OPINIóN
Nuevas lecciones

Sentimientos de desolación

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Ignacio de Loyola. Confía en la seriedad, el desinterés y la gratuidad. | cedoc

Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, decía que Dios da la lección de la consolación y permite la lección de la desolación. En términos espirituales se puede describir la actual crisis ocasionada por el Covid-19 como una desolación global. El P. Emmanuel Sicre, jesuita, tiene una buena descripción de la desolación en la página web de los jesuitas de Argentina y Uruguay. La desolación es el tiempo cuando nos sentimos permanentemente acosados por la tentación de claudicar y abandonar todo porque estamos como agobiados, abatidos, rotos. La desconfianza se apodera de cada una de nuestras apuestas. Los demás son una amenaza y necesitamos que fracasen para no sentirnos tan miserables.

Me parece que en mayor o menor medida todas y todos en estos meses eternos de aislamiento hemos experimentados estos sentimientos que surgen de la desolación. Esta situación se agudiza aún más cuando en el horizonte no percibimos una fecha de vencimiento de la pandemia. Vale la pena recordar que el Dios de Jesús no se comunica con eventos catastróficos, desolaciones aplastantes, ni enfermedades incurables, sino que Dios nos visita y nos acompaña en medio del sufrimiento.

Ignacio de Loyola sugiere examinar las causas de la desolación actuando contra la misma. La desolación puede ser una ocasión para una triple conversión: a la seriedad, al desinterés y a gratuidad.

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En una reciente entrevista de Jorge Fontevecchia, Thomas Friedman afirmaba que, en una pandemia, la naturaleza compensa no al más fuerte ni al más inteligente, sino al que se adapta mejor, yo diría al que es capaz de volverse lo más astuto posible en el menor tiempo posible. Sin embargo, podríamos mal interpretar esta astucia en términos de nuestra vieja conocida viveza criolla que parecería premiar al que es capaz de violar la ley sin ser atrapado.  Como dice Friedman la Madre Naturaleza tiene el mundo entero en sus manos por primera vez. Según este escritor la naturaleza nos pregunta si somos humildes y si respetamos al virus. Ser humildes, obedecer las leyes de la naturaleza -que no se pueden violar pensando que podemos zafar de una multa- es, entonces, vivir con seriedad.

En estos meses hemos visto que muchas personas han salido de su propio interés para dar gratuitamente de su tiempo, de su dinero para cuidar a los demás, especialmente los más vulnerables. Muchos nos hemos también visto “forzados” ha dar gratuitamente de nuestro tiempo a nuestras familias y amigos separados por la distancia del aislamiento social o a recrearnos con actividades gratuitas en la que sacamos lo mejor de sí.

Ignacio de Loyola aconseja mudarse de la casa de la desolación manteniendo firmes los propósitos que teníamos antes de entrar en esta situación de oscuridad y sin sentido. Mudarse de la casa de la desolación es también salir y mirar en qué barrio, en qué país, en qué planeta y en qué universo vivimos. Me gusta citar el famoso verso de Dante Alighieri que cierra el último canto del Infierno de la Divina Comedia: “Y así salimos a ver nuevamente las estrellas”. En la literatura universal, el descenso a los infiernos expresa un proceso de catarsis. Dante acompañado de Virgilio emerge purificado de una experiencia devastadora. La imagen de Dante contemplando nuevamente las estrellas me ayuda a comprender la importancia de la astronomía, una ciencia que incluso en crisis graves como la que estamos viviendo nos abre a una perspectiva más cósmica menos centrada en nosotros mismos. Nos abre a la trascendencia de Dios.

Una actitud de seriedad, de desinterés y de gratuidad es la vía maestra para superar la desolación de la pandemia. Espero que muy pronto podamos salir a mirar nuevamente las estrellas.

 

* Jesuita, doctor en Astronomía, investigador de CONICET-Universidad Católica de Córdoba, ex director del Observatorio Vaticano.