Es difícil imaginar que Vladimir Putin, en su ambición de poder, pueda aceptar que no consiguió doblegar a Ucrania. Y más aún, si se lo imponen las presiones de Donald Trump por terminar con la guerra. En ese cuadro, el presidente estadounidense envió dos submarinos nucleares "cerca de Rusia", mientras desde el Kremlin se anunciaba el posible envío de misiles hipersónicos a su aliada Bielorrusia. Parece haber quedado atrás la relación de “amistad” entre Trump y Putin, pero lo cierto es que los roces de la última semana hicieron acordar de los tensos tiempos, nucleares también, de la Guerra Fría.
Trump ha declarado que quiere poner fin al conflicto en Ucrania. La invasión rusa ha costado miles de vidas, una fortuna en armas de ambos lados, llevará años reconstruir ciudades e infraestructura ucraniana, y una de las promesas de campaña de Trump fue presumir que “acabaría con esa guerra en 24 horas” si era elegido. Bien, lo eligieron, pero lejos de la campaña, en la realidad, no era tan sencillo terminar con ese conflicto y Putin aunque hace pocas declaraciones públicas, no acepta las presiones desde Washington: quiere aplastar a Ucrania, anexarla y terminar con Volodimir Zelensky. Tal vez creyó, a instancias de sus militares, que la invasión llevaría a un "rápido triunfo". Se equivocó, y Occidente envió una impresionante cantidad de armas de última generación a Kiev, que si bien perdió parte de terreno, pudo resistir y el conflicto lleva más de tres años, sin miras de concluir.

Trump necesita de la ayuda de sus “aliados europeos”. Los ha criticado con dureza, pero en este tema puntual no puede seguir peleado con miembros de la OTAN. Decíamos que la decisión de Putin de enviar misiles hipersónicos a Bielorrusia y la respuesta del envío de los submarinos de Trump a Rusia recuerdan los tiempos de la Guerra Fría. Es otro contexto, otro mundo por supuesto. Pero el simple hecho de un “componente nuclear” despierta miedos a las posibles escaladas de tensión, reavivando fantasmas como los de la célebre "crisis de los misiles de Cuba de 1962”, donde la Unión Soviética intentó establecer sus misiles nucleares a 100 km. de Estados Unidos, y las amenazas de Kennedy terminaron convenciendo a Moscu de retroceder cuando la guerra parecía inminente.
El ultimátum de Trump de 50 días, luego reducidos a 10 para que Rusia acepte negociar un acuerdo con Ucrania no ha funcionado. La respuesta de Dmitri Medvédev (Vicepresidente del Consejo de Seguridad de Moscú) fue grave: “Rusia no es Irán ni Israel”, y admitiendo que con cada “ultimátum” del presidente republicano, las potencias se acercan "cada vez más a una guerra”.
Es muy probable que las tensiones entre la Casa Blanca y el Kremlin haga que las diferencias entre Trump y los líderes europeos se suavicen. La cuestión es cuánto está dispuesto a recapacitar Trump respecto a sus palabras y acusaciones a lso aliados.
Las críticas del líder republicano a la OTAN han sido duras. Esto no es nuevo. Ya en el primer mandato de Trump las relaciones de Trump con la excanciller alemana Angela Merkel fueron malas. En 2024, la política alemana admitió que el retorno de Trump al poder “le generaba tristeza” y que cada reunión con él "era una competencia: él o yo…además de atentar contra el multilateralismo”.
Por otra parte, el presidente español Pedro Sánchez, el pasado 25 de junio del presente año dijo que “España sólo invertirá un 2,1% de su PBI en la OTAN” y el secretario de Estado norteamericano Marco Rubio contestó que “España es un gran problema” en la OTAN. Y se sabe que las palabras de Rubio son las de Trump.
El cambio de la postura de Trump.
Hubo cambios en las últimas semanas en el discurso de la política exterior de Trump. En febrero del presente año, cuando el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro británico Kier Starmer visitaron la Casa Blanca, este era crítico con Zelensky llamándolo “dictador” y parecía más cercano a Putin. El republicano ahora ha girado, no por interés de Ucrania, sino porque siente su autoridad desafiaba por la férrea postura bélica rusa.
Trump no soporta que le digan que no. Su prepotencia, su carácter intempestivo, es una suerte “de marca personal”. Por eso habrá que observar cuánto se extenderá el conflicto en Ucrania.
¿Cómo terminarán estas amenazas? Con Trump y Putin de por medio, es difícil anticiparlo. Estados Unidos insistirá en “convencer” al Kremlin de que le conviene negociar, pero la respuesta rusa dependerá de la magnitud de "daños colaterales" que pueda forzar la Casa Blanca en materia diplomática y comercial. En medio de ese choque de gigantes está la población ucraniana, que ya casi no puede dormir por los misiles rusos que caen cada noche en áreas civiles.
* Lic. en Ciencias Políticas.