OPINIóN
Errores y expectativas

La región: mirar los ocho años de Biden

Un recorrido histórico de cómo fue la relación de Estados Unidos y del presidente elector Joe Biden con diferentes países de América Latina.

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Mauricio Macri-Barack Obama. | Presidencia

La mejor forma de prever cuál será la política de Joe Biden, presidente electo de EEUU, hacia la región es revisar su política respecto a ella en los 8 años que gobernó con Obama, de 2008 a 2016.

Fue un vicepresidente que tuvo un rol importante en las relaciones exteriores y con América Latina aún más en el segundo mandato. Esos ocho años coincidieron con el periodo de predominio de las fuerzas progresistas en el gobierno en América del Sur. Fue el periodo de “plenitud” de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que reunió a los 12 países de la subregión, y del surgimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), de la que sólo Estados Unidos y Canadá estaban excluidos del continente americano y la que buscó institucionalizar la relación de la región con China.

La política exterior estadounidense en este periodo fue básicamente aceptar lo que estaba dado, sin confrontar en lo posible y tomando cierta distancia. El arquetipo de funcionario estadounidense para la región en esos años fue Thomas Shannon, Subsecretario Adjunto para América Latina del Departamento de Estado y funcionario de carrera. Se vivieron momentos de tensión cuando en una de las filtraciones de cables del Departamento de Estado aparecieron las grabaciones de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff; con Venezuela las diferencias fueron evidentes, pero Hugo Chávez no rompía los puentes, a diferencia de lo que parece hacer su sucesor, Nicolás Maduro; Obama promovió el libre comercio y seguirá siendo una política hemisférica de Estados Unidos, pero con menos énfasis que durante la presidencia de Bush hijo. La presencia de China en la región estaba, pero con una prioridad menor para Estados Unidos que la que adquirió con Donald Trump.

La política exterior estadounidense en este periodo fue básicamente aceptar lo que estaba dado, sin confrontar en lo posible y tomando cierta distancia

Quizás la diferencia más relevante se dio respecto a Cuba. Frente al régimen castrista Obama realmente innovó: descongeló las relaciones y atenuó las sanciones económicas en una jugada diplomática que contó con el concurso del Papa Francisco. En este marco, Cuba jugó un rol diplomático importante en el acuerdo de Colombia con las FARC para su desmilitarización.

En Argentina, la relación con Estados Unidos durante el primer mandato de Obama fue fría y distante. Los intentos de construir un diálogo no prosperaron. En el segundo mandato del presidente estadounidense, que coincidió con el segundo de Cristina, la relación se deterioró. La detención en Buenos Aires de un avión militar norteamericano que transportaba un equipo militar para dar un curso a la Policía Federal generó una fuerte tensión que deterioró mucho la relación. A ello se agrega el acuerdo con Irán, criticado por la administración estadounidense. Frente al caso Nisman el gobierno de Obama asumió una posición crítica respecto a la actitud del gobierno argentino. En este contexto, la Administración Obama celebró el triunfo de Macri en Argentina a fines de 2015, que inició un giro al centro-derecha en la región. La presencia de Obama en Buenos Aires en marzo de 2016 fue un explícito respaldo político al nuevo presidente argentino.

Esta experiencia debe ser tenida en cuenta para quienes ahora tienen a su cargo en Argentina la relación con Washington. Cabe recordar la declaración de Biden en la campaña electoral sobre Venezuela, que fue contundente: “es una dictadura”. De acuerdo a ello, cualquier gestión mediadora que intente la Argentina debe tener en cuenta que la situación ha cambiado algo, pero no tanto.

Lo que sucedió entre Obama y Argentina durante los dos gobiernos de Cristina es el antecedente más valioso y útil para no repetir errores

Asimismo, el acto de asunción del nuevo presidente boliviano (Arce) fue oportunidad para la “Declaración de la paz” firmada por líderes políticos de América Latina y Europa en defensa de la democracia y “en contra del golpismo de ultraderecha”. La iniciativa fue promovida por los presidentes de Argentina, Bolivia y el vicepresidente segundo del gobierno español, Pablo Iglesias. Convergieron en este pronunciamiento, además de los ya mencionados, los ex presidentes latinoamericanos Evo Morales (Bolivia), Dilma Rousseff (Brasil), Rafael Correa (Ecuador), los ex candidatos a presidente Gustavo Petro (Colombia), Verónica Mendoza (Perú) y los candidatos Aráoz (Ecuador) y Daniel Jadué (Chile). Firmaron también el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, el economista y líder político griego Alexis Tsipras, el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y la dirigente del bloque de izquierda de Portugal, Caterina Martins.

En conclusión, lo que sucedió entre Obama y Argentina durante los dos gobiernos de Cristina es el antecedente más valioso y útil para no repetir errores.