país. Pedazos de nuestra historia se desmoronan con cada ladrillo, haciendo que esas historias duelan, pues no se recuperan del todo o se pierden para siempre, porque una placa no alcanza para reparar el faltante.
Hoy pudimos recuperar la memoria perdida de la Casa Belgrano, solo había que excavar y hurgar papeles; visitar archivos y separar la maleza para que aparezcan los cimientos (virtuales) del hogar donde Manuel Belgrano nació un día como hoy de 1770.
*Roberto Colimodio y Alejandro Maddonni presentarán su libro el martes 7 de junio de 2022 a las 18 horas, en el Salón San Martín de la Legislatura porteña, Perú 160, CABA. Entrada libre y gratuita.