La postura de Argentina frente a la situación en Venezuela representa un cambio en relación a las gestiones anteriores, pero no implica un giro dentro de la forma de plantear la línea de política exterior de su gobierno desde diciembre pasado.
Durante su mandato, Cristina Fernández mantuvo un vínculo de gran proximidad con Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después. Mauricio Macri, en cambio, se caracterizó por una posición compartida con el Grupo de Lima, que calificó de “dictador” a Nicolás Maduro y “presidente encargado” al titular del Legislativo, Juan Guaidó. Incluso en abril de 2019, el gobierno de Macri reconoció a Elisa Trotta, nombrada por Guaidó, como la representante autorizada de Venezuela en el país.
Siempre estuvo claro que la posición argentina frente a la crisis venezolana, durante este período, tendría que ver con ejercitar el equilibrio
Cuando asumió la primera magistratura, Alberto Fernández recibió a Jorge Rodríguez, el ministro venezolano de Comunicación e Información de Nicolás Maduro, y a los pocos meses quitó el reconocimiento diplomático a la funcionaria venezolana designada por Juan Guaidó. Al mismo tiempo, el ministro Felipe Solá condenó la intervención de Maduro en la elección de las autoridades de la Asamblea Nacional, donde se impidió el ingreso a los medios y a los legisladores opositores a su gobierno. Incluso el presidente criticó a Maduro ante los medios franceses durante su gira europea. Además, Fernández envió al secretario de Relaciones Exteriores, Pablo Tettamanti, a la cumbre de Ottawa, organizada por el Grupo de Lima. En un entorno que algunos podrían haber considerado hostil, la presencia argentina ayudó en cambio a moderar la declaración final. En junio, hasta el presidente estadounidense Donald Trump se mostró partidario de un posible diálogo con su par venezolano, Maduro. Aunque luego, fiel a su estilo, se retractó, dejó la puerta abierta a las especulaciones. En la Cancillería esto fue tomado como un gesto de que la moderación, el camino adoptado en la cuestión de Venezuela, era el correcto. Siempre estuvo claro que la posición argentina frente a la crisis venezolana, durante este período, tendría que ver con ejercitar el equilibrio.
Los sucesos de las últimas horas están alineados con ese camino. El embajador Federico Villegas apoyó el informe presentado por Michelle Bachelet, favorable a una negociación política amplia que incluya al arco opositor. Estas negociaciones sólo pueden ser serias en un marco de respeto por los derechos políticos de los antagonistas al gobierno de Maduro, y deben incorporar procesos eleccionarios transparentes y creíbles para todos los venezolanos. Ello no significa un respaldo a Guaidó o un cambio de posición: Fernández confirmó que Argentina reconoce únicamente a Nicolás Maduro como Jefe de Estado, y no ve una salida posible sin la eliminación de las duras sanciones económicas que, en el contexto de pandemia, fueron dispuestas sobre Venezuela, especialmente por los Estados Unidos.
No significa un respaldo a Guaidó o un cambio de posición: Fernández confirmó que Argentina reconoce únicamente a Nicolás Maduro como Jefe de Estado
Poco antes de asumir, Solá anunció que Argentina perseguiría una política exterior “desideologizada”, marcada por “obligaciones e intereses”, entre los cuales se cuentan las negociaciones con los acreedores, en un momento de particular sensibilidad. En el país de las grietas pronunciadas, esta estrategia parece fácilmente criticable desde el sector más doctrinario del partido gobernante y, por supuesto, también desde la coalición opositora. En este contexto, la presente gestión necesita mostrar buenos resultados, para así lograr consensos que permitan fortalecer el posicionamiento internacional de nuestro país.
*Politólogo. Profesor de Análisis Internacional de la Universidad Austral.