La búsqueda del primer empleo se choca con la que es, tal vez, la principal paradoja del mundo laboral: el requisito de “experiencia previa” para alguien que todavía no comenzó. Este primer obstáculo no debe transformarse en frustración: existen numerosas alternativas para dar los primeros pasos en el mercado laboral y empezar a configurar esa tan demandada “experiencia”.
Una de ellas son las prácticas profesionales. Se trata de contratos entre organizaciones y universidades para que los estudiantes de estas últimas puedan poner en práctica sus aprendizajes. Suelen ser programas de corto plazo y tener un fin académico (como, por ejemplo, presentar un trabajo final), pero también constituye una excelente oportunidad para agregar unas líneas al currículum.
Las pasantías, por su parte, se pueden dar tanto por acuerdos entre empresas y universidades como a través de programas gestionados por las compañías. En estos casos, se apunta a jóvenes que quieran adquirir experiencia mientras transitan sus últimas materias, en un contexto de cargas horarias reducidas y condiciones que se van renovando en la medida en que se avanza en la carrera.
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Hay “pasantías ordinarias”, que se extienden a lo largo de todo el año, y “pasantías de verano”, acomodadas a aquellos que quieren aprovechar el tiempo libre extra que les dejan las vacaciones. También las hay rentadas y otras que no lo son y que apuntan únicamente al desarrollo de habilidades.
Sin experiencia previa
Una tercera opción son los trabajos freelance. Una compañía postea un proyecto y convoca a gente que esté estudiando carreras vinculadas. Se trata de un vínculo que no tiene relación de dependencia y que dura lo que se extiende el proyecto.
Para muchos, es una vía para darse a conocer, lograr un buen desempeño y alcanzar luego un puesto fijo en esa misma empresa. Para todos, es la oportunidad de incorporar en sus CV habilidades muy demandadas en estos momentos en el mercado y que son propias de un trabajador freelance: organización, compromiso con la tarea, la capacidad de cumplir con deadlines, planificación, trabajo colaborativo…
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Los programas para jóvenes profesionales nacieron hace ya algunas décadas, pero continúan siendo efectivos: las organizaciones logran “renovar el aire” con mentes frescas y los postulantes encuentran un espacio de crecimiento y aprendizaje. En los últimos tiempos, estamos viendo propuestas innovadoras muy interesantes, como la llamada “talento circular”, en la que tres compañías se ponen de acuerdo para ofrecer un programa de un año y medio de duración, durante el cual la persona rota por todas, a razón de seis meses en cada una.
Existe una opción menos difundida pero no por eso menos atractiva: los espacios de investigación académica. Es importante comprender que aquí deben converger los gustos y las necesidades del alumno con los requisitos de la compañía que lo contrate. Probablemente, no se trate de investigaciones meramente teóricas, sino de aquellas que tengan foco en aspectos prácticos que el mercado está demandando.
Más allá de la opción elegida, hay un consejo común para todos aquellos que estén buscando su primer empleo: buscar trabajo es un trabajo en sí mismo, que implica esfuerzo, tiempo, perseverancia y aprendizajes para modificar el rumbo si es necesario. Pero una cosa es cierta: cuanta más opciones se conozcan, mayores serán las posibilidades de alcanzar lo que se desea.